Recuperado el sosiego tras las elecciones municipales, ahora tenemos una mayor perspectiva de los resultados, aunque muchos todavía se nieguen a hacer autocrítica y aplacen su responsabilidad después del descalabro sufrido. En Sant Joan, Santa Eulària y Sant Antoni era previsible que el PP obtuviera con holgura merecidas mayorías absolutas. Vila pedía cambio a gritos y ha dado un revulsivo a un Rafa Ruiz hundido en la derrota. Un caso sorprendente es el de Sant Josep, dónde no ha habido una gestión precisamente deficiente y ‘Gelu’ ha demostrado coraje en algunas decisiones, a pesar de sustituir a un alcalde que huyó de Sant Josep para mimetizarse con sus compañeros mallorquines. Ello hace que la victoria de Vicent Roig goce de mayor mérito y su resultado sea la cuadratura del círculo en el tsunami popular que ha devastado al PSOE de Agustinet.

Pero el gran ganador de la noche por su resultado tan extraordinario como inesperado es Llorenç Córdoba, que obtiene la absoluta en Formentera y se hace con el diputado formenterer en la pugna contra la izquierda (re)unida. La humildad, la naturalidad y la bonhomía de Córdoba se han impuesto al caciquismo arcaico que ha condenado a Gent per Formentera y a un PSOE desdibujado que no ha sabido rentabilizar los dos años de presidencia y no ha aportado nada más allá de su servilismo a una Armengol enemiga de las Pitiusas. El cometido del presidente electo pasa por dinamizar Formentera en invierno, mitigar el estrangulamiento de la masificación estival y poner solución a las demandas de los ciudadanos embravecidos por la voracidad de la normativa de Costas. Córdoba deberá mirar más allá de los muros del Consell y vigilar los sibilinos movimientos de un Jaume Ferrer ávido de vendetta y de volver a la res publica.