Eva, en su puesto de trabajo. | Toni Planells

Eva Moscoso (Ibiza, 1973) pertenece a la generación de hijos de quienes llegaron en su juventud con sus familias a Ibiza en busca de trabajo a mediados del siglo XX.

— ¿De dónde es usted?
— De Ibiza. Mis padres llegaron de pequeños con su familia como inmigrantes para trabar. Mi padre, Francisco, vino de Rute, Córdoba, y mi madre, Ascensión, de Archidona, Málaga. Se conocieron aquí, se casaron aquí y tuvieron aquí a sus hijos, Juan Manuel, Javi y yo, que soy la mayor.

— ¿A qué se dedicaban sus padres?
— Mi madre se ha jubilado justo este año. Se dedicó siempre a la limpieza en distintas empresas. Vivía en Dalt Vila con su familia. Como su madre tenía problemas de movilidad por su cadera, mi madre tenía que ir a hacer la compra por las mañanas antes de irse al colegio, que estaba en un portal cerca del Seminario. Allí una profesora, Doña Elodia, le daba clases. Se da la circunstancia de que la misma Doña Elodia le dio clases a mis hijos, Álvaro y Raúl, cuando iban a Sa Graduada. Mi padre se jubiló ya hace tiempo. Se dedicó siempre a la obra, aunque hizo otras cosas, como trabajar de ayudante cocina en el restaurante chino Nan-Kin. Que estaba en La Marina. También iba a descargar los barcos de cemento al puerto y lo que surgiera.

— ¿Tuvo usted a Doña Elodia como profesora?
— No. Yo tuve muchas ‘doñas Elodias’ en las monjas de San Vicente de Paul (ríe). De allí recuerdo a Doña Margarita, la profesora de inglés, que, pese a no ser monja, era muy estricta. También recuerdo a Sor Antonia, que era la directora, o al profesor de historia, que era encantador. Se llamaba Piña.

— ¿Siguió estudiando tras las monjas?
— No. No me gustaba mucho lo de estudiar. A los 15 comencé en mi primer trabajo. Fue en una tienda de souvenirs en La Marina, justo delante del Nan kin, donde mi padre había estado de ayudante de cocina.

— Supongo que habrá comido más de una vez en ese restaurante chino.
— ¡Ya lo creo!, esos rollitos de primavera, ¡qué buenos estaban!, o el postre que tenían, el nan kin, con nata, helado y nueces con miel. Era todo delicioso, tanto como el trato de Jaume. Además, cuando éramos pequeños y mi padre trabajaba en la cocina, mis hermanos y yo, íbamos por el callejón de detrás, donde está Valero (carrer de Sa Xeringa), y nos sacaba bolas de helado o pan de gambas por la puerta trasera de la cocina.

— ¿Cómo fue ese primer trabajo?
— Bien, recuerdo que mi madre venía a buscarme cada noche a Vara de Rey para que no volviera sola a casa, y eso que vivíamos en la calle Vicente Serra.

— ¿Sentía miedo de volver sola a casa?
— Yo he sido siempre muy cagada. Si tuviera una hija que saliera del trabajo de la misma manera que hacía yo, también iría a buscarla. Aunque ahora las chicas jóvenes son más espabiladas y valientes que yo a su edad.

— Tras su trabajo en el souvenir, ¿a qué se dedicó?
— Al principio, a hacer muchos cursos del paro. Después empecé a trabajar en el Eroski de la calle Castilla. Allí estuve unos tres años antes de comenzar a trabajar con Bernat, en la misma calle Cataluña, en la primera tienda de los veinte duros que hubo en Ibiza. Era 1999, lo recuerdo porque hacía un año que me había casado con Toni. Allí estuve bastante tiempo, durante el cual tuvimos a mi primer hijo, pero con el nacimiento del segundo lo tuve que dejar.

— ¿Por alguna razón concreta?
— Sí. Raúl nació con lo que aquí se llama el mal blau, una enfermedad del corazón que se llama tetralogía de fallot. Así que estuvimos con él hasta que comenzó a ir al cole. Todo comenzó como un soplo, tuvimos que llevarlo a Palma y de allí nos mandaron a Madrid. Era la primera vez que me subía a un avión. En Madrid, mi marido y yo, estuvimos dos meses con el niño ingresado en la UCI entre operaciones. Le acabaron poniendo un marcapasos y, salvo las revisiones periódicas que hacemos, ahora está perfectamente. Esos dos meses tuvimos la suerte de encontrarnos con dos buenas personas, Loli y Santi, unos amigos de unos amigos que apenas conocíamos, pero que nos acogieron su casa en Vicálvaro durante todo ese tiempo. Se lo agradeceremos siempre. Tuvimos mucha suerte, tanto con amigos como con los médicos, desde el Doctor Merino en Ibiza a los de Palma o los de Madrid.

— ¿Qué hizo pasado ese capítulo?
— Comencé a trabajar en Cecris. Hace 15 años que me contrató Gabriel y aquí sigo. Comencé a media jornada para poder atender a mi hijo, hasta que comencé a jornada completa. Además, siempre que hemos tenido que ir a pasar la revisión de mi hijo, no me han puesto nunca ningún problema.

— ¿Algún plan cara al futuro?
— Todavía me faltan unos años para jubilarme, pero, si es verdad que conseguimos jubilarnos, me gustaría disfrutar del tiempo y viajar.