La Cámara de Comercio de Ibiza y Formentera galardonó en noviembre a Teixits J. Marí Serra con el Premio Posidonia por haber sabido adaptarse a las exigencias del mercado y subsistir. | A.C.

Teixits J. Marí Serra ha sido desde sus inicios el referente y, durante mucho tiempo, único negocio dedicado a la venta de tejidos y productos textiles en Formentera. Puesto en marcha en 1952, durante estos 66 años su evolución ha estado marcada en todo momento por el crecimiento de la isla y los cambios a los que ha tenido que adaptarse, debido a una realidad socioeconómica que cada vez era más distinta a la de sus orígenes.

Pese a todo, Teixits J. Marí Serra sigue siendo la tienda de tejidos por excelencia en Formentera. Su actual propietaria, Caterina Marí –hija del fundador- continúa demostrando su pasión, inculcada desde pequeña, por los distintos tipos de tela, su tacto y sus características.

Atrás han quedado los vestidos típicos y la confección de ropa a medida, puesto que la realidad actual es bien distinta a la de antaño. Ahora Caterina lleva un tiempo apostando por la ropa del hogar.

Sin embargo, el alma del negocio nunca se ha perdido. Muestra de ello es el galardón que recibió la semana pasada en los premios Posidonia de la Cámara de Comercio de Ibiza y Formentera, por su historia y por haber sabido adaptarse y subsistir durante todo este tiempo en el mercado.

¿Cómo se gestó Teixits J. Marí Serra?
— Mi padre emprendió este negocio en 1952. La iniciativa fue suya, pero siempre contó con la ayuda incondicional de mi madre. Los primeros años eran ellos dos solos, porque la afluencia de gente que podía haber en aquellas épocas era mínima. Si entraban dos o tres personas al día sería mucho, supongo. Casualmente, estos días, haciendo reformas en el piso de mis padres encontramos la primera libreta donde se muestran sus primeras ventas.

¿Cuál ha sido la evolución desde ese momento hasta ahora?
— La primera tienda estaba ubicada en la entrada de Sant Francesc. El primer gran cambio fue cuando se trasladaron a esta calle –Jaume I, en Sant Francesc- en 1959.
En los años 60 ya se compró el solar donde nos ubicamos actualmente, se construyó una sala de 150 metros cuadrados y estuvo más o menos funcionando igual hasta el año 74. Entonces mi padre hizo una gran reforma. Más adelante, en 1986, hubo una tercera ampliación y pasamos a contar con unos 200 metros más de tienda. La última gran transformación fue en 2011, cuando pasamos de ofrecer ropa confeccionada a dedicarnos a la ropa de casa. Decidí hacer este cambio porque la ropa confeccionada es complicada y tampoco es lo que me gusta realmente. Y luego, tenemos otra tienda desde el año 95, aproximadamente. Allí la primera idea que tuve fue poner complementos, y algún que otro mueble, pero lo encontré complicado y seguí la misma tendencia que llevaba.

¿El aumento del negocio es paralelo al crecimiento de la isla?
— Totalmente. Y yo lo he vivido desde el principio hasta ahora. A finales de los 60, principios de los 70 la isla despierta y empiezan a construirse pequeños hoteles, o pensiones, como se decía entonces. También empezaron a abrir los primeros restaurantes y a formarse todo lo que observamos hoy en día. Obviamente toda esa demanda hace que tú crezcas, es algo que va ligado.

Sin embargo, este negocio se mantiene muy fiel al pueblo de Formentera.
— Claro que sí. Y más teniendo en cuenta los primeros años de la tienda, cuando mi padre lo principal que hacía era atender a la gente de Formentera. Los primeros hoteles y apartamentos también eran de gente de Formentera, porque era la gente que tenía la tierra y se atrevía a construir cosas así. Ahora no, ahora somos una mezcla internacional de todo tipo de países y de lugares de España. Sin embargo, la confianza que nos tiene la gente de Formentera es algo que siempre nos ha acompañado y es algo que manifestaré mientras pueda.

Toda esta larga trayectoria se le ha reconocido con un premio Posidonia. ¿Cómo lo valoras?
— No tenía ni idea de que de que la cámara de comercio daba estos premios y cuando me lo dijeron pensé: «¡Madre mía, ¿qué es esto?!». Me lo fueron explicando y me pareció muy bien, fantástico. La verdad es que estoy muy contenta.

¿Cómo ha cambiado la forma de producir textil durante todos estos años?
— Fabricar cosas aquí no es que sea caro, pero no podemos competir con productos que vienen fabricados de India, China u otros países. Para mí es una vergüenza que se explote a la gente, pagando unos sueldos miserables para que aquí nosotros podamos “disfrutar y tirar”. Porque cuando algo cuesta muy barato no se le da el valor que se le debe. Esta mentalidad que se le está inculcando a la gente de “compra barato y tira, compra barato y tira” me encantaría que cambiara, por nuestro bien y por el bien de aquella gente –en referencia a la mano de obra barata en países subdesarrollados-.

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¿Siguen confeccionando trajes típicos?
— No. No sé cuántas mujeres puede haber en Formentera que vistan así, yo creo que no hay nadie. Todo esto ha ido evolucionando. Todas las telas que se vendían antes para poder hacer un buen vestido, una buena gonella o un buen jac, ya no tienen razón de ser.

El sector textil, donde se ubica este negocio, ¿tiene su nicho de mercado en Formentera?
— A mí me sirve para vivir bien, sin pretensiones de millonaria, y me sirve para mantener a los siete trabajadores de la tienda. Económicamente, en invierno no nos podemos mantener, pero no he cerrado nunca. Nos mantenemos porque durante 6 meses antes hemos trabajado mucho. Pero si cerrase el uno de noviembre y volviera a abrir en marzo habría más beneficio. Aun así, no se trata sólo de buscar un beneficio.

¿Qué virtudes y defectos considera que tiene Formentera a nivel empresarial?
— Durante el invierno somos muy poca gente. Formentera tiene un censo de 13.000 habitantes, pero un porcentaje significativo sólo viene a pasar tiempo, no consume aquí. En verano, en cambio, tenemos turistas de diferentes países, con gustos y características de lo más diversas. Esto implica tener productos adaptados a las características de todos los países i tener un stock impresionante. A veces es agobiante y provoca mucha presión. Durante dos meses sufrimos una presión altísima para poder atender a todo el mundo que viene muy poco tiempo o de paso, y que lo quiere tiene que estar en el momento.

¿Cree que existen diferencias entre Ibiza y Formentera a la hora de llevar un negocio de este tipo?
— Ibiza es mucho mayor, tiene muchos más habitantes. No obstante, no sé qué problemas tienen allí, pero supongo que los mismos, más o menos, que aquí. Aunque tengan más facilidad para recibir el material, porque nosotros tenemos una escala más, en general, serán los mismos.

¿Cuáles son los principales obstáculos de los negocios en Formentera?
— Hay ventas, no sé si llamarlas ambulantes, de escondidos o camufladas, que hacen daño. Otra cosa que es increíble hoy en día es internet. La gente, en vez de disfrutar yendo de compras, viendo el producto, probándolo y apreciándolo, se sienta en su sofá y elige simplemente a través de una foto. Me cuesta entenderlo, porque yo ando por el mundo tocando todo, porque me han enseñado a valorar las cosas por el tacto y siempre lo he apreciado. Se nota también la llegada de grandes marcas. Yo tenía una lencería que ahora está medio moribunda, porque con las grandes marcas que han llegado a Ibiza a precios tirados no puedes competir. Fue una de las cuestiones por las que decidí dejar de vender ropa. La entrada de grandes firmas nos ha afectado mucho.

Sin embargo, ¿se puede convivir?
— Estamos conviviendo, de hecho. Pero ellos siempre serán los fuertes. Mientras haya bonanza económica todo funciona, pero en el momento en el que hay una crisis nosotros somos los primeros en recibir.

¿Haría falta algún tipo de regulación?
— Cuando recibí el premio Posidonia pensé en hacer un discurso reivindicativo o hablar de la familia. Me decidí por el segundo. Eso sí, si no te sientes un poco respaldado no puedes seguir hacia adelante durante mucho tiempo.

¿Siente que en Formentera existe mucho apoyo institucional?
— ¿Cuántos negocios hay abiertos en esta calle ahora? Casi ninguno. Deberíamos tener como mínimo algún tipo de reunión. Nadie ha venido a interesarse por los problemas que tenemos o padecemos y en qué nos podrían ayudar. Al menos en mi caso, el Consell no lo ha hecho nunca.

¿Cómo se prevé el futuro de Teixits J. Marí Serra?
— Tengo un hijo, pero no puedo obligarle a hacer algo que no le gusta. Él me ayuda en épocas de trabajo, pero no es su mundo. Por eso no le quiero pasar la presión, porque algo que no te gusta no funcionará nunca.

Podría terminar conmigo, a no ser que yo encuentre gente que pudiera estar interesada. Con personas de mi familia puede que no.