Pepa de Cas Costes frente a la iglesia de Sant Josep. | Toni Planells

Pepa Prats (Sant Josep, 1948), de Cas Costes es, tal como ella misma se define, «una mujer payesa del pueblo y de tierra seca». Ha sido la encargada de dar el pregón de este año para las fiestas del pueblo que la ha visto nacer y crecer, Sant Josep, pueblo que ella también ha visto evolucionar a través de los años.

Usted ha sido la encargada de hacer el pregón de las fiestas de Sant Josep.
— Así es, pero todavía me estoy preguntando por qué. Soy una payesa del campo, que es verdad que he estado bastante en la parroquia y en la escuela. Pero, si te digo la verdad, no creo que haya hecho nada que merezca este honor, pero si así lo consideraron yo no puedo estar más agradecida.

¿De qué habló en su pregón?
— La verdad es que al principio no sabía bien de qué debía hablar, así que decidí hablar del pueblo: de lo que sé. De como está, de cómo era antes y, sobre todo, de como ha cambiado.

¿Y cómo ha cambiado?
— Mucho. Para empezar piensa que apenas podías moverte de tu casa, solo podías salir caminando o en carro. Hasta que llegaron las bicicletas, y no te creas que había en todas las casas. Solo salíamos en ocasiones concretas: para ir a comprar o para ir a misa.

¿Recuerda algún comercio de entonces dónde se hicieran esas compras?
— Claro, allí estaba Can Coques, en calle Pere Escanelles. Entonces, a temporadas, los domingos venían hortelanos desde las salinas a vender sus verduras y sus cosas: tomates, boniatos o lo que tocara según la temporada. Se colocaban a la salida de misa con sus pesas y la gente compraba lo que necesitaban. Entre semana también iban pasando los pescaderos, que tocaban el cuerno: «¡Buuuuuuu!», recuerdo que había uno que gritaba: «¡Jerret i peix de sopa!». Entonces salíamos con el sanalló, que en aquellos años no había bolsas, a comprar pescado.

Veo que por entonces lo que se estilaba era la venta ambulante.
— Sí, también de tanto en cuando venía al que llamábamos es padaçer (el trapero), que le llevabas lo que fuera que no usaras y lo cambiabas por otra cosa: una tacita, un platito o cualquier otras cosa. También cambiaban ropa usada, que la tela buena era un bien preciado.

En los días señalados ¿había actividades especiales?
— Claro, por ejemplo Joanet Xicu, que hacía espardenyes y las cubría de lona entre semana, montaba una rueda loca (una especie de ruleta de la fortuna), y que, por unos centimitos, podías ganar un collarcito de galletitas en Todos los Santos o en Navidad un turrón. También hacía sorteos con parejas de cartas. Son unos sorteos que hacíamos antes de la pandemia y que ahora volveremos a recuperar en las diadas de Manos Unidas.

Usted ha estado muy implicada en Manos Unidas.
— Así es. Alguna cosa he hecho y espero hacer muchas más, de hecho hará más de treinta años que estamos implicadas desde siempre. A parte de estos sorteos hemos hecho cantidad de actividades, hacíamos matanzas y hacíamos la comida de la diada y sorteábamos botifarrones o flaones, que hemos llegado a hacer más de cien. Siempre he estado implicada en todas las actividades de la iglesia.

Volviendo a los tiempos de los que habló en su pregón, ¿cómo fueron sus estudios?
— Había un colegio de monjas agustinas, allí íbamos niñas y niños mientras eran pequeñitos antes de ir a la Escuela Nacional. Yo fui a las monjas hasta sacarme el certificado de estudios, cuando terminé el cuarto grado, tendría unos 12 años. Jugábamos a juegos como la xinga, a la cuerda o al barrabás, una especie de pilla-pilla.

Ser mujer en esa época y seguir estudiando, no sería muy común.
— No, que yo tenga conciencia    no hubo muchas, recuerdo a una de Can Graó que creo que salió a estudiar fuera, o a Catalina de Can Pou, que se hizo maestra. Entonces los que seguían estudiando eran los chicos, que lo hacían en el seminario. Aunque no todos seguían.

Tal día como hoy, Sant Josep, cómo se vivía.
— Se desplazaba mucha gente hasta aquí. Se vestían con la mejor ropa y quién podía la estrenaba. Se hacían dos misas, una matinera y la grande, la de la fiesta. Los hombres se ponían en las tribunas, los obreros tras la trona y las mujeres en el resto del espacio. Los hombres cantaban desde la tribuna y en ocasiones las mujeres contestábamos cantando desde abajo. Las parejas de jovencitos ese día también aprovechaban para pasear juntos por la calle.

A la salida ¿se hacía ballada payesa?
— Entonces ballades como ahora todavía no. Sí que sonaban: venía Joan Cantó, también venía Toni de Can Pep Xicó, que    cantaba caramelles con Vicent Pujol, incluso les llegaron a grabar. Estas cosas sí que se hacían en el pueblo, ahora, esto de bailar no recuerdo cuando se empezó a hacer.

Felicidades Sant Josep.