Rosa en su establecimiento Encuadernaciones Galicia en pleno centro de Es Pratet. | Toni Planells

Rosa Riera (Ibiza, 1973) mantiene el oficio que aprendió de su madre, el de encuadernadora, en su negocio en pleno corazón de Es Pratet, en Vila. Encuadernaciones Galicia. Un negocio que resiste independientemente de la revolución digital que lleva décadas azotando a oficios tradicionales.

— ¿De dónde es usted?
— De Vila. Mi madre es Lina de cas Parrí y mi padre era Mariano, que había sido carpintero en Dalt Vila y también estuvo mucho tiempo como conductor de un camión para el Ayuntamiento.

— ¿Creció también en Vila?
— Sí. Vivíamos en la avenida España, tras mudarnos del carrer de Sa Creu, y fui al colegio a las monjas de San Vicente de Paul.

— ¿Qué recuerdo guarda de su paso por las monjas?
— Muy bonito. Hice muy buenas amigas que todavía conservo. De hecho, tenemos un grupo de whatssapp en el que estamos casi todas las de la clase. Somos unas 35 y seguimos todas en contacto. Recuerdo mucho a uno de los profesores, el mestre Piña, que nos daba Historia, cuando tocaba dar la lección tiraba el boli sobre la lista de clase y, a la que le caía el boli encima de su nombre, le tocaba leer la lección. También recuerdo a la señorita Antonia, la señorita Marga... o cuando nos fuimos de viaje de estudios a Mallorca. Aunque fuimos a un convento, nos lo pasamos genial. Después fui al instituto a Santa María.

— ¿Cuál fue su primer trabajo?
— El primero fue en la librería Hipérbole, allí estuve poco tiempo antes de trabajar en el Registro de la Propiedad. Estuve ocho años allí trabajando de administrativa, pero no era lo mío. La verdad es que hice buenos amigos y aprendí mucho, pero lo mío es hacer cosas con las manos. Después del registro estuve un año más trabajando en otra librería, Pergamino, antes de dedicarme a las artes gráficas y la encuadernación. Que es mi oficio, el de encuadernadora.

— ¿De dónde le viene el oficio de encuadernadora?
— De mi madre. Ella había estado trabajando, cuando era joven, en una imprenta de Ibiza, la Imprenta Isla, pero siguió encuadernando en casa después de dejarlo. Tenía una guillotina que se compró de jovencita en una habitación de la casa, que era donde trabajaba y donde yo la ayudaba desde que era pequeña. Siempre me ha gustado.

— ¿Desde cuándo se dedica profesionalmente a la encuadernación?
— Desde diciembre del 2000, cuando mi madre se enteró de que se traspasaba este local, en el que antes ya se dedicaban a la encuadernación. La abrieron unos gallegos hace mucho tiempo, de ahí su nombre, Encuadernaciones Galicia. Pero antes de que nos la quedáramos nosotras fue de una pareja ibicenca, de Joan y Xisca. Ellos y mi madre me enseñaron todo lo que sé. Al poco tiempo se incorporó Alex, mi pareja.

— En su tiempo libre, ¿también se dedica a aficiones relacionadas con manualidades?
— Sí. No dejo de mirarme cosas de manualidades, ahora estoy con el punto de cruz. También dedico mi tiempo a las plantas, a leer y, sobre todo, a mis hijos.

— Sus hijos, ¿han heredado su afición por las manualidades?
— Germán, tiene 18 años y está trabajando como electricista a la vez que estudia un módulo de aire acondicionado. Para eso necesita cierta mañana con las manos. Víctor, que tiene 10 años, es muy especial y un verdadero crack. Un poco pillo y cuadriculado, como su padre. Él tiene mucho talento creativo, se dedica a hacer composiciones colocando clips, botones y otros elementos con los que dibuja distintas cosas maravillosas.

— ¿En qué consiste el trabajo de la encuadernación?
— Depende del libro, claro. Pero el procedimiento estándar empezaría por montar los cuadernillos, después se cosen, se ponen las tapas y se corta con la guillotina. Eso sí, antes hay que haber hecho las tapas y grabarlas si hace falta. Para hacerlas hace falta cartón y tela o cuero o el material con el que se quiera hacer.

— ¿Qué tipo de clientela se acerca a encuadernar?
— Ahora es verdad que se encuaderna mucho menos. Es una tarea que lleva mucho tiempo y, a la hora de entregarlo, solo se fijan en cuánto vale, no se miran el trabajo que hay detrás. Pero, a quién le gusta tener las cosas encuadernadas, sigue viniendo. Hacemos bastantes trabajos de reparación de libros antiguos que están estropeados, también nos llegan encargos de libros de firmas para bodas, encuadernaciones de revistas, fascículos coleccionables y también alguna autoedición de alguien que ha escrito un libro.