Alfredo Marí en su nueva etapa como artesano. | Toni Planells

Alfredo Marí (Ibiza, 1967) es de Can Marrota, pero es más conocido como Alfredo de Pota Lait. Una banda de rock ibicenco que, con mucho arte y cachondeo, y poca intención, logró hacerse un hueco en el panorama musical ibicenco. Y es que Alfredo es un artista escénico nato, que también ha participado en varios rodajes de cine ibicenco, pero también un gran artista de la artesanía que ha decidido dedicar su vida a la elaboración de juguetes de madera.

— ¿Dónde nació usted?
— Nací en Vila, creo que en Can Alcántara. Nos han llamado siempre de Can Marrota, que era la casa de mi madre, Paquita. Los de la Plaça de Vila, donde tenían la panadería de Can Marrota. Mi padre, Alfredo de Can Covetes, era de una familia de pescadores de Sa Riva. De hecho, mi tío Antonio fue uno de los que se fue a Argelia en el Planisi. Era un auténtico showman, creo que yo lo he sacado de él.

— Su padre, ¿también era pescador?
— No. El tío Santi y el tío Antonio sí. Mi tío Vicent era electricista y, mi padre, era carpintero y ebanista. Pudo estudiar en Artes y Oficios y llegó a ser campeón de España y subcampeón de Europa de torno de madera con 19 años. Montó una carpintería en Santa Eulària, que pasó a convertirse en cristalería, la Cristalería Alfredo de toda la vida, que se cerró hace ya unos 20 años. Allí crecí y me crie, de hecho, si tengo oficio es el de cristalero.

— ¿Qué recuerdos guarda de su niñez?
— Uno de ellos es la escuela Blat, que era dónde iba. Una escuela privada que duró poco tiempo, pero que era una maravilla. Estaba cerca de Amnesia. De allí salieron muchos artistas, escultores o músicos como Rafe Peletey. Había escuela de arte, de música, inglés... Además, había un anfiteatro donde cada semana se hacía un consejo escolar donde hablábamos todos y se nos escuchaba. También de Sa Torreta, allí mi tío, Vicent Covetes, acampaba todo el verano y nosotros íbamos mucho con el llaüt de mi padre.

— Pregunta inevitable: ¿Volverá Pota Lait?
— No. Hago las cosas hasta que se acaban y Pota Lait ya se acabó. No significa que no siga haciendo cosas, como cantar con Ressonadors o colaborar con unos o con otros. Hacer un disco es un trabajazo y, tras 16 años y tres dicos, llegó el momento de decir que ya había suficiente. Estamos en la Enciclopedia d’Eivissa y Formentera, la gente todavía me recuerda nuestras canciones por la calle. Me siento más que satisfecho.

— ¿De dónde le vino su vena musical?
— Podría decir que de mis abuelos, Maria Marrota y Juanito Serrapets, ellos ya cantaban en el Orfeón. A parte de la escuela Blat, que allí nos enseñaban algo de música.

— ¿Cómo surgió Pota Lait?
— Sin querer casi. Yo tocaba un poco la guitarra y nunca se me hubiera ocurrido cantar. Pedro Parent se había comprado una batería y me propuso ir a tocar con él y con Juan Antonio, que sería el bajista y tenía un teclado, a su local. Más tarde se apuntaron Pol y Miguel, que era metalero. La cuestión es que, nos presentamos a un concurso en Es Racó Verd con tres canciones y media y triunfamos. Entonces, Miquel Botja nos dijo que, si teníamos una hora de concierto, nos contrataba para Sant Agustí. Curramos a lo bestia para tenerlo y triunfamos a lo bestia. Me supo mal por el grupo valenciano que vino después. A partir de entonces, empezamos a tocar aquí y allá hasta grabar el primer disco. Después que si un videoclip, otro disco y otro más. Hasta llegamos a tener una canción en un disco recopilación de músicos de los países de habla catalana, Cerdenya, del sur de Francia, con Antònia Font, Sopa de Cabra,Els Pets, Uc, Ja t’ho diré, Aires Formenterencs... También teloneamos a Els Gossos en Formentera. Allí reconozco que me puse muy nervioso, ni siquiera pude cenar. Eso sí, cuando subes al escenario se te pasa todo. Pero los nercios de antes son duros.

— ¿Miedo escénico?
— La despedida del grupo, el último concierto que dimos, se llamó ‘serrado por miedo essénico’. No creo que lo hayta tenido nunca, pero lo cierto es que el último año, media hora antes de comenzar me entraban arcadas que debían ser de los nervios. Ya ves que tontería después de 15 años.

— ¿Qué aficiones ha cultivado fuera de la música?
— De todo tipo. Por tierra, mar y aire. Por aire, por ejemplo, estuve volando con un ultraligero bastantes años. Un amigo me llevó un día a volar y me gustó tanto que me compré uno a medias con Pedro. Hicimos alguna que otra locura con él, dimos la vuelta a Catalunya y alguna otra. También soy aficionado al kayac y a la ebanistería. Me he llegado a hacer tres kayacs de madera. Uno para mí, otro para mi cuñado, y otro más al estilo esquimal.

— También le hemos visto en la gran pantalla ibicenca.
— Sí. De joven había estado en el grupo de teatro Arlequín e hice alguna obra. Pero soy muy malo a la hora de recordar los textos, también me pasaba con las letras de las canciones, por eso me gusta más el cine, que puedes repetir si te equivocas. He salido en películas de Héctor Escandell (también en la última, Es Gegant d’es Vedrà), las tres de Idò Matal’s y nuestros vídeos musicales.

— ¿Qué otros trabajos ha tenido?
— De todo tipo. Entre otras cosas, estuve llevando el tren turístico durante nueve años. Un amigo, Toni Monstruo quería dejarlo y me lo ofreció. Necesitaba a alguien que hablara idiomas y que fuera un poco showman y me animé. Fueron buenos años y muy divertidos, les contaba que de la algarroba se sacaba el Viagra o que ese señor en bici que nos cruzábamos era el campeón del Tour y le aplaudían. Reímos mucho. Después estuve como técnico multitarea en el Auditorio de Jesús con mi compañero Germán hasta que, hace poco, lo he dejado para dedicarme a los Jugueroix.

— ¿Qué es Jugueroix y de dónde sale?
— Sale de que siempre he tenido buen rollo y he hecho bromas con los niños, hasta les encantan las canciones de Pota Lait. Cuando murió mi padre, me dio por comprarme un torno y hacer algo de ebanistería por hobby. Con el festival Berruguet vi que había salida haciendo juegos de madera para los niños y me tiré a la piscina. Lo primero que hice en la escuela de Santa Gertrudis, después en otra escuela y cada vez me ofrecían más cosas, así que me decidía a dedicarme a esto. Tendrías que ver como se lo pasan los niños (y los adultos) con el tres en raya gigante, o con el escudo medieval para hacer puntería con los aros...