No estamos seguros pero avisar con bocinas no era muy común en el medievo | EVA MEDINA

Eivissa Medieval está lleno de detalles que acabarían con la vocación de cualquier asesor histórico y que, sin embargo, despiertan las sonrisas de los transeuntes.

Uno de los más llamativos es el campamento cartaginés de la plaza de la Catedral, que precisamente por la calidad de su vestuario y su armamento, choca aún más. Y es que cuesta imaginarse a sus feroces guerreros luchar codo con codo con los aguerridos soldados españoles de los Tercios de Flandes.

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Pero la mayoría de estos anacronismos los encontramos en los puestos. Es difícil pensar en un ciudadano del Siglo de Oro alimentandose de golosinas o de productos envasados en productos de cristal, o a una mujer del medievo darse crema de uñas de aloe vera o anticelulítica.

Y eso por no hablar de armas romanas o carteles y logotipos de la película Piratas del Caribe que pueblan un puesto de espadas; maquetas de madera para construir coches, motos o aviones; bocinas sacadas de cualquier film de Los Hermanos Marx; o incluso cd de música árabe que pueblan algún que otro lugar del claustro del Ayuntamiento. Realmente algo de locos.