Pep Colomar, presidente de los empresarios del West End, en el interior de su establecimiento. | (c) Sergio G. Canizares

—¿Tiene salvación el West End?

— Por supuesto que tiene salvación. Nosotros cuando hace un año y medio reactivamos la asociación lo hicimos porque veíamos una serie de problemas muy claros y queríamos solucionarlos.

—¿Cuáles son los problemas de este barrio, según la agrupación?

—El producto que tenemos está un poco degradado porque en los últimos años ha habido más locales que nunca y una competencia bastante fuerte, que incluso trajo problemas como los ‘pub crowls’ y los relaciones públicas. El producto que se ofrece, en general, que no en particular, da una imagen de ser económico y de borrachera fácil. Esto lo veíamos como uno de los principales problemas, y decidimos activar la asociación para ponernos todos de acuerdo e intentar cambiar estas cosas. Porque hay muchos locales dentro del West End que han invertido un montón y que lo están haciendo muy bien, y a lo mejor hay cuatro, cinco o diez empresarios que tienen una forma de trabajar diferente y que pueden llegar a empañar el trabajo de muchos.

—¿Qué fórmulas aplicarán para que haya cambios?

—Con el tema de la competencia no es fácil, porque no hay una normativa legal que te obligue a poner un precio más barato o más caro. Entonces, la idea es intentar que, poco a poco, la gente trabaje mejor y de forma conjunta. Otro de los principales problemas que hay hace tiempo es el de la ética empresarial. Por eso, con la asociación pretendemos integrar a todos los bares que podamos para poner normas internas.

—¿Cómo tendría que ser esta ética empresarial del West End?

—Nos gustaría ofrecer un producto mejor, de más calidad, y con la consecuente mejora de la imagen que pueda llevar. No nos gusta salir siempre en los medios como lo peor de Eivissa porque tampoco nos consideramos eso. Se habla mucho del turista de Sant Antoni, del turista del West End, pero no se tiene en cuenta que este turista es el mismo que por la tarde está en la puesta de sol, o que se coge un taxi y se va a las discotecas y se gasta un dineral en consumiciones.

—Igualmente, es a ustedes a quienes señalan como la manzana podrida del turismo de la Isla.

—Bueno, porque a lo mejor hay algún interés en ello. No creo que seamos la única zona de ocio nocturno de la Isla a nivel tan concentrado, también están Platja d’en Bossa y la bahía. Es posible que estemos en un área un poco más conflictiva al estar situados dentro del casco urbano y creo que todo esto contribuye, pero es un poco subjetivo.

—La alcaldesa Pepita Gutiérrez ya anunció que el recorte de horarios es definitivo más allá de su propuesta de contratar seguridad privada y limpieza a cambio de que no se adelante la hora de cierre.

—Sí y causará un enorme perjuicio económico a las empresas, desincentivará las inversiones y favorecerá que, cada uno, para salvarse, tire precios. Se está hablando de cortar una hora a los cafés concierto y salas de fiesta, y seguramente a los bares musicales, que ahora cierran a las cuatro, el año que viene les cortarán a las tres. Y no se tiene en cuenta que trabajamos desde las doce de la noche hasta las seis, y que si los cafés concierto y las salas de fiesta cierran una hora antes, al final de la temporada habrán perdido quince días efectivos porque el trabajo se hace en esa hora concreta. Pepita Gutiérrez dice que no quiere causar un perjuicio a los empresarios haciéndoles pagar seguridad y limpieza, y en cambio nos hace un destrozo económico haciéndonos perder una hora de trabajo cada día en temporada. Es completamente absurdo, es incoherente y no tiene sentido.

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