Marina,a la izquierda, una de las participantes más pequeñas con apenas 9 años.

Marina tiene 9 años y este es el segundo año que viene a una matanza. Pep ‘Benet’ lleva siendo matancer unos treinta años, tantos que asegura con una gran sonrisa «que ha perdido la cuenta». Entre ambos posiblemente haya una diferencia de edad de más de cuatro décadas pero a los dos les une la misma pasión: la fiesta de la matanza.

Por ello, él con un delantal negro y una gorra verde y ella con un delantal de lunares con un ‘hola’ junto a un corazón, participaron ayer junto a otros veinte miembros de la Asociació de Veins de Forada en la matanza que precedió a una comida a base de arroz y frita de matanzas para más de 200 personas.

Sin embargo, hubo que emplearse a fondo. La jornada comenzó a las ocho de la mañana cuando Pep ‘Benet’ sacrificó al animal de 240 kilos en Can Raconada y se prolongó hasta el mediodía, después de no dejar ningún rastro del animal. «Es cierto lo que dice el refrán de que del cerdo se aprovechan hasta los andares y por eso hasta hace poco cualquier payés tenía un cerdo en su casa», explicó Benet cargado con las costillas.

Por ello la matanza era una gran fiesta en la que participaban varias familias. Algo como lo que se dió ayer en Forada, con una celebración intergeneracional con la que se garantizó que, con al menos Marina, la tradición sigue intacta.