María Luisa Cava de Llano sentada en el sofa de su casa en s’Illa Plana, donde se realizó esta entrevista. | (c) Sergio G. Canizares

Sin pelos en la lengua. Así se expresa María Luisa de Cava de Llano (Barcelona, 1948), quien desde febrero forma parte del Consejo de Estado después de ser durante doce años –diez como adjunta y dos como Defensora del Pueblo– «la voz de los que no tienen voz». Cava de Llano asegura que hay que llevar a cabo una catarsis en política y que quiere dejar paso a las siguientes generaciones.

—¿Qué es y para qué sirve el Consejo de Estado?

—La Constitución lo define muy claramente: Es el supremo órgano consultivo del Gobierno. De tal forma que los asuntos que hubiera dictaminado el pleno del Consejo de Estado, no podrán remitirse a informe de ningún otro cuerpo o administración del Estado. Nuestro trabajo consiste en emitir dictámenes sobre asuntos que solicite el Gobierno, en elaborar propuestas legislativas o de reforma constitucional y en velar por el cumplimento del ordenamiento jurídico.

—¿Y el Gobierno les ha consultado sobre la ley de medidas de regeneración democrática como la elección directa de alcaldes?

—No, todavía no. Pero a mí me parece bien. Creo que debe gobernar quien elige el pueblo, no hacer luego componendas de fusión de partidos que termina gobernando quien ha sacado menos votos y ha tenido la suerte de ser fusionado con otro partido y tiene sus exigencias porque, sin su ayuda, no gobierna. Me parece más democrático que gobierne el partido que tiene la mayoría de votos.

—¿Significa esto que el PP tiene miedo ante el auge de partidos como Podemos después de los buenos resultados que han obtenido en las elecciones europeas?

—Lo de Podemos es un fenómeno aparte, sería absurdo no reconocer la importancia que tiene porque su ascenso ha sido meteórico. Pero yo espero del pueblo español el suficiente sentido común y madurez para no votarlos. Podemos ha tenido la suerte de reunir en su seno a todos los descontentos de la situación política y económica actual, pero sus planteamientos son irrealizables y sus declaraciones asustan. Monedero dijo hace unos días que la Policía repartía heroína entre los chicos jóvenes del País Vasco para tenerlos drogados y así no se ocuparan de pertenecer a ETA. Uno oye tales barbaridades y cosas absurdas que ponen los pelos de punta. Espero que todo esto haya sido un destello, un fogonazo y que no tenga mayores consecuencias.

—¿Qué siente usted ante los casos de corrupción...

—[Interrumpe antes de acabar la pregunta] Vergüenza, está clarísimo. Sonrojo e indignación porque por su culpa se juzga a los todos políticos por el mismo rasero, lo que es una total injusticia. Siempre he criticado la corrupción a todos los niveles. En mi época de Defensor del Pueblo critiqué duramente la corrupción y durísimamente el despilfarro, porque lo que no se puede es que con el dinero de los impuestos de los españoles los políticos hagan lo que les dé la gana y que luego no pase nada. Con el despilfarro lo que no es admisible es que, por ejemplo, hagas un aeropuerto en un lugar donde va nadie y que luego lo único malo que te pueda pasar es que no ganes las próximas elecciones. No, esto no puede ser así, el que despilfarra no se debería poder presentar a las próximas elecciones y debería ser sancionado penalmente por la mala utilización de los fondos públicos.

—Lo que pasa es que el despilfarro no es delito.

—Pero yo lo solicité en el Congreso de los Diputados, cuando presenté la Memoria del año 2010. Hace un par de días salió en una tertulia de televisión que la exdefensora María Luisa Cava de Llano había hecho un durísimo alegato contra la corrupción y el despilfarro y que, curiosamente, quien más se me había lanzado al cuello fue Convergència i Unió. Este despilfarro y todas las locuras que se han llegado a hacer nos han llevado a la situación en la que estamos.

—Hablando de casos de corrupción que le tocan más de cerca, como Jaume Matas y José Juan Cardona, que están en la cárcel. ¿Qué supone para usted?

—Indignación, no puedo admitir que en un partido político unos pongamos la cara y otros pongan la mano. De todas formas, a mí me da la sensación de que el caso de José Juan Cardona no es equiparable al de Jaime Matas. Y también le tengo que decir que la condena me ha parecido brutal, 16 años de privación de libertad es una condena sin precedentes, la más dura por un tema de corrupción y, sinceramente, no creo que haya sido el máximo caso de corrupción. Respeto las sentencias de los tribunales y las acato, aunque a veces me cueste compartirlas, sobre todo en el caso de José Juan.

—¿Cree que con esta sentencia se quiso dar un aviso a navegantes?

—Sí, seguramente.

—Los ERES de Andalucía, el caso Bárcenas en el PP, Pujol reconoce que ha defraudado durante tres décadas... ¿La corrupción es generalizada en los partidos?

—No, no es generalizada. Conozco a políticos honradísimos, la mayoría, lo que pasa es que cuando uno no lo es el sambenito se cuelga a todos, y es lamentable. Lo que hay que hacer es una regeneración política importante, que sean los propios partidos en su seno quienes estén ojo avizor sobre quiénes son las personas que lo integran y cuáles son sus intenciones al afiliarse a un partido político. Esto es fundamental para mí.

—Usted ha sido diputada durante tres legislaturas. Viendo los debates actuales, a veces llenos de crispación y malas maneras, ¿qué ha cambiado?

—Yo creo que hoy en día se considera un mérito la judicialización de la política. Una persona que está en la oposición y que no es capaz de sentar a su adversario político en el banquillo, da la sensación de que es un mal político. Y no es así. Esto ha crispado enormemente la vida política.

—¿Cómo ha vivido ha vivido los últimos hechos en el Ayuntamiento de Vila, la llamada crisis de los whatsapps, y el segundo cambio de alcaldesa de legislatura?

—Con estupefacción. A veces uno se encuentra como un pulpo en un garaje. Me ha parecido que la gente que ha enviado estos whatsapps no tenían nada que ver conmigo ni con mi idea de la política, ni con mi idea del compañerismo. Es un vocabulario soez, que desconozco, inapropiado, vergonzoso... Lo he vivido con la misma consternación que el pueblo de Ibiza. Afortunadamente el final ha sido feliz porque conozco mucho a Virginia Marí, desde que nació. Soy íntima amiga de sus padres, conozco bien toda su trayectoria. Es una mujer íntegra, muy trabajadora, muy responsable y estoy convencida de que será una buena alcaldesa.

—¿Coincide con el presidente del PP de Eivissa, Vicent Serra, que concejales como Nacho Rodrigo no deberían estar en política tras conocerse sus comentarios machistas y vejatorios?

—Por descontado. Es que se debería hacer una catarsis total. Toda esta gente, fuera, sin miramientos. Porque no nos representan. Yo quizás estoy un poco desfasada, pero los principios son los mismos a los 30, a los 40, a los 50 y a los 60. No siento ninguna empatía con esta gente.

—¿Le gusta la Eivissa que ve?

—Ibiza me apasiona, pero otras cosas que ocurren no tanto.

—Muchos ciudadanos se quejan del ruido, de la saturación en verano, el aumento de la delincuencia... Parece que en Eivissa vale todo.

—No, desde luego, no tiene que valer todo. Lo que pasa es que yo he conocido la Ibiza de hace sesenta y pico de años y la Ibiza actual, y es evidente que la gente tiene un poder adquisitivo que antes no tenía. Ahora la gente puede enviar a sus hijos a estudiar fuera cuando antes eran cuatro familias las que podían hacerlo. Todo esto, por desgracia, tiene un precio. Pero, ¿hasta dónde se puede llegar? Yo, desde luego, cuando mis amigos me preguntan de venir a Ibiza les digo que no vengan en julio ni en agosto, porque esto es tremendo. Pero bueno, este es un tributo que hay que pagar, no hay más remedio que aceptarlo así.

—¿Qué comentarios hacen de Eivissa desde fuera de la isla?

—Yo siempre hablo de la Ibiza Patrimonio de la Humanidad, de la familiar, la entrañable, de la Ibiza de las fiestas de los pueblos sacando en procesión a los santos, de esa Ibiza que, por desgracia, la gente de fuera conoce menos pero que para los que vivimos aquí es nuestra Ibiza. No la Ibiza de la locura y del despiporre. Pero por desgracia tienen más visión de lo segundo que de lo primero.

—Hace unas semanas se publicaron las balanzas fiscales y se vio que Balears era la segunda comunidad peor tratada. ¿El Estado discrimina a Balears?

—Es que la imagen que tienen de Baleares es que somos ricos. Y como somos ricos, ya nos apañamos. Y ante eso hay que protestar. Primero porque, afortunadamente, el nivel de vida de Baleares es bueno pero también padecemos una carga poblacional brutal durante muchos meses y nuestro territorio es muy limitado. Pero es que, además, la Constitución dice que el hecho insular debe ser tenido en cuenta, por lo tanto es un mandato imperativo y hay que protestar para que se nos dé lo que nos corresponde.

—Durante los dos años que estuvo de Defensora del Pueblo interina. ¿Qué destacaría de su trabajo?

—Creo que es el trabajo más bonito que he hecho. Me gusta mucho la política y he tenido la suerte de participar en política local, insular, autonómica y nacional, pero para mí es mucho más satisfactorio el poder solucionar un problema a una persona que el conseguir o determinar dónde se pone un contenedor o por dónde va el cruce de un camino. Todo el trabajo que se hace en el Defensor del Pueblo es bonito porque se consiste en ayudar a los demás y en ser la voz de los que no tienen voz. He podido ayudar a tanta gente sin mirar jamás ni su raza ni su religión ni su origen político. De las cosas que estoy más orgullosa es el haber podido ayudar a presos en el extranjero. Las condiciones que hay en las cárceles son tan tremendas que lo que he intentado siempre es que puedan cumplir parte de su condena en España. Sé que hay gente que dirá que vaya gracia, porque esto supone un coste para el pueblo español pero me da igual. He visto las condiciones en las que viven, que duermen en el suelo de lado porque no caben boca arriba de lo hacinados que están, he visto cómo se arrodillaban cuando pasábamos por delante porque les obligaban a hacerlo... He visto tanta miseria humana y tanta ruindad que una no podía permanecer impasible.

—Cuando acabe su labor en el Consejo de Estado, ¿se retirará o aspira a otro cargo político?

—Mi cargo es compatible con cualquier otro cargo pero creo que ya está bien porque hay que dar paso a las generaciones que vienen. Una no puede acaparar y estar siempre en el candelero. Me entusiasma la política, creo que hay muchas cosas por hacer pero todo en su vida tiene su momento. Lo que sí tengo intención es que no se pierdan las experiencias que he acumulado, porque le debo mucho al Partido Popular y que estos conocimientos pasen a las futuras generaciones por si les pueden ser de utilidad. A veces pienso que a nivel municipal sería estupendo que se montara una candidatura unitaria de buena gente de Ibiza del PP, del PSOE o del partido que sea y que lo único que se procure es el bien de Ibiza. Esto es una pequeña comunidad donde hay que hacer política insular, y para la política insular la gente que es buena lo es, sea del color que sea.