Pep Torres. | Toni Planells

El célebre chef Pep Torres «Racó» es uno de los últimos reductos de autenticidad que siguen triunfando en el desorientado panorama gastronómico ibicenco. En la isla en la que todos quieren ser diferentes, originales y rompedores, los fogones del Port Balansat constituyen uno de los altares gastronómicos más conocidos y respetados de la isla por su autenticidad y su calidad. Racó y su restaurante son un pilar que lucha frente a un globalismo que desprecia lo tradicional frente a los inventos pensados para la cámara y no para el estómago.

En este templo consagrado al paladar, el producto es reverenciado con un trato exquisito y honesto. Sin ambages y con recetas de antaño, los arroces y pescados de este rincón constituyen una parada obligatoria para cualquier visitante y una apuesta segura para los locales que, década tras década, siguen confiando en este coroner de sonrisa sincera y manos expertas.

Cuando su llaüt, Mar i Vida, llega al Port de Sant Miquel cargado de roges, langostas o mòlleres, Racó ya ha triunfado. Con un buen sofrito, patata roja ibicenca y algo de perejil, sólo queda que el metre riegue la vianda con el oportuno cáliz de vida.

Ibiza es un destino cuya tradición y cultura gastronómica está amenazada por inversores que piensan que por ponerle sobrasada al sushi ya son garantes de una Ibiza que en realidad desconocen. Vivimos un tiempo en el que ser original no es novedad y degustar la cocina local a un precio razonable es la auténtica excepción. Un sinsentido que combaten los restauradores que tienen la valentía de decir «NO» a jugosas ofertas económicas de extranjeros que quieren otro garito para presumir de su esnobismo. Tener un restaurante en Ibiza es ‘cool’, pero su propuesta gastronómica es «fake». Larga vida al estilo Racó!