Noche tras noche , chicos y chicas salen a la calle a mostrar su arte, unos como forma de ganarse la vida, otros en busca de sentirse libres o ambas cosas. Las calles más céntricas de Vila donde las preciosas terracitas se iluminan y acogen a un gran número de turistas, son el lugar perfecto para actuar.

El mimo Damián es el primer año que viene a la isla, aunque toda su vida se ha dedicado a ello. Ha actuado en San Francisco, Los Àngeles, Barcelona y algunas ciudades de su país de origen, Argentina. Damián cuenta que lo que más le gusta del mimo es su expresión. «La capacidad que tiene para poder sacar lo que la gente tiene dentro y poder reírse de sí mismo. Lo que consigo sacar a la gente, su energía, es como una terapia para mí. Eivissa me produjo un choque muy fuerte con tanto glamour pero poco a poco he ido conociendo gente que me han hecho sentir mejor», asegura.

A la guitarra, Iván y Matías. Ambos se conocieron en la isla y como si se tratara del guión de una película intentaron ganarse la vida con distintas disciplinas, pero terminaron trabajando en lo que más les gusta, la música. Antes ya habían estado trabajando en este mundo con improvisaciones, promociones de conciertos, incluso colaborando en la grabación de discos; pero es en las calles de la Vila donde mejor se desenvuelven. De su actuación explican que «en función de la terraza tocamos lento, deprisa, inglés o en castellano, pero siempre canciones versionadas por nosotros. Nos hacemos llamar Cuerdas rotas». Iván dice que lo que más le gusta de trabajar en las terrazas es la espontaneidad de la gente que les está escuchando. «Hay noches que los espectadores nos sorprenden y se ponen a bailar, esa implicación es lo mejor», cuenta Iván.

Caminar sobre una cuerda es el espectáculo de Nico. De 24 años viene de Alemania y de esta forma explica su disciplina: «Para mí, caminar sobre una cuerda es un deporte y también una especie de meditación en la que tienes que controlar tu cuerpo y tu mente, al mismo tiempo, si pierdes el control de uno pierdes el control sobre la línea. Hay mucha gente que está interesada o quiere probarla así que nunca estoy solo cuando empiezo a caminar».

Germán es el chico de la bola, aunque prefiere llamarlo, Contact Ball. Es la primera vez que visita Eivissa pero ya es la ciudad 23 en la que ha estado sólo este verano. Del contact lo que más le gusta es «la sensación de no mente, un especie de meditación activa. Al principio la isla me produjo rechazo pero después me fui aclimatando y ahora no descarto quedarme aquí como ciudad base para seguir con mi gira».

Un clásico de Brasil

Seis impresionantes chicos componen el grupo de la Capoira, una especie de lucha que se originó del sufrimiento de los esclavos de Brasil y terminó siendo una danza conmemorativa. El grupo ya lleva cinco años actuando en las calles y son realmente expertos de las acrobacias y saltos y cualquier sitio es bueno para ello, el suelo o la pared. Gastón y Velinton cuentan que aunque trabajan hasta tarde sólo pueden estar cinco o seis minutos en cada terraza porque la policía no les deja más tiempo. Gastón dice: «Sin duda lo que más nos gusta es todo lo que aplaude la gente. Es curioso, hay familias que nos siguen durante todo el recorrido, otras que nos echan dinero desde sus balcones por costumbre cada noche. En Eivissa, la gente tiene una actitud y una energía más positiva que en otras ciudades, quizás por ser zona costera, pero es así. Entre nosotros solemos hablar de la libertad que sentimos al hacer capoira».

El recorrido artístico termina con Abel, un valenciano que trabaja malabares con fuego. Es su primera vez en la isla; antes ya había estado, como parte de la animación, en hoteles por toda la península. Abel dice que «lo mejor de trabajar en la calle es poder hacerlo donde quieras y en un espacio abierto. En Eivissa, a diferencia de otras ciudades, lo aprecian más. Aquí me siento mucho más abierto a investigar con lo que sé y lo que puedo llegar a hacer. Para mí, los malabares me hacen entrar como en mi mundo interior, mi show».

Por una razón o por otra, Eivissa es un lugar de inspiración, un lugar de peregrinaje para muchos artistas, en el que la fusión, la creatividad y la improvisación están a la orden del día.