Hace 18 años que nació la televisión autonómica de las Islas Baleares. Hasta ese momento lo que pasaba en Mallorca o Menorca nos llegaba a los ciudadanos de Ibiza y Formentera a través de los periódicos o de las televisiones nacionales, si es que era un tema tan trascendente como para salir en un medio nacional.

Aunque la verdad es que poco o nada interesaba lo que acontecía en las vecinas islas. Jaume Matas, muy amigo de Eduardo Zaplana, se dejó convencer de que una televisión autonómica era la herramienta ideal para mantener el poder. Zaplana lo sabía muy bien. Él había hecho una jugada maestra y con su habilidad política lo primero que hizo cuando llegó a la Generalitat Valenciana fue meter mano en RTVV, y más concretamente en Canal 9. Hasta entonces el socialista Joan Lerma había mantenido una cómoda mayoría en la Comunitat y los trabajadores de la televisión autonómica eran «suyos» incondicionalmente.   

Zaplana entendió muy pronto que Canal 9 era uno de los primero buques a derribar, o mejor dicho a conquistar, si quería mantener una legislatura tranquila y sin sobresaltos. Hablamos de un época en la que la audiencia media de la cadena era del 18% con picos de cuotas de pantalla del 23% o muchísimo más altos cuando llovía torrencialmente o caía una buena nevada.

Zaplana desembarcó a 50 periodistas en Canal 9 de la noche a la mañana y allí les dejó, aprendiendo a hacer televisión cuando muchos de ellos    no habían hecho tele en su vida. Pero aprendieron. Y rápido, porque las condiciones internas del ente y el ambiente desapacible entre lermistas y zaplanistas no permitían torpezas. Muchas caras conocidas de la televisión actual (e incluso del panorama político) vivieron ese momento; Màxim Huerta, conocido como (Màxim el breve) o Carmen Alcaide, que triunfó años más tarde en Aquí hay Tomate.

Aprendimos a hacer televisión con la ingenuidad de aquella edad temprana y aquel medio apasionante que nos brindaba muchísimas oportunidad. Pero con los años empezamos a ser    conscientes de cómo los poderes políticos manipulaban sin contemplaciones un medio que consideraban suyo. Zaplana estuvo muy cómodo con Canal 9 porque proyectaba la imagen de líder, su mejor perfil, su plano más divertido, cautivador y encantador. Y convenció a su amigo Jaume Matas para que creara una televisión autonómica en las Baleares, sin tener en cuenta dos cosas importantísimas: las islas no son una comunidad autónoma con sentimiento unitario de comunitat y dos, estaba a punto crear a un monstruo que acabaría comiéndose a sus propios creadores.    IB3, a diferencia de Canal 9, nació externalizada. Sólo unas pocas personas estaban contratadas directamente por el ente. Al resto de personal se les contrataba    de forma indirecta a través de empresas audiovisuales.

Crear una televisión autonómica de la nada es apasionante pero muy complicado. Pero se hizo. Mejor o peor, pero se engendró una televisión para todas las Islas Baleares. Los trabajadores estaban implicados e ilusionados.

Han pasado 18 años e IB3 vive actualmente una de sus peores épocas. Ya nada o casi nada queda de aquella televisión del principio.

El Govern balear ha transformado IB3 en una conselleria más. Francina ha logrado de un plumazo que los trabajadores de la tele sean personal laboral indefinido hasta que se convoque una oferta de empleo público pero, lejos de mejorar,    la situación de la cadena está peor que nunca. Y no puedo dejar de pensar en Canal 9 y en que la historia se repite.

No hemos aprendido nada. Todas y cada una de las situaciones por la que pasó la desaparecida (ahora ÀPunt) Canal 9 se están produciendo en IB3.    La ilusión del principio se ha transformado en hastío, las ganas, en reivindicaciones constantes, la profesionalidad, en comodidad.

La internalización no permite hacer contrataciones en estos momentos, así que no se cubren bajas, no se contrata personal cuando hace falta un extra para casos puntuales y los trabajadores, que tanto habían luchado por ser trabajadores del Ente autonómico, están peor que nunca.

Tampoco hacen horas extras porque no están de acuerdo con los pluses que se les paga. Los políticos se mueren por meter la mano en las televisiones autonómicas, pero en el caso de IB3 a Matas no le sirvió de nada y, visto lo visto este pasado domingo, a Francina Armengol tampoco.

Ahora la nueva presidenta del Govern, Marga Prohens, se va a encontrar con un medio de comunicación plagado de estómagos agradecidos y de jefes de prensa de consellerias de Armengol que después de la debacle electoral tienen que volver a su puesto de redactor de la televisión autonómica.

Se va a encontrar con una gigante que dice hablar para todos los ciudadanos de las islas cuando, en realidad, solo habla para Mallorca, aunque al resto también nos cueste dinero. Se va a encontrar con un monstruo imparable e ingobernable, donde los redactores mandan más que los propios jefes de informativos, porque así lo han querido los políticos. Y todo esto que está pasando en IB3 fue la senda que se anduvo años antes en la desaparecida RTVV.

Con la diferencia de que la deuda monumental de IB3 (que no se acercaba ni de lejos a la que dejó RTVV cuando se cerró) se saneó por parte del entonces conseller de Hacienda, José Vicente Marí Bosó y ahora, al menos, no estamos hablando de una televisión con un déficit millonario.

La televisión autonómica nació con unos fines muy claros, que poco o nada se han cumplido. En primer lugar para ser un referente a nivel informativo de todas las islas. En segundo lugar para ser un dinamizador de la industria audiovisual de Baleares, cosa en la que ha fracasado estrepitosamente estos últimos años con Andreu Manresa como Director General, y si no que se lo pregunten a la APAIB (Asociación de Productoras Audiovisuales de las Islas Baleares).

Se ha convertido en un chiringuito más de reparto de programas a productoras ‘amigas’ muchas de ellas ni si quiera de Baleares. Y todo esto es sólo la punta del iceberg.

La situación de la Radiotelevisió de les Illes Balears es una patata caliente que nadie quiere abrir. Un verdadero gigante que cada vez se hace más y más grande, inversamente proporcional a su audiencia, cada vez más y más pequeña.

Nunca estuve de acuerdo con el cierre de Canal 9. Cerrar un medio de comunicación siempre es una mala noticia, además de que la jugada no le salió gratis a Alberto Fabra.

Pero si se mantiene abierta hay que actuar con celeridad. Gestionar y dirigir    IB3 como una televisión privada, con mucha más libertad de actuación en los procesos internos y con una profunda renovación. Una televisión más moderna, más cercana. En la que se incluyan a todas las islas por igual, se cuente con las productoras locales para hacer contenidos y se dejen de hacer programas de cocina, uno tras de otro… eso sí… siempre cocina mallorquina