Paco Valentín tras el mostrador de su casa de alquiler. | Toni Planells

Francisco Romero (S’Alamera, Ibiza, 1946) es conocido en Ibiza como Paco Valentín. Hablar de Valentín, en Ibiza, es hablar del pionero de uno de los negocios que, hoy en día, sigue suponiendo un pilar de la industria turística. El alquiler de vehículos. Paco fue el encargado de continuar el legado que su padre, Valentín, puso en marcha en los años 40, en una Vila que poco tiene que ver con la del siglo XXI.

— ¿Dónde nació?
— En pleno Vara de Rey, en el número 24, cuarto piso, cuarta puerta del edificio de can Pujolet. Todo cuatros, ‘quatre pics, quatre repicons’ (rie). En aquellos años, quién nacía en can Alcántara, can Villangómez o can Vilas era por que había algún problema.

— ¿Dónde estudió?
— Estudié hasta los 16. Primero en sa Graduada, después en el instituto, en Santa María, y más tarde en el Seminario. Allí estuve durante tres años, pero como suspendía siempre Latín, acabé por dejarlo, y mira que aprobaba todo lo demás.

— ¿Tenía intención de ser cura?
— Sí. Pero se me pasó rápido. Había cosas que no me gustaban nada. Eran muy rígidos y estrictos, cualquier cosa era pecado. ¡Hasta un estornudo!. Para que te hagas una idea: mi madre me compró una camisa de color rojo y la acabó llamando el rector para que me vistiera de una manera menos llamativa. Yo era bastante gordito, y por aquel tiempo no era fácil encontrar una camisa de mi talla.

— ¿Qué recuerdo guarda del Seminario?
— Ya te digo que no muy buenos en general. Había uno de los profesores, Don Juan, que era demasiado duro. Recuerdo que cuando podíamos salir a la playa o a dar una vuelta, venía y nos hacía caminar o ir a otro lugar para fastidiarnos los planes. Ha sido la única persona que me ha pegado un par de bofetones. En una ocasión, en el comedor, no sé por qué no me quería comer la naranja que teníamos de postre. Me sacó fuera y me pegó dos bofetones tan fuertes que enmudecieron al comedor entero. Tardé muchos años en volver a comer postre, y mucho menos naranja.

— ¿Todos los profesores eran así de duros?
— No. También estaba el padre Morey. De hecho fuimos amigos toda la vida. Con él hicimos la vuelta a Ibiza a pie en 1959, también pusimos la cruz de es Vedrà. Aunque, para ser sinceros, yo solo llegué a los pies de es Vedrà. Caía mucha agua y yo tuve miedo y no subí hasta arriba. En el último tramo de la vuelta a Ibiza, en Salines, vino la Guardia Civil y nos trajo a Don Joan Murtera para que nos acompañara el resto del trayecto. Fue cuando se llevaron al padre Morey por haberse hecho una foto con las hijas de un capitán de la Guardia Civil y, como iban en traje de baño, a los beatos les pareció demasiado indecoroso. Ya te digo que acabé por dejar el Seminario a los 16 años para empezar a trabajar con mi padre, Valentín. No he dejado de trabajar desde entonces.

— ¿Cómo empezó el negocio de su padre?
— Mi padre comenzó en la calle Bartolomé Vicente Ramón 20 en 1945. Recién casado con mi madre. Era un almacén de Vicente Ripoll, que se lo alquiló por cinco pesetas al día (150 pesetas al mes). En aquellos años le decían al señor Ripoll que aquel murciano no le pagaría nunca. Fue el único que aguantó. De hecho, hoy en día, somos los únicos que aguantamos en esta calle desde entonces.

— Su padre, ¿era murciano?
— Sí. Murciano murciano: nacido en Murcia. En Aledo concretamente. Tras la guerra lo mandaron con el talgo de regulares a Ibiza el 22 de mayo de 1940. No se fue nunca más. Conoció a Maria Bernada, mi madre, que era de Jesús y tuvo claro que ella sería la madre de sus hijos. Así fue, nos tuvieron a mí y a mi hermana Elena.

— ¿Por qué se decidió por el negocio del alquiler?
— Mi padre era muy aficionado a las bicicletas, así que comenzó por montarlas y arreglarlas. Por ejemplo, reforzaba los radios de las bicicletas de los pescadores, que llevaban el gerret a otros pueblos y había que ponerles radios triples. La carretera de salinas estaba ‘pavimentada’ con salitre, ¡imagínate!, la carretera era rosa y muy bonita, pero los radios de las bicicletas duraban dos días. También las alquilaba, claro, a céntimos o reales la hora. Apuntaba en una pizarra el nombre, la hora a la que se llevaban la bicicleta, a la hora que debía devolverla y, si llegabas un minuto tarde, te pegaba una buena bronca. Pero al día siguiente siempre volvían. Fue el primero en abrir un negocio de alquiler en Ibiza.

— ¿Quiénes eran los clientes de su padre en esos años?
— Los niños, por ejemplo. Que cuando sus padres, tíos o abuelos les daban dos reales se los gastaban en ir en bicicleta por el campo de fútbol de ‘sa palmera’ (dónde ahora está apartamentos el Puerto). Más adelante comenzó a montar Mosquitos en las bicicletas (un motorcillo que se adaptaba a las bicicletas). Con el tiempo acabó comprando motos (Ossas, Guzzis, Lubes) y más adelante coches, que los compraba de segunda mano en Barcelona y aquí los arreglaba para alquilarlos. Uno de los primeros coches que tuvo fue un 600, pero también tuvimos 2cv, Seats 127 o Meharis. Hoy en día tenemos una flota de unos 100 vehículos y ya no tenemos bicicletas (las dejamos, hartos de que nos las robaran). Mi hijo, Valentín, es quién está más al timón del negocio y quién ha sabido darle el mejor rumbo. También puedes ver a mi nieto, Toni, por aquí dando una mano ahora, en verano.

— En tantos años ha vivido momentos muy diferentes en la evolución de Ibiza. Tendrá mil anécdotas.
— Así es. Se podrían escribir libros con las anécdotas que tenemos. Muchas de la gente que viene a alquilar motos sin haber conducido ninguna nunca. ¡La cantidad de estos que se han estampado en la esquina de la gestoría Peña!. También te podría contar sobre la época hippie. Entonces tenía un par de motos alquiladas a unos americanos que estaban cerca de cana Anneta. Eran de los que tenían dinero y educación. Uno de ellos me dijo que era guionista de cine y el otro era músico. Yo iba a cobrar hasta Sant Carles y la señora Anneta siempre me decía si les había llegado el dinero o, si no, que volviera tal o cual día. Mientras estuvieron estos dos, no hubo problema. Ayudaban a los payeses a hacer cualquier cosa. Lo malo es que, más adelante, llegaron otro tipo de hippies que lo que hacían era vivir de estos primeros que vinieron huyendo de la guerra.