Siempre me había parecido que las mayorías absolutas eran algo verdaderamente negativo para la democracia, porque a menudo derivan en comportamientos autoritarios. Pero esa es una forma de verlo, porque también se perciben a veces actitudes casi dictatoriales y poco democráticas por parte de algunos partidos minoritarios, cuando se saben imprescindibles para conformar mayorías de gobierno. Es la dictadura de los perdedores. Estoy pensando en Joan Torres, de El Pi. Hace unos días Torres calificaba las mayorías absolutas de «rodillo». Como si sus exigencias políticas a cambio de apoyo político no fuesen auténticos rodillos, mucho peores que la mayoría absoluta. Ruedas de molino con las que Torres hace comulgar al que quiera su voto. Lo peor de la política, el chantaje permanente para conseguir una sobre representación que de ningún modo le corresponde. Torres se vende a sí mismo como la forma de hacer política con diálogo y consenso. La experiencia nos dice que él no sabe de otra cosa que de monólogos, que se cumpla su santa voluntad, se le den tantas concejalías como se le antojen, por más que ni sepa ni pueda gestionarlas. Y con ellas, la mayor parte del presupuesto. Para que diga ahora que evitará la contratación a dedo. Claro, claro. Lo mejor que le puede pasar a Sant Antoni es que haya mayoría absoluta, porque otra legislatura más del rodillo de los perdedores, del chantaje político basado en un trágala permanente o te quedas en minoría, es insufrible. Y atención, que dice que quiere comenzar a redactar un nuevo PGOU. Un único concejal, caso de lograrlo, pondrá deberes a todo el consistorio en nada menos que la redacción de un plan de ordenación urbana. Pero tampoco ha de extrañar que un perdedor exija Urbanismo y Obras Públicas, que siempre pasa lo mismo y aquí nadie se chupa el dedo.