Una de las calles principales del pueblo, por la que según los residentes los coches circulan a demasiada velocidad.

Hay tramos de acera en la calle Vicente Marí Mayans que desde luego no están pensados para que alguien pasee con un cochecito de bebé. «No se mira por los peatones», dice Mari, trabajadora del supermercado Bon Preu. Con ella coinciden Noelia y Rocío, dos jóvenes que pasean por la localidad, una de ellas empujando un cochecito. «Se trendría que mejorar, pero se vive bien, mantiene el aire de pueblecito», comenta la primera. «Aunque falta estanco para los que fuman y un sitio para echar la primitiva», añade la segunda. Sí se echan en falta aceras más ‘humanas’, pero lo que no faltan son bares y restaurantes. «Hay muchos para ser un lugar pequeño». Marina Maillo, encargada del bar Es Terç, cuenta con los dedos y necesita dos manos. Vicent es uno de los clientes más veteranos.: «Antes había solo unas pocas casas», indica levantando la mano desde el taburete del bar.

Puig d’en Valls, que debe su nombre a un cerro en cuya cima se levanta la torre de un antiguo molino de viento, ha estrenado sus fiestas, aunque en sus calles la rutina de un día laborable prosigue imparable. «Es curioso que aquí hay mucho ambiente entre semana, pero el domingo no verás ni a un alma», asegura Mari. Y es cierto que a media mañana los bares están animados, hay gente en el supermercado, en la librería y en plaza de la iglesia, donde se reúnen a menudo Pepe, Pedro y José, tres jóvenes de Puig d’en Valls. «Es tranquilo y hay de todo», comentan, aunque ellos destacan el campo de fútbol y los numerosos bares.

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