Bartolo Escandell y sus hijos, montando el chiringuito. | Toni Ruiz

El rostro de Bartolo Escandell muestra una sonrisa de satisfacción mientras, a pleno sol y junto a sus dos hijos, montan madera sobre madera el chiringuito que tuvieron que desmontar al pasado mes de diciembre y que han estado gestionando los últimos 45 años en la playa de Es Cupinar.
El chiringuito no es de Bartolo, se trata de una concesión pública, a la que acceder mediante un concurso, que en esta ocasión dejó fuera a Bartolo y a los otros 5 concesionarios que habían explotado los quioscos hasta el pasado año. Ofertas económicas impresionantes, así como proyectos muy llamativos, llevaron la mayoría de los puntos a nuevas empresas que inicialmente se hicieron con las licitaciones.

Pero el proceso se encuentra estancado y las concesiones no se han podido otorgar por el aluvión de alegaciones (más de 60) presentadas por los concesionarios salientes y dos recursos contenciosos administrativos presentados en el TSJB. Para poder ofrecer los servicios de playa de Formentera, que también incluyen los alquileres de tumbonas y sombrillas y las escuelas de vela, se ha recurrido a la «prolongación de servicio» a la que se han sumado 6 de los 8 antiguos concesionarios de quioscos para este verano de 2022.

Bartolo se muestra satisfecho: «Llegamos tarde, pero lo importante es que, finalmente, vamos a poder ofrecer servicio a los turistas. Esto me había llegado a preocupar especialmente. En algunos momentos he pensado que este verano no habría chiringuitos y eso hubiese sido muy triste».

Cuando se le recuerda a Bartolo que su quiosco está adjudicado «provisionalmente» a una empresa de origen albanés, lo aclara contundentemente: «Esto no está todavía en manos de nadie, no tiene aún nuevo propietario. Nosotros hemos presentado nuestras alegaciones y estamos a la espera de respuesta, pero vamos a luchar hasta el último segundo por el futuro de mis hijos. Este ha sido siempre un negocio familiar y aquí nunca ha habido grandes empresas, ni grandes capitales de por medio. Nada más nuestro trabajo, nuestro compromiso y nuestra experiencia en el trato con el turista».

El montaje del quiosco continúa, Bartolo y sus hijos conocen a la perfección cada una de las maderas, las vigas y los tornillos y los van ensamblando como aquel que repite la confección de un puzzle una y mil veces. «La idea es que para San Juan podamos abrir, hemos perdido la Semana Santa, mayo y junio, pero qué le vamos a hacer. Esperemos que el verano sea bueno».
En la misma costa de Migjorn, otro clásico como el Lucky, un quiosco muy popular especialmente entre el público italiano, empieza a consolidar su vieja y sobria estructura, en la que se han degustado algunos de los mejores platos de pasta fresca de la isla.

Andrea Colina es el anterior concesionario y cuenta que «estamos muy contentos por poder abrir y dar servicio a nuestros amigos de tantos años. Todo el proceso ha sido muy complicado y he tenido muchas emociones encontradas, pero ahora mismo lo he olvidado todo y ya tenemos muchas ganas de abrir las puertas como cada año».

Mientras los operarios cortan y clavan maderas y buscan entre la arena el desagüe del antiguo quiosco, Colina también defiende que espera volver a conseguir la concesión que de momento ha perdido: «Este proceso está lleno de sin sentidos y por ello hemos presentado varias alegaciones que esperamos ganar. Decidirán los que lo tengan que hacer, pero mi segundo nombre es Esperanza y por supuesto es lo último que voy a perder».

La «prolongación del servicio» también incluye a los concesionarios de sombrillas y hamacas, que al precisar mucha menos infraestructura, la mayoría ya está dando servicio a los turistas. La escuelas de vela, que van en el mismo lote, también están a punto de reanudar su actividad.