La alegría de los reencuentros se sucedieron durante todo el día de ayer. | Toni Planells

La víspera de Nochebuena es también una de las fechas subrayadas en muchos calendarios. Sobre todo, de quienes tienen a algún ser querido lejos que vuelve a casa por Navidad.

Reencuentros, abrazos y lágrimas de emoción que devuelven al aeropuerto el frenesí perdido tras la temporada.

Sin duda, uno de los perfiles más comunes entre los reencuentros navideños es el de los estudiantes que vuelven a pasar estas fiestas en familia. Este es el caso de María Marí, que estudia el segundo año de medicina en Barcelona y que vuelve, desde septiembre, a pasar la Navidad con los suyos. «Se ha hecho largo», reconocía tras fundirse en un abrazo con su madre nada más llegar. María Vázquez, su madre, reconocía mientras la esperaba en la puerta de llegadas, haber pasado una noche repleta de nervios. «Con esto de la huelga, no estaba segura de que saliera el avión. Menos mal que ha ido todo bien», comentaba aliviada mientras reconocía con humor que, «si hay huelga a la hora volver, me da igual: así está más tiempo con nosotros».

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Rosario Tur, esperaba emocionada a su hija, Sara, estudiante de Arquitectura en Barcelona, mientras, al igual que María, lamentaba que el calendario de exámenes de su hija les «estropea un poco la Navidad, en enero, nada más llegar, ya tienen exámenes». «Serán unas Navidades muy universitarias», admitía con humor la estudiante de arquitectura.

Arturo vive y estudia en Londres y con quién se fundía en un abrazo en la puerta de llegadas es su tío Roberto, que vive en Ibiza y con quién pasará estas fiestas en familia. Toni y Morgan pretendían darle una sorpresa a Esther, hermana de Toni y estudiante de magisterio en Mallorca. Con unos globos con caras sonrientes, «para ‘avergonzarla’», le dieron una divertida bienvenida.

Sin embargo, de haber un ranking de los gestos de emoción en la puerta de llegadas, lo encabezaría Ángeles, que, junto a su marido, Paco, esperaban la aparición de la familia de su hijo, Daniel, que vive en Andratx, Mallorca. No acababa de reconocer los nervios que pasó «por culpa de la huelga», cuando, como un relámpago, su nieta Ángeles surgía del primer hueco de la puerta para agarrarse con fuerza a su cuello y comerse a su abuela a besos. Segundos más tarde le tocaría el turno a su hermanito, Joan, antes que a su hijo y a su esposa, Gloria.