Serapio Torres, siempre sonriendo, entre las telas que han formado parte de su vida durante los últimos cuarenta años. | (c) Sergio G. Canizares

«La idea de poner en marcha esta tienda fue del padre de mi suegro, Mariano Torres Cardona, hace la friolera de trescientos años, y ahora, por diversas razones después de tres generaciones vendiendo telas no tenemos más remedio que echar el cierre definitivo». Así de apenado se muestra estos días Serapio Carreras, actual dueño junto a su mujer Josefa Isabel Torres Torres, de Tejidos Can Casetas, uno de los comercios más emblemáticos del barrio la parte antigua de Vila.

No en vano estamos hablando de, posiblemente, el comercio con más solera de este barrio de la Marina. Situado en el número 5 de la calle Mestre Joan Mayians, justo enfrente de la iglesia de Sant Elm, tras cruzar el umbral de la puerta donde se puede leer un gran cartel de «cerrado por jubilación» en su interior el tiempo se detiene inmediatamente. No en vano, antes de llegar al pequeño mostrador «de casi 200 años» situado al final del local, el visitante se ve dulcemente atrapado entre cientos de telas de distintos tamaños, materiales y colores. «Tenemos el orgullo de seguir siendo la única tienda de todo Eivissa que vende solo tejidos, de todos los tipos, pero únicamente tejidos y eso es lo que nos ha hecho convertirnos en un elemento diferenciador durante tantos años», explica a este periódico Serapio Carreras.

Ropa de payeses

Gracias a ello Can Casetas se convirtió en el gran referente de la isla entre todos aquellos que buscaban telas para confeccionar cortinas, manteles y, sobre todo vestidos. «Durante muchísimo tiempo fuimos el lugar escogido por muchos ibicencos que querían confeccionarse un vestido tradicional ibicenco, tanto de hombre como de mujer, y por eso hay muchos de nuestros clientes que nos piden que por favor no cerremos», asegura el marido de Josefa Isabel, actual titular de la tienda.

Sin embargo, el paso del tiempo pasa para todos y al final el comercio se ha visto abocado a cerrar sus puertas por jubilación. «Hay muchos factores que nos han llevado a esta situación pero tal vez el principal ha sido el proceso de transformación que ha sufrido el barrio de la Marina, que ha pasado de ser un barrio popular donde había muchos comercios a una zona eminentemente turística donde unos cuantos extranjeros abren durante la temporada estival y luego dejan todo cerrado y desierto», afirma Carreras.

Y al dueño de Tejidos Can Casetas no le falta ni un ápice de razón. Su comercio es el único que permanece abierto en esta calle durante el invierno y el barrio, desde la calle de Creu, parece durante estos días un pueblo fantasma. «Cuando veo todo lo que se ha trabajado por potenciar el casco histórico de otras ciudades de la Península y veo lo poco que han hecho todos los alcaldes de Vila por el nuestro, sinceramente, es para echarse a llorar porque sencillamente nos dejan morir», asegura con mucho malestar aunque sin perder nunca la sonrisa que le caracteriza.

Pero este no es el último enemigo con el que ha tenido que competir este negocio y al que no ha podido vencer. «Tampoco hemos de olvidar que antes se necesitaban telas para confeccionar vestidos en las casas y ahora todo el mundo se los compra ya hechos en cualquier sitio y que, antes en las escuelas a las niñas se las enseñaba a coser y ahora las nuevas generaciones no quieren saber nada que no esté relacionado con las nuevas tecnologías», concluyó Serapio Torres mientras mira con nostalgia las telas que se acumulan en el local y que cuando éste cierre llorarán al igual que muchos vecinos de Eivissa.