Uno de los participantes, de cara al oeste en el momento en que el sol se esconde tras el horizonte. | DANIEL ESPINOSA

Lejos del mes de agosto y de las aglomeraciones de turistas que se agolpan en ses Variades para ver la puesta de sol desde la bahía de Sant Antoni, ayer se repitió el mismo protocolo pero con otro talante. Y es que cerca de 200 personas invidentes acudieron al mismo sitio donde cientos de personas se aglutinan a diario en verano, expectantes, no para ver la puesta de sol, sino para sentirla.

«La puesta de sol aunque no la puedas ver con los ojos físicos tiene otras muchas sensaciones como el ambiente, los aromas que te trae la brisa y la humedad. Puede ser igual de intensa que para otra persona. Notas los cambios de temperatura según se va poniendo el sol y se refresca el ambiente», explicaba David, procedente de Ciudad Real, y que visita la isla por primera vez.

«Se trata de sentir las sensaciones y se percibe por todas partes: con el ambiente, por el oído, con el sonido del mar o con los compañeros», explicaba Alejandra Luque, consejera general de la ONCE, quien tildó la experiencia de «fabulosa».

Las cerca de 200 personas que ayer se acercaron a sentir la puesta de sol son algunos de los participantes de las jornadas de convivencia organizadas por la ONCE con motivo de la celebración del 75 aniversario de la entidad y de los 25 años de la creación de la fundación, que se están llevando a cabo en la Isla. En estas jornadas se reúnen más de 2.000 invidentes que a lo largo de toda la semana visitarán todos los rincones de la isla.