IBIZA EXCURSION EN BARCO CAPITAN NEMO | ROCIO MARTINEZ

Juli e Inés son dos pamplonesas que ya estuvieron en Eivissa en 1974 y 1987 respectivamente y ahora buscaban una forma diferente de conocer la Isla. Juanjo y Amaia son de Bilbao y aseguran que a todos los lugares donde van y siempre que pueden cogen un crucero. Pilar y José Luis viven en Zaragoza pero pasan con nosotros mucho tiempo porque son conocidos del Padre Luis de la Iglesia de Sant Telm en Vila. Jonathan y Lady han llegado desde Cali, en Colombia, y en su primera estancia en Eivissa están encantados con lo acogedores que son sus habitantes.

Cuatro historias muy diferentes entre sí pero que se unieron todas a bordo del barco Capitán Nemo II en dirección a es Vedrà. Todos ellos buscaban una forma diferente y tranquila de conocer la Isla y su costa y la encontraron en uno de los cruceros que organiza la empresa Al Sabini desde el puerto de Sant Antoni.

Unos 50 pasajeros

No en vano durante el trayecto los cerca de medio centenar de pasajeros disfrutaron de primera mano pasando muy cerca de algunos de los lugares emblemáticos de la Isla, como es Vedrà, es Vedranell, sa Conillera, s'Illa des Bosc o la emblemática Torre de Rovira, mientras Diego, el guía, iba dando indicaciones sobre cada parte en español, francés, inglés o italiano.

Para la mayoría fue muy especial el momento de cruzar por es Vedrà, esa mole de piedra sobre la que hay múltiples leyendas y que ha sido portada de multitud de discos, de libros y de anuncios de televisión.

Aunque por desgracia en esta ocasión las cabras que habitan en este islote no se dejaron ver, los tripulantes de la embarcación quedaron entusiasmados cuando cruzaron su vista con la llamada Cueva de la Catedral, por su parecido con este edificio gótico sumergido en el mar.

Junto a este lugar que muchos consideran mágico, también gustaron mucho a los pasajeros los momentos del baño en alta mar y por supuesto la ensalada, la paella, el pan con ali oli y el tradicional café caleta a la hora del mediodía en un restaurante de Cala Salada.

Y de lo bueno a lo malo, que también lo hubo. En este caso lleva nombre y apellidos: mareos. Desgraciadamente las olas de un mar en ocasiones bravo hizo que la embarcación se moviera más de lo que alguno deseaba, originando que que un buen número de los tripulantes pasaran momentos de apuro deseando llegar cuanto antes a puerto para pasar el mal trago.

Pero afortunadamente todo quedó en algún malestar y nada más, ya que para la mayoría de los que participó la satisfacción por la experiencia vivida era máxima.

Y es que si por algo se caracterizan estos cruceros por las aguas pitiusas es por su caracter familiar y tranquilo. Por eso no están pensados para aquellos que buscan fiesta y si para todos aquellos que buscan una forma rápida y diferente de conocer la costa de Eivissa y lugares que resultan ciertamente inexpugnables.

Tal vez por eso se apuntan hasta unos cuantos turistas rusos como Artem o Ruslam, que a pesar de no hablar nada de castellano y tener cara de no enterarse mucho de lo que decía Diego fueron de los más valientes del viaje no dudando ni un instante en ponerse a la proa para comandar la expedición, incluso en los momentos en que el viento soplaba con más fuerza.

uli e Inés son dos pamplonesas que ya estuvieron en Eivissa en 1974 y 1987 respectivamente y ahora buscaban una forma diferente de conocer la Isla. Juanjo y Amaia son de Bilbao y aseguran que a todos los lugares donde van y siempre que pueden cogen un crucero. Pilar y José Luis viven en Zaragoza pero pasan con nosotros mucho tiempo porque son conocidos del Padre Luis de la Iglesia de Sant Telm en Vila. Jonathan y Lady han llegado desde Cali, en Colombia, y en su primera estancia en Eivissa están encantados con lo acogedores que son sus habitantes.

Cuatro historias muy diferentes entre sí pero que se unieron todas a bordo del barco Capitán Nemo II en dirección a es Vedrà. Todos ellos buscaban una forma diferente y tranquila de conocer la Isla y su costa y la encontraron en uno de los cruceros que organiza la empresa Al Sabini desde el puerto de Sant Antoni.

Unos 50 pasajeros

No en vano durante el trayecto los cerca de medio centenar de pasajeros disfrutaron de primera mano pasando muy cerca de algunos de los lugares emblemáticos de la Isla, como es Vedrà, es Vedranell, sa Conillera, s'Illa des Bosc o la emblemática Torre de Rovira, mientras Diego, el guía, iba dando indicaciones sobre cada parte en español, francés, inglés o italiano.

Para la mayoría fue muy especial el momento de cruzar por es Vedrà, esa mole de piedra sobre la que hay múltiples leyendas y que ha sido portada de multitud de discos, de libros y de anuncios de televisión.

Aunque por desgracia en esta ocasión las cabras que habitan en este islote no se dejaron ver, los tripulantes de la embarcación quedaron entusiasmados cuando cruzaron su vista con la llamada Cueva de la Catedral, por su parecido con este edificio gótico sumergido en el mar.

Junto a este lugar que muchos consideran mágico, también gustaron mucho a los pasajeros los momentos del baño en alta mar y por supuesto la ensalada, la paella, el pan con ali oli y el tradicional café caleta a la hora del mediodía en un restaurante de Cala Salada.

Y de lo bueno a lo malo, que también lo hubo. En este caso lleva nombre y apellidos: mareos. Desgraciadamente las olas de un mar en ocasiones bravo hizo que la embarcación se moviera más de lo que alguno deseaba, originando que que un buen número de los tripulantes pasaran momentos de apuro deseando llegar cuanto antes a puerto para pasar el mal trago.

Pero afortunadamente todo quedó en algún malestar y nada más, ya que para la mayoría de los que participó la satisfacción por la experiencia vivida era máxima.

Y es que si por algo se caracterizan estos cruceros por las aguas pitiusas es por su caracter familiar y tranquilo. Por eso no están pensados para aquellos que buscan fiesta y si para todos aquellos que buscan una forma rápida y diferente de conocer la costa de Eivissa y lugares que resultan ciertamente inexpugnables.

Tal vez por eso se apuntan hasta unos cuantos turistas rusos como Artem o Ruslam, que a pesar de no hablar nada de castellano y tener cara de no enterarse mucho de lo que decía Diego fueron de los más valientes del viaje no dudando ni un instante en ponerse a la proa para comandar la expedición, incluso en los momentos en que el viento soplaba con más fuerza.