-¿Cómo es el tratamiento en los medios de los temas de violencia de género?
-Ha cambiado en un periodo bastante reciente. Hemos pasado a una total invisibilidad hace diez o quince años, cuando las noticias del maltrato en la pareja no se recogían generalmente en la prensa. Hay un caso muy famoso, el de Ana Orantes, en 1997, y desde entonces ha habido un cambio hacia la visibilidad. El periodismo ha hecho un trabajo importante de poner ante la opinión pública la violencia de género. Cada vez que hay un asesinato o una lesión muy grave, la prensa se moviliza.
Cuando analizamos estos últimos 10 años entramos en el conflicto de la cantidad y la calidad. Es importante que salgan las informaciones, pero el tratamiento que reciben es mejorable. Hay diferencia a cómo sale en televisión a la prensa escrita.

-¿Por qué hay esa diferencia?
-La prensa escrita, quizás por que es de referencia, suele tener un tratamiento más aséptico. En televisión hay dos tipos: la que sale en el informativo puro y duro, que no suele estar mal, que es muy diferente a como sale la violencia de género en los programas espectáculo, algo muy problemático.

-¿El problema está entonces en el contenido de los programas espectáculo?
-A mi juicio es el lugar más problemático. Se saltan muchos códigos deontológicos y se observa que falta formación de las personas que abordan estos contenidos.

-¿Puede poner como ejemplo un programa espectáculo?
-Uno en el que salió un caso muy llamativo fue La Noria, que no es un programa donde abordar este tipo de problemas porque no lo hacen con expertos. Hablan de una forma muy banal, no hay una perspectiva crítica. Es muy importante que aparezca esta información pero si es de una forma complaciente o no crítica hace más daño que bien, porque lo que se hace es aumentar estereotipos, ahondando en la idea que tiene la sociedad de que los agresores son locos o las víctimas se lo merecen.
Este tipo de prejuicios, aunque van desapareciendo, aún se pueden escuchar en la calle. Estos códigos los sobrepasan la prensa escrita en menos ocasiones. El primer problema que vemos es que los periodistas no tenemos una forma de aprender a cubrir este tipo de noticias de una forma profesional porque no existen estudios reglados y tampoco podemos pedirles que tengan una especial habilidad en algo que no les han enseñado y hacer cursos es una de las vías para cambiar la información.

-¿Qué hay que tener en cuenta para cubrir una noticia sobre el maltrato?
-El maltrato es un proceso muy largo en el que intervienen muchos factores y la prensa lo cubre como un suceso. Es la primera crítica que se suele hacer. Se parte de una idea de excepcionalidad pero el maltrato no es excepcional, sino que obedece a una situación estructural y de desigualdad. Lo primero que tenemos que quitarnos es la dinámica de excepcionalidad. El maltrato es más complejo que un hecho que sucede de repente. Hay que dejar de verlo como algo que no se pueda prever.

-¿Por qué a raíz de la entrada en vigor de la nueva ley han aumentado las muertes de mujeres, sobre todo durante este año?
-Este año está resultando terrible en cifras de mujeres muertas. Debemos tener claro que la ley, por sí sola, no va a cambiar una situación inicial de determinado nivel de tolerancia. Cada vez hay menos tolerancia con el maltrato pero eso no quiere decir que todo el mundo haya cambiado. Hay una labor educativa, de cambio de roles a medio o largo plazo.

-¿Fomenta la violencia el contenido de algunos programas de televisión?
-Vivimos en una sociedad que tolera la violencia en general. Las películas más taquilleras suelen estar protagonizadas por héroes cuyo mayor atributo es agredir o matar. No genera violencia pero crea una aceptación de la violencia como fórmula para resolver conflictos y eso nos lleva a que, en un momento dado, podamos ser violentos.

-¿No es un poco contradictorio que la sociedad sea tolerante con la violencia y luego hacer políticas de prevención?
-La violencia no es legítima pero en la vida cotidiana se aceptan determinados niveles de violencia. Eso es un cambio de roles, no se produce de repente, y siempre hay dos tensiones: los discursos críticos que defienden vigilar el contenido de los medios y, por otro, algunas empresas de comunicación que aceptan determinados niveles de violencia porque estimulan el sensacionalismo y pueden producir un rendimiento económico.

-¿Qué opina del tratamiento que se ha dado en los medios al caso de Antonio Puerta?
-Ha sido bastante problemático. Las televisiones se han dejado llevar por el espectáculo, por algo muy morboso que era la aparición de la que, desde un punto de vista judicial, era una víctima y que aparece diciendo que no lo es. Las víctimas de violencia de género niegan durante mucho tiempo ser víctimas y protegen al maltratador. No es el mejor ejemplo para un tratamiento correcto y una creación de opinión pública saludable. Es una pena.