Maria Marí en su pescadería del mercado. | Toni Planells

María Marí (Sant Josep, 1954) ha sido pescadera durante décadas. Desde su puesto, Pescados Oliver, en el Mercat Nou ha visto pasar los años, igual que los cambios que ha venido atravesando el mercado durante su carrera tras el mostrador de su puesto de pescado.

— ¿De dónde es usted?
— Nací en Sant Josep. En Can Ramon d’en Berri. Yo soy la mayor de siete hermanos y todos nacimos allí. Mi madre era Maria y venía de Can Ramon de Corona, de Can Ramon. Mis abuelos de Corona, Vicent y Maria (de Can Besora), se llevaban 17 años de diferencia. Cuando mi abuelo se casó con la que era la más pobre del pueblo, cerca de los cuarenta años, y le preguntaban por qué con una mujer tan joven, él respondía que alguien tendría que cuidarle cuando fuera mayor. Mi abuela murió muchos años antes que él. Por parte de mi padre, mis abuelos, Vicent y Catalina (de Can Cantó de Sant Josep), vivían con nosotros en la casa.

— ¿A qué se dedicaban en su casa?
— En casa había muchos animales, cabras, ovejas. Se hacía mucho queso y, también, se labraba y se cuidaba del huerto. Aunque mi abuelo era ‘el jefe’, nunca le vi trabajar, ni el de Corona ni el de Can Berri. Quienes trabajaban eran mis padres y otros trabajadores que contrataban. Durante años, entre todos los hermanos, mis padres, mis abuelos y los trabajadores, cada día éramos doce en la mesa. Ya te puedes imaginar que, con tantos hijos, a mi madre no le quedaba mucho tiempo de hacer otra cosa. Yo, siendo la mayor, también te puedes imaginar que tuve que espabilar desde bien jovencita.

— Aparte del trabajo, ¿qué recuerdos guarda de su infancia?
— Recuerdo que íbamos a pescar con mi abuelo. Nos llevaba a Porroig, o al Torrent d’en Pujolet en bicicleta o caminado, con una caña y un sanalló que traíamos lleno. ¡Y eso que pescábamos desde tierra!, ahora no sacas eso ni en barca. Además, usábamos de cebo las lombrices y bichos que encontrábamos en la tierra.

— ¿Fue al colegio?
— Sí, al de Sant Josep, claro. Tengo muy buenos recuerdos del colegio, sobre todo de Doña Catalina y de Don Pedro Planells, eran muy buenos profesores y, si Don Pedro no se hubiera metido en política, estoy segura de que todavía seguiría en Sant Josep. Pero solo hasta los 13 años, cuando empecé a trabajar en Sant Agustí, en es Cucó d’en Marí. Un bar que, a la vez, era tienda y una pensión donde también se podía comer y dormir. De hecho, yo estaba allí interna, solo volvía a casa los domingos.
Allí trabajábamos los dueños, Vicent y Pepa, yo y un camarero que se llamaba Valeriano y con quien me acabé casando años más tarde y teniendo mis dos hijos, Óliver y Valeriano.

— ¿Trabajó en Sant Agustí mucho tiempo?
— Unos cinco años, hasta que Vicent y Pepa murieron. Entonces Valeriano y yo nos fuimos a trabajar a Sant Antoni como pescaderos, en la pescadería de Joan Tur. Allí estuve hasta que nos casamos, cuando yo tenía 22 años. Entonces me fui a trabajar a un hotel, que tenía apartamentos, en Cala Vedella. Empecé como camarera de pisos y llegué a ser gobernanta. Al casarnos, Valeriano empezó a trabajar en otra pescadería, esta en el Mercat Nou y, para cuando yo había llegado a ser gobernanta, con una buena paga y hasta un coche, quebró su jefe. Así que decidimos comprar un puesto en el mercado. Le pusimos el nombre de nuestro hijo mayor, que estaba recién nacido: Pescados Óliver. Al principio, algunos de los puestos vecinos no nos daban más de dos telediarios aquí. Y es que debíamos hasta las bombillas. La cuestión es que acabamos comprando el puesto de delante y ya llevamos aquí 42 años. Ahora con mis hijos, Valeriano y Óliver, que siempre bromean con que nos jubilaremos los tres juntos.

— ¿No piensa en jubilarse?
— Mi hermano, Pep, que ha estado con nosotros muchos años, sí que se ha jubilado. Pero yo, si es que, con mis 68 años, estoy bien, no me duele nada y, al fin y al cabo, es ayudarles a ellos. No es que me guste levantarme pronto, pero bueno. Piensa que, en verano hay que levantarse a las 4:30h para empezar a colocarlo todo a las cinco.

— ¿Ha visto cambiar mucho el mercado en estos 42 años?
— Sí, al principio venía la gente de Ibiza y menos grandes superfícies. Que es a lo que se han acostumbrado los jóvenes. En cuanto mueran los cuatro mayores que quedan, los que viven cerca o vienen en el bus con su senallonet, no vendrá nadie. Ahora hay que reconocer que vivimos del turismo en verano, clientes particulares de grandes villas, por ejemplo. Si no cerramos en invierno, es por no dejar a nuestros clientes de todo el año tirados. Ya ves que ha cambiado mucho, sí, de hecho fui partícipe en uno de los cambios. Fue hace unos 14 años, más o menos, cuando los del mercado hicimos una sociedad para arrendarlo al Ayuntamiento los diez años que quedaban de concesión. Desde esta sociedad remodelamos los bajos, en los que había cámaras de frío y almacenes, para convertirlos en parking. Recuerdo que, a la hora de pedir los 300.000 euros que costó la reforma, de los cerca de 100 puestos que éramos, solo nos presentamos diez o 12 al notario (ríe). Al parecer, el sábado nos dan una placa de agradecimiento a estos fiadores.

— ¿Ya tenían problemas de aparcamiento entonces?
— Así es. El aparcamiento es lo que nos mata en el Mercat Nou. Ahora, con las obras de Ignacio Wallis, apenas se puede venir caminado. Si lo que se quiere es sacar el tráfico de la ciudad, también habría que sacar el mercado. Sería lo suyo. Cuando vine, el mercado estaba alejado de la población. Yo me examiné de coche aquí mismo. Ha habido años buenos pero, hoy por hoy está todo muy parado. El problema principal es el aparcamiento. ¿Por qué te crees que las grandes superficies están llenas todo el día?, porque aparcas al lado y cargas la compra tranquilamente. A ver quién se va cargado con la compra, en pleno verano, desde el Mercat Nou hasta, por ejemplo, el parking del Cetis.

— ¿Ha cultivado alguna afición?
— La cocina. Siempre me ha gustado cocinar y, desde que faltaron los de casa, hago hasta la salsa de Nadal. Y eso que, a mí, no me gusta (ríe). Cada domingo, que nos reunimos todos los hermanos, soy yo la que se encarga de cocinar. Mi plato estrella, aunque no lleva pescado (ríe), es el sofrito pagés. Pero también me sale muy buena la caldereta de langosta o de bogavante. Me dedico a mirar recetas y, poniendo y quitando cosas, hago la mía propia.