El próximo 19 de mayo, es decir dentro de apenas una semana, se estrena en los cines de toda España una nueva entrega de la conocida saga de películas Fast and Furious. Será la décima entrega de estas películas que se caracterizan por sus espectaculares carreras de coches, explosiones, aventuras y saltos imposibles que empezaron protagonizando Vin Diesel y Paul Walker y a la que se han ido sumando todo tipo de actores de renombre, incluyendo en esta última a Jason Momoa. Yo reconozco que empecé viendo las primeras pero después, cuando murió Walker en un trágico accidente de tráfico, me desenganché por completo y finalmente acabé por perder el interés completamente.
Aunque se ha rumoreado que será el final de la franquicia parece que esto no está del todo claro debido al gran número de seguidores que tiene en todo el mundo y que la convierte en tremendamente rentable a nivel económico. Y quien sabe si muchos de estos seguidores llegan a Ibiza cada temporada, ansiosos por imitar a sus héroes por las carreteras de la isla sin reparar en que aquí hay muchos menos kilómetros donde hacer locuras y, sobre todo, que todo lo que sale en Fast and Furious es ficción, los que conducen son extras y si algo no sale bien, la escena se repite las veces que haga falta y a otra cosa mariposa.
Desgraciadamente es algo que no parece entrar en la mollera de los muchos que nos visitan cada verano o vienen a trabajar a la isla en busca de un dorado que cada vez lo es menos. Tanto que conducir por nuestras carreteras desde mayo a octubre supone, en general, poner a prueba nuestros nervios, nuestra paciencia y nuestra pericia al volante ante la cantidad de imprudencias con las que te puedes encontrar en trayectos de apenas unos minutos. Aquí ya es común que las rotondas sean elementos prácticamente decorativos en los que poner unos podencos o una escultura más o menos bonita porque si en otros lugares de España o de Europa se usan para reducir la velocidad, aquí se cogen por dentro, por fuera o por el medio directamente en línea recta. En los semáforos se apura hasta el final en el rojo, se sale corriendo como si se tratase de una carrera antes de que se ponga verde y al ámbar prácticamente nunca se le tiene en cuenta. Y de los pasos de cebra mejor ni hablar, porque en muchas ocasiones se han convertido en elementos decorativos en el asfalto ya que en algunas zonas de la isla, atreverse a cruzarlos es como pasar una prueba digna del programa de televisión ya desaparecido, Humor Amarillo.
Eso por no hablar de las velocidades que se alcanzan en ciertos lugares. Tanto que, en ocasiones, los residentes que por lo general estamos acostumbrados a conducir con calma cuando apenas hay nadie por las carreteras, de un día para otro tenemos que ver como el chulo de turno nos adelanta por cualquier lado, arrancándonos, como se dice vulgarmente las pegatinas. Son esa gente a la que Revólver definía como «ases del volante que a volar a dos cuarenta le llaman su factor riesgo» y al igual que Carlos Goñi «me parecen reprimidos y egoístas porque exponen mi pellejo y tu pellejo». Que pongan en riesgo su propia vida allá ellos, pero que con la mía y con la de los míos no jueguen. Por ahí no paso. Por ello creo que tenemos que ser todos más responsables cuando nos ponemos a los mandos de una máquina que mal usada puede ser una máquina de matar como se ha demostrado recientemente con el desgraciado accidente en el que falleció una mujer inglesa en la carretera de Santa Gertrudis y quedó herida su pequeña hija porque otra conductora iba demasiado deprisa y, supuestamente, despistada.
Una desgracia así nos puede pasar a cualquiera de nosotros pero desgraciadamente las cifras nos dejan la dura realidad de que todos estos accidentes aumentan cuando llega la temporada porque somos muchos más los que poblamos esta maravillosa isla. Pero también es cierto que se debe fundamentalmente a esa sensación que se tiene de que aquí todo vale, de que las leyes no existen en Ibiza y que se pueden incumplir impunemente porque las sanciones jamás llegan a tu país de destino. Y todo sin olvidar que, por lo general, conducir bajo los efectos del alcohol y otras sustancias mucho más peligrosas se ha convertido en algo habitual cuando vendemos la idea de que Ibiza es el lugar en el que hay el mejor ocio del mundo. Se hacen llamadas de prudencia y responsabilidad a los turistas, pero no seamos hipócritas, en la mayoría de los casos caen en saco roto con las consecuencias que todos conocemos y que convierten a los más de 571 kilómetros cuadrados de nuestra isla en el lugar casi perfecto para imitar a los actores de Fast and Furious. El único problema es que yo no quiero salir en esa película. Prefiero esas en las que los conductores van relajados y disfrutando del paisaje y del sol que entra por la ventanilla. Más Citroën dos caballos o Renault Cuatro Latas y menos de esos todoterreno gigantescos que son tan grandes que no caben por algunas calles.
PD: Aurora, si quieres copiar el texto tal cual en las redes sociales y compartirlo, muchas gracias por ello, pero por favor cita a su autor y a Periódico de Ibiza y Formentera.