Hasta 41 niños saharauis llegaron ayer a la isla.

Ya están aquí. Los 41 niños saharauis que pasarán unas semanas con familias ibicencas y formenterenses llegaron ayer por la tarde al puerto de Eivissa, en medio de una expectación inusitada para la mayoría de ellos: las cámaras, los periodistas y las familias que los acogerán les esperaban en el muelle, lo que dejó a más de uno con la boca abierta. Quienes no sonreían eran los cinco monitores que les acompañaran en este viaje. Estos han venido aquí con dos misiones: la primera, vigilar las correrías de los pequeños; la segunda, curarse de sus pies destrozados, sus ojos reventados u olvidar las extremidades que han perdido en la guerra que vive su país. En ellos, todo era escepticismo.

Los problemas de la compañía aérea Air Argelie retrasó su visita a la isla. Mientras, han pasado dos días sin dormir, esperando en el aeropuerto de Tindouf, casi sin alimentos y sin agua, según la coordinadora de esta expedición y miembro de la ONG Amics del Poble Saharaui, Loreto Mayol. Sus rostros reflejaban cansancio por el viaje, pero también expectación por saber cómo se vive en España, donde se puede jugar sin el temor a pisar una mina antipersona.

«Sólo vienen unos pocos: los que están enfermos o los que han sacado las mejores notas en sus colegios. Después, vuelven a su país y les cuentan a todos sus amigos cómo es esto, así les motivan para que sigan estudiando», explica Mayol. De momento, la primera actividad que tienen preparada para ellos es un somero reconocimiento médico, para determinar cuál es su estado de salud. Más tarde llegará la diversión.