Un grupo de becarios clasificando la ropa en el almacen del polígono de Montecristo.

«Lo primero es sacarme el graduado escolar y quiero ser monitora infantil». Con 21 años ya la vida le ha dado muchos sinsabores a esta muchacha que esboza tímidamente una sonrisa mientras cuenta sus planes de futuro, que ahora ya tiene después de una dura adolescencia. «Aquí me gusta como me tratan y me siento más segura», confiesa. Ella es una de los 18 becarios del proyecto de reinserción social textil de Cáritas, una iniciativa dirigida a personas sin recursos derivados de servicios sociales a los que se le facilita una formación, se le asigna una beca económica de 300 euros, lote de alimentos y becas de transporte.
El proyecto de reinserción social textil becó a 112 personas durante 2010, de las que un 42% obtuvo un trabajo y al resto se le gestionó una pensión. Una tercera parte de los fondos de este programa proceden de las subvenciones de las administraciones, como el Consell, que les adeuda dinero. También contribuyen las tiendas solidarias, los fondos de Cáritas y también los propios socios de la entidad.
Pero esta cadena empieza con uno mismo, con la donación de las prendas que se acumulan en los hogares, porque esa ropa da empleo. La semana pasada se recogió ropa infantil en los colegios concertados de Eivissa. «Que cap nen passi fred aquest hivern» es el lema de esa campaña. En el colegio Mare de Deu de les Neus de Sant Jordi, gestionado por las Agustinas del Amparo, las bolsas se apilan a la entrada del colegio a la espera de que la furgoneta de Cáritas las recoja y de allí irá a la nave de Montecristo en la que la clasifican, embalan en paquetes de ocho kilos y envían semanalmente a las tiendas solidarias para venderlas a un precio que va desde los 50 céntimos a un máximo de dos euros, la mitad de los ingresos se va en vales pero el dinero que se consigue es para pagar las becas de reinserción.
El resto de ropa no apto para la venta y excedente irá a Madagascar, a Camerún o a cualquier lugar del mundo en el que Cáritas disponga de un proyecto. «Ahora estamos con la campaña de ayuda al cuerno de África», explica José María, uno de los dos monitores del proyecto mientras muestra las baldas con la ropa esperando su traslado a los talleres. Alguno estantes están vacías, como la de ropa de hombre. «También hay mucha necesidad para la gente de la calle, sobre todo ropa de abrigo y mantas. En invierno tenemos un problema con el colectivo de gente sin hogar, que duerme en la calle», apunta Claudio Reccia, coordinador del proyecto de reinserción.
Junto a la joven que ha retomado sus estudios primarios, se encuentra una mujer de mediana edad, con cinco hijos a su cargo. «Es la otra cara de Eivissa que no se ve», dice el coordinador. Hay historias dignas de un guión de película, como la de un hombre que se hizo millonario con negocios de mafias rusas de drogas y prostitución y que habla cinco idiomas. «Intentamos que no vuelvan la calle y les damos cursos de formación», explica Reccia acerca del trabajo que realizan con los becarios con los que firman un acuerdo terapéutico para que cumplan los objetivos. Su jornada diaria incluye tres horas de trabajo y tres de formación.
La incertidumbre sobre la falta de recursos puede afectar al número de becarios, ya que el número de personas con ayuda económica dependerá de los ingresos. «Las administraciones están recortando cada vez más y ya veremos para 2012, pero tratamos de mantenernos con lo que ingresamos», apostilla.

Claudio Reccia: «No tiramos ni un botón al vertedero»
Además de las campañas puntuales como las de los colegios, las personas que quieran llevar ropa pueden dirigirse a la sede en Eivissa de Cáritas o al polígono de Montecristo donde trabajan los becarios. Cáritas no tira nada. Las prendas excedentes se arreglan. Cada mes se llena un contenedor con todos los excedentes y se envía a África, dependiendo de la zona donde se encuentren los misioneros. «No tiramos ni un botón al vertedero», asegura Claudio Reccia, el coordinador del proyecto,. En el caso de que el estado de la ropa no permita un arreglo, se envía a la península para una fábrica de estropajos.