Uno de los talleres que se imparten en el Centre de Dia es gastronómico. | MANU GON

Maria sufre el mal de Alzheimer y por eso, posiblemente, no recordará lo que estuvo haciendo ayer por la mañana. Sin embargo, eso no le impide esbozar una sonrisa coqueta cuando Mª Carmen, la enfermera, le dice que ha llegado la prensa. A su lado Margarita, intenta colocar sobre una mesa un mantel enorme de color azul con una gran flor que acaba de pintar ella misma mientras sonríe ilusionada al objetivo de la cámara.

Éstos son dos ejemplos de lo que se vive de lunes a viernes en el Centre de Dia d’Atenció als Trastorns de la Memòria de Cas Serres. «Trabajar con ellos es muy duro pero también muy satisfactorio porque son personas que siempre que pueden sonríen y te dan un beso», aseguraba ayer Margarita Ferrer, coordinadora de los Centros de Día en el Consell d’ Eivissa mientras Iluminada, otra de las pacientes, la daba un gran abrazo.

Una acción directa desde el corazón que refleja que en el centro se ha formado una pequeña familia formada por los 20 usuarios actuales, MªCarmen la enfermera, Laura, la terapeuta ocupacional, y las auxiliares Rosalía y Sheila. Entre ellas y Margarita Ferrer intentan que ninguno de los pacientes pare de hacer actividades ni un segundo con el objetivo de frenar la evolución de su enfermedad de Alzheimer lo más posible.

Actividad constante

Para ello, según Margarita, «desde las 08,00 hasta las 17,00 horas realizan constantemente labores que les recuerdan a su día a día, como regar las plantas, lectura, cálculo, psicomotricidad, gimnasia y todos los martes desde que abrió este centro de día en 2003 un taller de cocina».

En él ya se han realizado todo tipo de platos, como greixoneres, panellets, pudings, rosquillas o incluso un queso, realizado de igual manera que se hacía antiguamente. Sin embargo, ayer era el turno de hacer macedonia de frutas y bizcocho con yogur y cada uno de los veinte usuarios, sin excepción, tenía que arrimar el hombro. Por eso, mientras Encarna, Pilar, Carmen, Federica, María o Sabina cortaban los trozos de fruta y seleccionaban los bizcochos en compañía de Rosalía y Sheila, otras como Iluminada o Margarita, pintaban los manteles, e incluso Miquel, con la ayuda de la enfermera MºCarmen, recordó sus tiempos como dueño de una pollería en la plaza del Parque para apuntar con muy buena letra el menú del día para que todo el mundo lo supiera.

Porque, aquí, dejarse vencer por el olvido está prohibido.