Juan Carlos Escandell posa rodeado de instrumentos. | Toni Planells

Juan Carlos Escandell (Vila, 1965) puede presumir de haber vivido siempre de la música. Desde su infancia en la Banda Municipal y una juventud tocando en distintas bandas de rock en hoteles y eventos, lleva más de tres décadas como responsable de Musicasa rodeado de músicos e instrumentos. A la vez es uno de los creadores de Eivissapiens, una iniciativa que ha despertado el in¡terés de las nuevas generaciones por la cultura y la tradición ibicencas.

— ¿Dónde nació usted?
— Nací en Vila, en Can Alcántara. Fui el pequeño de tres hermanos, el ‘caganius’ vamos (ríe), y es que me llevo 14 años con mi hermano, Pere, y con mi hermana Maribel, me llevo 11. Además de ser el ‘caganius’ nací ‘roto’ (herniado) y, si lloraba, se me abría la hernia. Así que, como no podía llorar, me llevaban siempre entre algodones para que no me disgustara y era el ‘malcriado’ de la casa (ríe). Al final me curó una mujer de las que ponían bien el estómago (no recuerdo su nombre. Eulària, tal vez) que vivía en una casita en Ses Feixes, detrás de la plaza de toros.

— ¿Dónde vivía con su familia?
— Vivíamos en Figueretes, en la calle Navarra, en uno de los chalets que se construyeron en la zona en un boom que hubo en los años 70. El nuestro es el que tenía unos dados de póker en la entrada. Los hicieron mi padre, Pepe, y mi abuelo, Pere, de Can Petit. Mi abuelo fue maestro de obras en esa época, hizo varios edificios en Vila y La Marina. Mi padre, en cambio, fue militar, como buena parte de su familia. Mi madre, Antonieta de Can Vidal, se dedicaba a nosotros y a la casa.

— ¿Cómo recuerda Figueretes en su infancia?
— Figueretes siempre fue mi barrio y, este mismo año, he tenido el orgullo de ser el pregonero de las fiestas. Cuando era niño, Figueretes estaba ‘lejos’ de la ‘capital’ que era Vila. Las calles no estaban ni siquiera asfaltadas y se regaban con la manguera contínuamente. Desde casa, se podía ver el mar. Fue una infancia y adolescencia bestial. El Barrio era como una familia, no solo de ibicencos, ya había muchos andaluces y nos ayudábamos unos a otros como una piña. Se vivía el barrio: comprábamos leche fresca en la esquina o ‘sedalinus en la mercería de Adelita. En el taller de Manolo, nos arreglaba las bicis y las motos, comprábamos carne en la carnicería de los Valencianos, el restaurante Estambul, el Xaloc, el Pío Lindo… La iglesia de Sant Ciriac, donde hice la comunión, era un local (donde ahora está la biblioteca). Los niños apenas pisábamos la casa, pasábamos el día en la calle. Cuando no hacíamos una cabaña en un algarrobo nos íbamos a jugar al cementerio. También éramos una piña, Toni Moya, Alfredo, Quico, Marga o Jaume Manuel Ribas, que fue el que nos contagió la música a los demás niños cuando no teníamos más de seis o siete años.

— ¿A qué se refiere?
— Jaume Manuel Ribas (gran músico, director de la Banda de Santa Eulària y profesor del Conservatorio) tocaba en la banda de Don Vitorino, lo veíamos tocar y nos flipaba, así que acabó convenciendo a todos los niños del barrio para que nos apuntáramos a la Banda Municipal. La banda también era como una familia de gente de todas las edades, perfiles y niveles sociales, con Don Vitorino como cabeza, que nos trataba con mucho cariño. Allí aprendí a tocar la flauta travesera y me acabé quedando como flautista solista. Como con Don Vitorino aprendíamos, pero no nos podía dar un título reglado, había que ir al Conservatorio de entonces, que era, literalmente, la casa de Lina Bufí, en la calle Juan de Austria. Tuvo mucho mérito, entonces enseñaban Don Vitorino y Don Rafael Zornoza, con su rondalla, pero la única que te ofrecía hacer la carrera de Música fue ella. Eso sí, hasta hace no tanto, los exámenes había que hacerlos en Palma ante un tribunal que no te conocía de nada, con todos los nervios de jugarte todo el año en cinco minutos. Con la parte técnica de la flauta me ayudó un hombre que venía en verano, Eugenio Peris, pero también me enseñó un hippie de la época, Henry Masel’s, que era peluquero. Yo le enseñaba música y él me enseñaba flauta (ríe).

— ¿Qué le supuso descubrir la música?
— La música fue mi descubrimiento vital. Gracias a la música hago lo que hago y estoy donde estoy, me lo ha dado todo. Me ha hecho crecer y me ha acompañado siempre, como una compañera de vida que jamás te deja tirado. A los 14 años ya me entró la vena rockera, hice un grupito, ‘Samba’, con mi primo, Toni, con Xiscu, Juanito y Javi, y ¡a darle caña!. Como con la flautita, o tocabas bossa nova o tocabas Jetro Tull, me dediqué a la batería. Tocábamos en hoteles, verbenas, bodas, bautizos y en todos lados: en el Gala Night, Es Pins, Cova Santa, en ese Castillo que había en la entrada de Sant Antoni, en los burros de Santa Gertrudis o en el Casino durante 15 años. Entre nosotros y otro grupo, ‘Shock’, nos lo llevábamos todo en la isla. Ellos hacían la parte soreste y nosotros la parte sur y oste. Cuando hacía la mili, acabábamos de tocar a las 12:30 en los hoteles, así que me las apañaba para hacer las peores imaginarias en Comandancia, de 3:30 a 5 de la madrugada

— ¿Qué repertorio tocaba en sus bandas?
— Ya te digo que he tenido varias bandas, algunas de manera alterna y de estilos distintos: A lo mejor tocaba con un trío clásico en una boda para, después, tocar en el banquete con la banda (ríe). También tenía un cuadro flamenco Principalmente tocábamos temas populares del momento. Podíamos meter repertorio de Beatles, de Status Quo o de Bob Marley. Siempre según viera a la gente, aunque llevara un repertorio, lo cambiaba sobre la marcha en función de cómo reaccionaba el público. Algo parecido a lo que hacen ahora los djs buenos. Nunca dejábamos que se vaciara la pista. Con el grupo ‘Patógenos’, hacíamos versiones del pop de la época: Radio Futura, golpes Bajos… algo parecido a lo que hacen ahora ‘Canallas del Guateque’. Con ‘Patógenos’, fuimos los teloneros de Los Rebeldes en el primer San Pepe Rock. Sin embargo, la banda con la que más hemos trabajado es la ‘Orquesta Tánit’, con Lola y con Juanjo, tal vez ha sido el culmen de mis bandas.

— ¿Ha cambiado mucho el panorama musical en Ibiza?
— Ya lo creo. Sin hablar del Conservatorio, de apenas tener una banda municipal, ahora ya hay Banda Municipal, Banda Sinfónica, agrupaciones de cámara y bandas en cada uno de los pueblos… Aparte de las bandas de rock, que ahora hay muchísimas. Espero que este momento musical dure muchos años.

— ¿Sigue viviendo de la música?
— Sí, pero desde otro ángulo. Sigo siempre rodeado de música, de músicos y de instrumentos en Músicasa. Una tienda que montó Cándido, que era bajista en los ‘Patógenos’, de una cadena del señor Salóm, de Mallorca. Hace 35 que yo soy el responsable, desde que Cándido la dejó uno o dos años después de abrirla. También he dado clases de música en Sa Graduada, en Can Cantó y en Cas Serres, gracias a Doña Nieves.

— ¿Sigue tocando?
— No. Aunque siempre he tenido claro que volveré a tocar en la Banda Municipal, todavía no ha llegado el momento. A día de hoy, he delegado lo de tocar en mis hijos. Los pequeños, Carlos y Lídia, acaban de montar su primera banda, que se llama ‘Esta me la sé’. Lídia toca la batería y Carlos la guitarra y la voz. Además, han fichado a Juanjo (de la ‘Orquesta Tánit’) como teclista, (ríe) ¡este va de generación en generación!. El mayor, Pablo, es el pianista y está a otro nivel. Lo que sí que he hecho también es componer. Lo primero que hice fue el himno del equipo de básquet de mis hijos (Can Cantó)

— ¿Nunca compuso su propia música?
— Esto lo he hecho últimamente. La primera vez fue el himno para el equipo de básquet de mis hijos, Can Cantó. De himno en himno (ríe), también hice el del Ibiza, el C.D., claro, junto a Javi. Junto a Santi también he hecho el de la Penya Deportiva y ahora también estoy trabajando en otro proyecto. Siempre he sido muy futbolero, desde que mi tío, Riusec, me llevaba al campo a ver el Ibiza. Eran tiempos gloriosos con alineaciones míticas. Arabí y Azpirizcueta acabaron jugando en el Espanyol, por eso el Espanyol es mi equipo.

— ¿Se podría decir que la música y el fútbol son sus pasiones?
— Yo añadiría, al lado de la música, el Eivissapiens. Es la creación, junto a Vittorio Maganza de la que más orgulloso me siento. Partiendo del concepto de que no puedes querer lo que no conoces, logramos enseñar a casi mil chavales de los institutos lo que es realmente Ibiza y Formentera, su cultura y sus tradiciones más allá de lo que se ve superficialmente. Todo a través de un juego entre distintos centros con el que aprenden. Algunos institutos han añadido ‘Eivissapiens’ como asignatura y es todo un orgullo.