La jauría de podencos espera desde hace cuatro años a que vuelvan dos de sus compañeros que fueron ‘maltratados’ por gamberros. | (c) Sergio G. Canizares

Semanas atrás la estatua del conquistador Guillem de Montgrí situada en el mirador del antiguo ayuntamiento ‘despertó’ con la nariz rota por algún gamberro con pocos menesteres en su aburrida vida. Sin embargo, el del eclesiástico catalán no es el único monumento en la ciudad de Eivissa deteriorado o al que le falta alguno de sus elementos.

Este es el caso, por ejemplo, de la imagen erigida en honor al general Joaquín Vara de Rey, que inauguró el rey Alfonso XIII en 1904, y a la que le falta en su parte más baja la corona de flores creada, como todas las demás esculturas, por Eduard Batiste Alentorn. Además, al pedestal de piedra traída desde la montaña de Montjuïc tampoco le faltan los graffiti que afean la obra arquitectónica de August Font i Carreras.

Asimismo, a la figura de la reina (símbolo de la nación) y que dedica el monumento ‘A Vara de Rey’ también le falta parte de la rama de laurel que porta en su mano izquierda. A buen seguro la altura del monumento situado en el céntrico paseo de s’Alamera, ha impedido que los gamberros que pululan por todos los rincones del planeta le arrebaten la espada que el barbudo héroe de El Caney mantiene en todo lo alto como modo de arenga, justo antes de que un soldado agazapado acabe con su vida de un machetazo.

Justo lo contrario que a don Isidor Macabich, cuya estatua de bronce del escultor madrileño Francisco López ya no luce desde hace varios lustros sus legendarias gafas oscuras. Muchos son los vecinos de Dalt Vila que todavía recuerdan al emblemático canónigo archivero de la Catedral de Eivissa leyendo algún libro sentado en ese mismo lugar. Eso sí, luciendo sus lentes además de la preceptiva sotana y el sombrero negro de teja.

El de Macabich es quizás uno de los monumentos más fotografiados de la isla, ya que son muchos los turistas que en su periplo por Dalt Vila se detienen al lado del sacerdote e historiador. La estatua se inauguró durante las Festes de la Terra de 1980, coincidiendo con el Congrés de Cultura Pitiüsa, y con la presencia de los ministros Íñigo Cavero y Ricardo de la Cierva, según la Enciclopèdia d’Eivissa i Formentera.

Otro de los monumentos que también han sido ‘profanado’ es el erigido en homenaje al ca eivissenc, que desde el verano de 2010 preside la rotonda de entrada al puerto de Vila y al paseo marítimo Juan Carlos I. Ni los aproximadamente cien kilos que pesan cada uno impidió que algún vándalo intentara arrancar dos de los perros de los siete podencos instalados en un principio. Más de cuatro años después de la gamberrada, los dos canes deben seguir en el taller del escultor Andreu Moreno, el autor de las figuras de acero que también se ha encargado de repararlas, aunque todavía no se han vuelto a instalar sobre la enorme mano blanca que sostiene a la menguada jauría de podencos.

El Consell d’Eivissa, presidido entonces por Xico Tarrés, desembolsó 60.000 euros para erigir el monumento al ca eivissenc, que se mantuvo intacto poco más de un año.

Si bien es cierto que son las instituciones públicas las encargadas del mantenimiento de estas esculturas, estos no son los mejores tiempos para dedicar dinero a reparar monumentos destrozados. Y es que los ‘ciudadanos’ que se dedican a estropear nuestros símbolos, podrían aplicarse a otros menesteres menos dañinos para nuestro patrimonio y más provechoso para su educación.