Una imagen de la algarroba, uno de los productos más típicos de la agricultura de Eivissa que después de unos años en desuso vuelve a repuntar entre los productores locales | (c) Sergio G. Canizares

La algarroba ha sido tradicionalmente uno de los cultivos más comunes entre los payeses de Eivissa que veían en ella un producto ideal para alimentar a sus animales domésticos. Sin embargo, su recolección nunca ha sido una tarea fácil y eso, unido a que con la llegada del turismo los jóvenes decidieron marchar a la ciudad abandonando el campo, provocó que el sector pasara por una importante crisis de la que parece va remontando en los últimos tiempos.

«Cuando yo era un niño, las algarrobas eran el principal alimento de los animales de los que dependía toda la familia, y por eso a primeros de agosto todos nos juntábamos durante varias jornadas de sol a sol para recoger la fruta del algarrobo», recuerda con cierta nostalgia en la mirada Toni Prats, Toniet, uno de los recolectores más veteranos de Sant Antoni.

Sin embargo, su relación con este árbol, que ya forma parte del paisaje ibicenco por su asombrosa adaptación al clima mediterráneo y a los suelos pobres, siempre ha sido una mezcla de amor y odio. «En Eivissa la algarroba se ha recogido toda la vida pero yo no conozco ningún payés que se haya hecho rico con ella porque siempre se ha pagado barata y porque para conseguir una buena cantidad hay que echarle muchas horas», asegura.

Tal vez ésta sea la principal causa de que en los en los últimos treinta años se hayan perdido importantes cantidades de hectáreas plantadas de algarrobos por toda la isla. Así mismo, el cambio de los hábitos familiares y profesionales tampoco ha ayudado. Hace 50 años, gran parte de la población de Eivissa participaba en actividades agrícolas y actualmente, aunque el 20% de los residentes viven en el campo, menos del 1% se dedica profesionalmente a la agricultura. «No le sabría decir donde está el problema exacto pero creo que la crisis de la algarroba vino un poco por todo, con el turismo los jóvenes emigraron a la ciudad, el ganado de las casas se fue reduciendo y finalmente, los bajos precios hicieron que ya no compensara el importante esfuerzo que supone recogerlas», explicó Toni Toniet.

Cambio de tendencia

Afortunadamente, en los últimos tiempos todo esto ha ido cambiando y la algarroba ha experimentado parece experimentar un cierto repunte. Tal y como explicaba Hazel Morgan, presidenta de Amics de la Terra, en un artículo para la revista digital Soberanía Alimentaria, a pesar de que este producto en nuestro país «siempre se ha asociado a comida para animales y a un producto sustitutivo de distintos alimentos en épocas de posguerra y carestía» a día de hoy cada vez es «más valorado por sus propiedades y valiosos nutrientes».

No en vano según la propia Morgan «la pulpa de algarroba, compuesta en un 50% de hidratos de carbono, sacarosa, glucosa y fructosa, un 10% de proteína y vitaminas del grupo B, y por minerales como el potasio, el fósforo, el magnesio, el calcio, el silicio y el hierro, es un delicioso sustitutivo del chocolate y una alternativa totalmente recomendable para las personas que deben restringir el consumo de azúcar y grasas».

En este sentido, desde Amics de la Terra, se inició hace varios años una campaña para cambiar esta mala percepción y, a su vez, aumentar la demanda de productos derivados de la algarroba en la isla. Así, por ejemplo, se ofrecían degustaciones de pastel elaborado con harina de algarroba en el que se proponía al público adivinar el ingrediente secreto, ya que su sabor es muy difícil de distinguir y muy similar al del chocolate. Incluso, se recogieron firmas y se establecieron contactos con las autoridades y las cooperativas agrícolas para potenciar el consumo de este producto.

Precisamente, una de estas cooperativas, la de Sant Antoni, parece haber recogido el testigo comprando todos los años desde el 1 de septiembre ingentes cantidades de la variedad conocida como Panesca. Además, hace unos años instaló una planta trituradora de algarroba que se utiliza regularmente para obtener harinas destinadas a la producción de pienso animal e, incluso, no descarta en un futuro que se pueda destinar a fabricar harina que permita hacer chocolates o brownies para consumo humano.

De hecho, en varios mercadillos artesanales o ferias dedicadas al campo que se organizan durante todo el año en Eivissa, ya se han podido probar productos derivados de la algarroba como pan, tortas, bizcocho, magdalenas, chocolate e, incluso, un sirope que, debido «a su alto valor nutritivo» se usa en repostería o como complemento de bebidas frías o calientes.

Todo ello ha hecho que, según el coordinador de la Cooperativa Agrícola de Sant Antoni, Juan Antonio Prats, se note «más interés» por este producto y que este año el kilo de algarroba se pague a 28 céntimos el kilo. «Se trata de un buen precio si tenemos en cuenta que en 2012 se registró la primera subida desde el año 2006 y que en 2011 se estaba pagando sólo a 17 céntimos», explica.

Esto ha provocado que la recogida de la algarroba vuelva al campo ibicenco aunque actualmente los payases dejan esta tarea en manos de otros que no son ellos. «Ahora con el interés que hay por este producto el payes, con tal de que le tengan el campo limpio, llega a un acuerdo con otras personas para que le recojan la algarroba y para que después se queden con el dinero que saquen de venderla», aseguró Prats.