Una comedia de Juan Ruiz de Alarcón (Taxco 1580-Madrid 1639), ‘Mudarse por mejorarse’, da título, salvando todas las distancias, a la columna de hoy. Así lo he decidido, pensando en la problemática que atraviesan Cataluña, Balears y algunas zonas de Eivissa. Espero y deseo que mañana, 9-N, no pase nada grave que pueda enturbiar aún más las relaciones entre el Principado de Cataluña y el resto del Estado español. La verdad es que amo a Cataluña porque mi familia paterna procede del Empordà, que hablamos la misma lengua, que he estudiado en Barcelona, tengo muchos amigos en Cataluña, y otra cosa que tiene su importancia: soy del Barça de toda la vida.

Sinceramente, y lo vengo observando desde hace demasiados años, el Estado español, los gobiernos de España, maltratan a Cataluña, a mi modo de ver, en temas económicos, fiscales, culturales y lingüísticos. Así que habrá que dejar pasar el 9-N y sentarse a dialogar y a negociar una salida honrosa para todos. No sé cómo se va a solucionar la problemática actual, pero el punto de partida es reconocer que, hoy en día, España y Cataluña se necesitan. Deseemos, pues, que imperen la lógica y el pragmatismo. Vamos a ver cómo se mudan, los políticos, para mejorar las maltrechas relaciones.

Balears y Eivissa

Buena parte de los problemas económicos que sufre nuestra Comunitat Autònoma de les Illes Balears i Pitiüses es que aportamos a las arcas del Estado mucho dinero, pero que a la hora de la verdad nuestra contribución no se refleja en los presupuestos generales del Estado. Mientras que en la Península se invierten ingentes cantidades de euros para construir carreteras y líneas férreas para trenes de alta velocidad poco rentables, y aeropuertos sin tráfico aéreo, el Gobierno central no da dinero para construir depuradoras de aguas residuales, ni desaladoras de agua de mar, ni tampoco para terminar las obras del Parador de Turismo del Castell o para abrir ya el Museo Arqueológico de Dalt Vila. El problema es que no sé cómo debemos mudarnos para mejorar la situación. En cualquier caso, la solución es que el Govern balear decida y sepa reivindicar en Madrid lo que nos pertenece.

Sant Antoni

Y mientras Sant Antoni busca en la World Travel Market de Londres la manera de suavizar la imagen conflictiva que tiene la capital del municipio, llega la noticia de que el Govern balear invertirá 250.000 euros para que Sant Antoni sea puerto Schengen, que en la práctica significa tener aduanas y control policial para que Sant Antoni pueda recibir cruceros, un turismo que suele ser de alto poder adquisitivo. Por otra parte, la dirección general de Ports destinará un total de 1,6 millones de euros para obras de mejora portuaria. Al mismo tiempo, se autorizan 81 fondeos ecológicos en la bahía, y cabe suponer que las embarcaciones estarán mejor fondeadas y que en casos de temporal algunas no quedarán varadas en las playas del Arenal o del Pouet. Vemos, pues, que en Sant Antoni también se mudan para mejorar.

Sant Josep

En cambio, desalienta y descorazona comprobar que las reservas hídricas de Sant Josep se encuentran ya a un diez por ciento de su capacidad. Claro, como el Ayuntamiento espera, ‘como quien espera la coca’, que dice el refrán, a que les suministren agua desde la aún ‘no nata’ desaladora de Sant Eulària, la gente recibe ahora en sus grifos agua salada, las plantas y los árboles se mueren de sed y aquí y ahora no hay nadie que informe del problema a la Organización Mundial de la Salud. Y así pasan los días y no se perciben aires de mudanza ni de mejoras en Sant Josep. Lo suyo, bien pensado, es la contaminación acústica.