El caótico tráfico de Formentera, que llena las carreteras en verano de coches y, especialmente, de motocicletas da paso a una extrema calma a partir del mes de octubre que solo la gente originaria de la isla, los trabajadores de todo el año, especialmente empleados de la construcción que trabajaban en alguna de las numerosas obras, y algún que otro turista suelto que decide pasar sus vacaciones aquí están dispuestos a afrontar.

La menor de las Pitiusas es la menos poblada de las Balears, con poco más de 12.000 habitantes censados de los que solo unos 8.000 viven realmente durante todo el año, una población casi diez veces menor que la que ocupa Formentera durante el verano y que puede llegar a las 70.000 personas. Una desproporción desmesurada que sufren, sobre todo, los servicios públicos de la isla que se ven desbordados durante la temporada. Pere Ureta, más conocido como el metge moro, es médico en el hospital de Formentera y uno de los trabajadores que soporta la sobresaturación de la isla. «En verano es una locura, mucho trabajo, muchos turistas y mucho estrés», apunta. Por eso, no tiene ninguna duda: «La vida en Formentera es maravillosa en invierno», asegura.

Después de pasarse todo el verano atendiendo urgencias, ahora atiende sobre todo a la población de mayor edad de la isla que ven agravadas sus dolencias por el frío. También muchas personas que trabajan durante la temporada aprovechan estos meses para hacerse revisiones generales, dado que en verano no tienen tiempo.

La opción del deporte

En una isla con poca oferta cultural y escasos locales abiertos, la única alternativa es el ocio deportivo. En este sentido, Formentera es un paraíso para correr, ir en bicicleta, hacer windsurf, vela o submarinismo y para la práctica de la pesca y de la caza. «La gente no se aburre en invierno. Y luego tenemos las matanzas y las comidas de familiares y amigos», señala Ureta.

Sin embargo, para los residentes que son originarios de otros lugares el invierno no es tan fácil. Aunque este bar está lleno en todas las épocas del año, el valenciano Jorge Sanchis, camarero del bar Verdera de Sant Ferran, conocido popularmente como ‘los Currantes’, cree que la isla es «muy monótona» fuera de temporada. «Echo mucho de menos la familia. Trabajo de 5 de la mañana a 5 de la tarde y aprovecho para caminar porque por la tarde no hay nada que hacer. Aquí la única opción es bar, bar y bar», señala Sanchis en alusión a la afición por el alcohol que hay entre algunos de los residentes que no encuentran nada mejor que hacer para matar las horas de los meses más fríos. De hecho, los pocos bares abiertos en invierno están prácticamente llenos. El bar del Centro, en Sant Francesc, es uno de los que siempre tiene gente. Pepe Ferrer, gerente del establecimiento, cree necesarios unos meses de tranquilidad para compensar «el lío del verano». Aunque él es de aquí y dice tener siempre «cosas que hacer», reconoce que «todos necesitamos salir unos días y cambiar de aires». De hecho, este año el único revulsivo ha sido el fútbol y los partidos de Copa y Liga de la Sociedad Deportiva Formentera que ha traído «un poco de ambiente» a la isla.

Turistas, ‘rara avis’ en invierno

Los pocos turistas que llegan fuera de temporada son, según Ferrer, «gente que llega buscando la tranquilidad». Es el caso de uno de sus clientes más singulares que pulula por el local vestido con una camiseta del Barça. El excéntrico catalán Pere Josep Guitart explica que llegó hace 59 días a Formentera con el objetivo de encontrarse «tomando distancia de mi mismo» y de los acontecimientos de Catalunya a través de «un viaje homérico por esta maravillosa y telúrica isla» sumergiéndose «desde las fuentes neolíticas hasta la calle dedicada a la banda de rock King Crimson en es Pujols».

Precisamente, en esta última población es donde más se nota la huella del invierno. Es Pujols es ahora una ciudad fantasma y los negocios abiertos pueden contarse con los dedos de una mano. Jose regenta la única tienda abierta en invierno donde se vende prácticamente de todo y sus únicos clientes son ahora los trabajadores de las obras de reforma que muchos locales hacen aprovechando los meses de invierno.

Karim Malí, de 28 años de edad, es uno de ellos y está trabajando en la obra de unos apartamentos junto a la playa. Con trabajo durante todo el año, en invierno se dedica a la construcción y en verano trabaja en un negocio de alquiler de motos pero asegura que prefiere la temporada baja. «Mejor en invierno, hay menos tráfico y podemos ir a pescar o hacer deporte y vida sana», afirma este obrero quien asegura que su intención es seguir viviendo en Formentera por el momento.

El único hotel abierto en el turístico pueblo de es Pujols es el Rosales que, después de 5 o 6 temporadas cerrando en invierno, este año ha decidido abrir durante todo el año. Rosario Escandell, la recepcionista y encargada de este establecimiento, explica que en invierno abren de jueves a domingo para alojar a deportistas o gente de Ibiza que van a pasar el fin de semana a Formentera. «En es Pujols cuando llega octubre cierran todos los locales. Prácticamente no vive nadie, no hay ni supermercados, el pueblo está como abandonado», señala.

Una isla que, en cuestión de meses, cuando las lagartijas asomen por las paredes de pedra seca tras el largo invierno, volverá a tener vida de nuevo.