'Es canvi de parella', como su nombre indica, es siempre interpreta- do por dos parejas que se intercambian entre sí. Foto: XICU BUFÍ.

Pensamos en el ball pagès como un quieto vestigio más del pasado de las islas. Inmutable y eterna tradición que se perpetúa de padre a hijos. No es así. Algunos de los bailes que bailaban nuestro abuelos se han perdido irremisiblemente, mientras, otros nacen con los nuevos tiempos. Durante el último siglo, de hecho, han aparecido distintas variantes de la Llarga con imposibles coreografías. Ballades jamás interpretadas a la vera de los pous y fonts que pueblan la geografía pitiusa y que tradicionalmente han sido el escenario ideal de las fiestas payesas. «Estas nuevas ballades están pensadas para interpretarse sobre un escenario, con una complicada coreografía y estrictos pasos de baile», comenta Xicu Bufí, responsable de la Escuela de Folklore del Patronat de Música.

El primero de estos bailes -por estricto orden de aparición- es la Giratomba o Una a cada cap, interpretado por dos mujeres y un hombre. Sobre el terreno de baile -cuya representación es siempre oval y con dos pequeños círculos a cada extremo-, dos balladores se sitúan precisamente en los extremos. El hombre, no obstante, para en el centro de la pista. El ritmo de la Giratomba es el de la Llarga pura. Las balladores toman, literalmente, el terreno de baile deteniéndose en el centro para realizar distintos adornos y figuras. El ballador, por su parte, las acompaña con las castanyoles, que pasa alternativamente por encima de sus cabezas «de modo que ninguna de ellas se sienta discriminada», apunta Bufí. El ballador lleva esta deferencia hasta sus últimas consecuencias al finalizar el baile. Ellas lo terminan frente a frente en el centro de la pista. El, en el centro, extiende los brazos hacía las dos balladores saludándolas con las castanyoles.

Dentro de los llamados bailes modernos, esta variedad, la Giratomba, es, en opinión de Bufí, la más antigua: «Recuerdo que en mis primeras ballades -yo debía tener entonces unos trece años- ya se bailaba esta modalidad de la Llarga», explica. Otra cosa distinta es cuando, Una a cada cap es interpretada por dos balladors al mismo tiempo: «En mi opinión -apunta Bufí-, ésta última modalidad, con dos balladors, no debe tener más de una década de existencia». En este último caso, al finalizar el baile, los balladors terminan, dándose la espalda, de cara a cada una de las mujeres, a las que saludan con la ya clásica reverencia final.

Es canvi de parella, es otro de los bailes de nueva creación. Este baile, de complicada coreografía, no tiene más de treinta años y, como comenta Xicu Bufí, surgió de la necesidad de alargar las ballades interpretadas por los grupos folklóricos, «dándoles un mayor colorido y vistosidad».