Excepto para los propietarios de algún que otro velero, las tempranas borrascas del pasado nueve de agosto en Formentera fueron bienvenidas ya que ayudaron a llenar cisternas y dieron paso a una tregua de varias noches mínimamente frescas donde conciliar el sueño se tornó sencillo y agradable.

Fue, aún así, un regalo envenenado, y nunca mejor dicho, ya que la vuelta del calor ha activado exponencialmente la capacidad reproductora de los Ochlerotatus, Culex pipiens y demás chupasangres alados de seis patas conocidos en medio mundo y aquí también como mosquitos. Hace días que las noches apacibles se han tornado en entresueños mancillados por el agudo pitido de unas hembras hambrientas y necesitadas de nuestro rojizo maná para poder generar una nueva puesta de huevos, perpetuando de esta forma el futuro de la especie y el sufrimiento de no pocos mortales.

Tratamiento

No es el caso de Jorge Torija. «No me suelen molestar. En casa pican a todo el mundo menos a mí», dice Jorge, al que este pasotismo mosquitil le viene que ni pintado, puesto que hace años que trabaja como operario para la empresa TRAGSA en el control de plagas de mosquitos. Él y su compañero, con el que comparte esa bendita inmunidad a las picaduras de los mencionados insectos, se enfundan su impecable traje blanco, botas y guantes y rellenan la mochila fumigadora de un líquido más o menos transparente y con un olor levemente nauseabundo antes de emprender su camino en pos de charcas y humedales a la caza de larvas de mosquitos. «Se trata de un tratamiento que consiste en fumigar Vectobac, un larvicida biológico que contiene una bacteria de la que se alimentan las larvas. Esta bacteria produce una toxina que destruye el tubo digestivo de las larvas y las mata antes de que se transformen en adultos», comenta Jorge. Este agente biológico es, además, inocuo para el resto de especies que habitan las zonas fumigadas, cosa que lo hace ideal para su uso en parques naturales como el de Ses Salines de Formentera y, más en concreto, en los alrededores de s’Estany Pudent.

Las campañas de fumigación promovidas por el Consell se suelen llevar a cabo de mayo a octubre un día a la semana, aunque viendo la proliferación de mosquitos experimentada el mes pasado, la máxima institución insular ha decidido aumentar tanto el número de jornadas como la extensión de fumigado antilarvas.

Quien también ha tenido que hacer acopio de todo tipo de productos con el denominador común de un mosquito en foto o dibujado e impreso en la cajita de rigor han sido las farmacias. Marina Mayans, farmacéutica adjunta de la de Sant Ferran, confirma el éxito de los productos «anti mosquitos. Tanto repelentes como para tratar las picaduras. A los pobres los están acribillando, la gente está desesperada y necesita alguna cosa ya», explica Marina, quien casi ha vivido amotinamientos a causa del agotamiento de unos productos que últimamente se han tornado casi de primera necesidad. «El lunes por la tarde se nos acabaron las existencias y la gente se iba cabreada y quejándose de que ‘¡como puede ser que no tengáis!’. Pero es que aunque hiciéramos previsiones, normalmente lluvias tan fuertes en pleno mes de agosto, muy habituales ya no lo solían ser», apunta Marina mientras muestra un renovado y amplio abanico de espráis, lociones, colonias, pomadas, pulseras, emisores de ultrasonidos y demás productos inventados por laboratorios y farmacéuticas a fin de que podamos enfrentarnos a los malditos mosquitos o, en caso de haber sido víctimas de sus vampíricas fauces y posteriores picaduras, dolores y quemazón, poder encontrar cierto alivio mientras podemos entretenernos pensando en algún viaje a zonas glaciares sin insectos ni escozores donde pasar unos días fresquitos y sin el más leve zumbido.