Juanan Costa en su tienda de la calle Aragón. | Toni Planells

Juan Antonio, Juanan, Costa (Ibiza, 1972) regenta junto a su esposa Pepita uno de los comercios clásicos de Vila. Confecciones Aragón, una tienda de ropa a la antigua usanza, que invita a imaginarse en un viaje 30 o 40 años atrás en el tiempo. Un comercio local que sobrevive a base de cercanía al envite de las grandes franquicias de su sector. «Llevamos casi 50 años en Ibiza y siempre hemos venido a comprar la ropa aquí. Cuando entro ya se saben mi talla y mis gustos». Valga este testimonio de una clienta como muestra de la cercanía de Juanan al frente de este comercio local de toda la vida.

— ¿Desde cuándo se dedica a este negocio?
— La tienda la montaron mis padres, Juan (de Ses Hisendes de Cala d’Hort) e Inés (de Can Andreu de Corona), hace ya 50 años. El mismo tiempo que hace que nací yo. Así que se podría decir que estoy aquí desde que nací (ríe). Ya de niño me gustaba andar por la tienda y preguntarle a algún cliente en qué podía ayudarle. Hoy en día lo llevamos mi mujer, Pepita, y yo desde hace 20 años. Pero sí que es verdad que desde pequeño ya correteaba por la tienda.

— ¿En qué momento abrieron la tienda sus padres?
— Cuando se casaron. Mi madre trabajaba en Sant Antoni, en temas de hostelería, y mi padre trabajaba haciendo reportajes para Aitana (de Valencia) de RTVE. Yo diría que fue el primero en hacer reportajes en Ibiza. De hecho, le ofrecieron entrar en el equipo de Félix Rodríguez de la Fuente para grabar por el mundo, pero prefirió quedarse en Ibiza con mi madre. Se casaron y montaron la tienda.

— ¿Su padre conserva el archivo de esos reportajes?
— No. Mi padre me contó que se quemaron los estudios y con ellos el archivo que él había grabado. Es una lástima porque tenía muchos trabajos de entre el 65 y 75 (más o menos). Por ejemplo, de los inicios de la moda Ad Lib con Smilja, o incluso imágenes del accidente aéreo de Ses Roques Altes. Él fue el único reportero que llegó hasta allí.

— ¿Tampoco conserva las cámaras?
— Eso sí. Todavía tiene alguna de las que utilizaba, una Bolier grande que usaba para televisión, pero también una más pequeña que utilizaba para hacer vídeos domésticos. Tenemos una cantidad enorme de vídeos en Súper 8 de cuándo éramos pequeños. Recuerdo que hay uno de un invierno que llovió mucho. La calle Aragón no estaba ni asfaltada y mis hermanos (Toni y Óscar) y yo estábamos jugando y saltando con los charcos y mi padre nos hizo un vídeo antes de    bajar y tirarnos de las orejas.

— De reportero, ¿a montar una tienda de ropa y confección?
— Es que mi padre era un verdadero visionario. Cuando abrió esta tienda no se estilaban mucho las tiendas de ropa confeccionada, se estilaban más las de tela (que luego llevabas a la modista). Si no fue la primera en vender ropa confeccionada, seguro que fue de las primeras. Además, la tienda no era solo de ropa de hombre y mujer. Había ropa para el hogar, ropa infantil y hasta juguetes. El local era mucho más grande y tenía mucho personal. En ese momento, tanto representantes como gente que venía de fuera, nos llamaban ‘El Corte Inglés de Ibiza’. De hecho, uno de los primeros encargados que hubo en la tienda, un muchacho de Sevilla, cuando se marchó le ficharon como encargado en El Corte Inglés.

— Su vida laboral, ¿también ha sido siempre en la tienda?
— No. Yo estudié turismo, igual que Pepita, y los primeros años trabajamos en hoteles. El sistema de trabajo es un poco agotador, muchas horas, sin días libres... Yo seguía viniendo a la tienda a echar una mano cuando no trabajaba. Llegó un momento (cuando Pepita estaba embarazada) en el que mis padres nos ofrecieron formalmente hacernos cargo. Yo siempre había tenido la tienda presente y nunca concebí que esto se pudiera cerrar. Así que no les costó nada convencernos, les costó más dejar de venir (ríe), sobre todo a mi madre. Era una gran vendedora y disfrutaba mucho a la hora de ver a la gente, hablar con ellas y recomendarles una u otra cosa. Era una verdadera asesora de moda. Ahora se ha perdido esta costumbre con las franquicias, han cambiado la manera de vender y de comprar ropa. A veces entra alguien y parece que les molesta si te acercas a atenderles, o se van sin ni siquiera haber saludado. Es un sistema de venta muy distinto.

— Hábleme de estas diferencias entre ustedes y las franquicias.
— Para empezar, si te fijas, apenas tenemos dos maniquíes vestidos. Necesitamos el espacio para tener ropa. También trabajan con una gran ventaja, y es que más del 90% de la ropa que ves aquí está fabricada en España, la de las franquicias el mismo porcentaje (o más) está fabricado en países asiáticos. Eso les permite trabajar con unos márgenes muy distintos. Una camisa que vendo en esta tienda por 30 euros, a mí me ha costado 25; a la franquicia un euro y medio.

— ¿Piensa en jubilarse aquí mismo?
— Sí. Si no aquí, en la finca recogiendo garrovas, ya veremos. A ver si algunos de nuestros hijos (Joan, María y Anna) se anima a hacerse cargo, aunque la verdad es que no se lo hemos planteado nunca. Lo que pasa es que no le ha pasado como a nosotros, que hemos crecido dentro de la tienda literalmente. Tampoco les forzaríamos. Lo que estoy seguro es de que este negocio puede seguir adelante y ser rentable si se le sabe dar un giro. Es verdad que nosotros nos hemos acomodado.

— ¿En qué sector dice que se han acomodado?
— En el sector más clásico. Ropa de señora y camisas o polos para hombre. Nuestras tallas parten de la 42 hasta la 70. Antes había muchas más celebraciones (bodas y comuniones) y se aceptaba que un traje costara 200 o 300 euros. Ahora no se entiende tanto esto. No vendemos un estilo juvenil, es verdad, pero damos servicio a un sector de población determinado. También tenemos claro que no podemos competir y no lo hacemos.