Joan Serra Mayans. | Toni Planells

Joan Serra Mayans (Vila, 1956) ha dedicado su vida a los números y a la economía pitiusa. Con raíces formenterenses, Serra Mayans, ha estado implicado también en política y en la Federació de la Petita i Mitjana Empresa d’Eivissa i Formentera (PIME) durante su dilata carrera.

— ¿Dónde nació usted?
— En Ibiza, en la calle Madrid número 10. Fui el mayor de cuatro hermanos, Bartomeu, Jesús, que falleció hace años en un accidente, y Antonia, que es la pequeña. Aunque nacimos todos en Vila, mi familia es de Formentera. Mi padre, Joan Blai, era empleado de la Caixa y, por eso, se trasladó a trabajar a Ibiza. En Formentera no había oficina. Mi madre era María de Can Mayans, también de Formentera.

— ¿Cómo acabó su padre, un hombre de Formentera, como empleado de banca?
— No me sé muy bien su historia. Pero sí que estuvo dos años en Casa de la Selva, Girona, preparándose para trabajar en La Caixa. Los de su familia tenían una tienda, Can Blai, en La Savina.

— ¿Mantuvieron el vínculo con Formentera?
— Siempre. Cuando éramos pequeños pasábamos todos los veranos, las Navidades y las Semanas Santas allí. Entre la casa de unos abuelos, Bartomeu y Catalina de Can Mayans, por parte de mi madre, y Joan y Antonia de Can Blai por parte de mi padre. La mayor parte del tiempo lo pasábamos en casa de mis abuelos maternos, en Sant Ferran, donde también tenían una tienda.

— ¿Cómo recuerda esa Formentera de su niñez?
— Una maravilla. Pese a que no había ni luz, ni agua corriente, ni carretera. Pero la tienda, que era donde pasábamos la mayor parte del tiempo.Era un entretenimiento constante con el ir y venir de la gente durante todo el día. Como estaba cerca de Es Pujols, nos íbamos hasta allí caminando.

— ¿Dónde hizo sus estudios?
— En Sa Graduada hasta los 10 años y después al instituto en Santa María, que no hacía mucho tiempo que lo habían abierto. Tras hacer COU, a los 17 años, me fui a Barcelona a estudiar Económicas en la Central. Era 1973 y se dio la circunstancia de que, ese año, al ministro de Franco, Julio Rodríguez, se le ocurrió que el curso escolar debía coincidir con el año natural ycomenzar en enero para terminar en diciembre. No duró nada, pero nosotros comenzamos el curso 73/74 en enero 1974.

— ¿Era habitual entre sus compañeros salir a estudiar fuera?
— Nosotros éramos unos 100 cuando hice COU. De memoria te diría que entre 30 y 40, como mucho, salimos a estudiar. Tampoco es que fueran pocos. La complicación era estudiar lo suficiente y la frecuencia de los aviones, que no era la misma que ahora.

— ¿Se adaptó bien en Barcelona?
— El primer año, sobre todo, íbamos siempre juntos una colla de ibicencos. También es verdad que procuraba venir una vez al mes. Viví con Paco de na Mariana el primer año, unos meses en un hostal. El segundo viví con Vicent Riera, Bartolo Funoll, Pep Costa…

— ¿Cuándo volvió a Ibiza?
— Cuando terminé. En 1978. Entonces comencé a colaborar con Jaume Ribas, que era de Formentera, pero tenía el despacho en Palma. Con él arranqué con algunas reuniones con empresas de Formentera. El año siguiente entré como asesor de la PIMEEF de Formentera. Hablamos de la época en la que Fernández Ordóñez hizo su reforma fiscal y cuando se empezó a tener que tributar como se tributa ahora. Cada tres meses presentar las liquidaciones y todo eso.

— Supongo que habría un antes y un después en su gremio tras esa reforma.
— Antes se organizaba por gremios, con índices correctores en función de trabajadores, locales… Pero yo no llegué a conocer ese sistema. Con la reforma se empezó a tener que tributar en función de lo que se facturaba, hacer retenciones a los trabajadores y una serie de operaciones administrativas que complicaban el pago de los impuestos. Había que montar un nuevo orden contable. Un trabajo que no todos los empresarios sabían hacer y, así, contaban con los gestores y asesores. Pero esto ya existía antes, no llegó con la reforma.

— Con la reforma, ¿detectó mucho trabajador en negro que regularizar?
— Pues no te creas. Al menos por la información que me llegó a mí, cuando montamos el departamento laboral, no te creas que había muchos. No llegué a ver que fuera algo masivo, no como en otros lugares fuera de las Pitiusas.

— ¿Ha evolucionado mucho su oficio desde entonces?
— Estoy atendiendo a nietos de mis primeros clientes. ¡Imagínate! Cuando empecé, los bancos funcionaban con fichas manuales. La informática ha facilitado mucho el trabajo administrativo, está claro. Pero también es verdad que cada vez hay más normativa y más control. Una de las cosas que se está perdiendo es el pago en efectivo, por ejemplo. Con el Bizum y esas cosas, el dinero está desapareciendo del mercado.

— ¿Se dedicó siempre a la gestoría?
— También me dediqué a la Pime de Formentera durante años. Fui el secretario y presidente hasta que me presenté al Consell d’Eivissa en 2007. Siempre tuve conciencia política, tal vez por los tiempos que corrían, y estuve vinculado al PSOE. Empecé con la alcaldía de Víctor Tur en Formentera (83-87) y acabé presentándome al Consell de Formentera en 2007, pero no nos entendimos mucho y renuncié. Cuando pasó todo, Xicu Tarrés me propuso como conseller no electo, y acepté. En 2011 volvimos a casa y dejé ya la política.

— ¿Cómo calificaría su etapa política?
— Enriquecedora. Yo creo que sería bueno, tanto para las personas como para la política, que la gente que está en el mundo empresarial o laboral pudiera interrumpir su actividad para tener una etapa en la política. Que no se profesionalizara tanto la política como está sucediendo. Sería bueno que ser político no fuera una profesión. Así estaría más en contacto con el mundo real. También echo de menos más movimiento ciudadano.

— Desde su experiencia, ¿cómo ve la situación actual de Ibiza?
— Una pena ver como se están transformando las cosas. Como decía Toni Miqueleta: tenemos que parar un poco. Parece que no nos damos cuenta de que todo lo que estamos haciendo tiene repercusiones. Si Ibiza y Formentera siguen cambiando el modelo de propiedad de sus establecimientos, el cambio en la sociedad será brutal. No es lo mismo un tejido de pequeños y medianos empresarios de aquí, que llevan toda la vida trabajando, que una serie de multinacionales que convierten a estos pequeños empresarios en asalariados. Vender es un error. Cuando vendes, entre los impuestos y ‘bromas’ como esta de la inflación, no haces más que perder. Mejor buscar fórmulas para mantener el negocio y la manera de que los tuyos lo puedan heredar y seguir una línea. Se está perdiendo una tradición de pequeña y mediana empresa. Estamos viviendo un desarraigo brutal del que es casi imposible volver atrás. Tampoco estoy seguro de, hasta qué punto, los análisis que hacen desde las instituciones, muestran que no se enteran o que no se quieren enterar.

— ¿Cómo mira al futuro?
— Evidentemente ya miro hacia la jubilación. Ahora ya están mis sobrinos, uno de ellos al cargo de la empresa y como socios, de la que éramos socios los hermanos, así que la empresa tiene futuro. Pero reconozco que me seguiré pasando a echar un ojo entre ir y volver de Formentera o Sant Llorenç, pescar y vivir más tranquilamente.