Los participantes embarcaron a primera hora de la mañana y estuvieron todo el día surcando los mares. | Guillermo Romaní

El pailebote 'Cala Millor' fue la herramienta básica para que 24 alumnos de tercero de ESO del IES Marc Ferrer de Formentera participaran ayer en el programa cultural y medioambiental Jòvens per la Mar que organiza el Club Náutico de Ibiza, en colaboración con los consells insulares y los seis ayuntamientos de las Pitiüses.

Se trata de un programa en el que, según Mariano Arabí, director del Club Nautico, «se busca poner a los estudiantes en contacto con el mundo marino y costero de las islas, a fin de que vayan tomando conciencia del valor cultural y medioambiental que tenemos». En este sentido, Arabí aseguró que «la Reserva Marina de ses Salines y sus alrededores conforman el entorno natural ideal para desarrollar esta actividad por su alto valor ecológico».

Por eso, desde las diez de la mañana hasta las cinco de la tarde, a bordo del pailebote los alumnos recibieron información sobre temas tan diversos como el sistema dunar de ses Illetes, las praderas de posidonea oceànica o la historia y el patrimonio cultural y etnológico a través de las torres de defensa y los faros.

Además, según la vicepresidenta del Consell de Formentera, Sònia Cardona, también presente en la actividad, «los estudiantes también aprenden a maniobrar las velas en equipo, aprenden a hacer nudos y conocen algunos de los secretos y pormenores de cómo se construyeron unos barcos de los que cada vez se conservan menos».

No en vano, segun Toni Tur 'Sendic', de la empresa Circunnavegaciones Hispania, propietaria del 'Cala Millor', «esta embarcación fue construída en Palma en 1946 y cuenta con más de 40 metros de eslora, 8 de manga, un desplazamiento bruto de 150 toneladas y que, con su actual aparejo de bergantín goleta, tiene una superficie vélica de 650 metros cuadrados».

Se trata según el mismo 'Sendic', de una «embarcación muy importante ya que es de las últimos vestigios que quedan en Balerars y España de los motoveleros que comunicaban las islas entre sí y con la Península transportando pasaje y mercancías como sal, higos, almendras, algarrobas y quesos, que hace más de medio siglo conformaban el comercio básico que mantenía la economía de las islas».