Alba Esteva dio un giro a su vida y ha hecho del ganchillo su forma de vida. | (c) Sergio G. Canizares

No es una método de curación científico ni una nueva técnica de meditación, pero cada vez más personas de todas las edades se han enganchado en Eivissa a las clases de ganchillo que imparte la joven catalana Alba Esteva. Es lo que ella misma ha bautizado, con una gran sonrisa, como «ganchilloterapia».

Tras comenzar a tejer con ocho años, después de ver «alucinada» cómo su madre usaba el ganchillo, esta publicista un día decidió dar un giro a su vida, dejó su trabajo y se puso a tejer. Empezó con piezas de encargo de distintos tamaños, después vendió por mercadillos y creó su propia marca, Mishimushi, y finalmente, tras ver el interés que despertaban sus creaciones comenzó a dar cursos. «Las primeras clases las impartí en Barcelona hace cuatro años y el éxito fue tan inmediato como sorprendente y desde hace dos años enseño en distintos puntos de Eivissa y cada vez se apuntan más personas», explica.

Tal es así que, incluso, en la isla se ha creado un grupo de aficionadas que se han bautizado como Ganchilleras de Ibiza y que se reúnen dos veces al año para «poner en común todos los trabajos que hemos realizado, comentar avances y pasar un día tejiendo entre amigas en uno de los paisajes privilegiados que nos ofrece la isla».

Factores del éxito

Según Alba Esteva el éxito y furor por el ganchillo se debe a una suma de factores. «Es un poco de todo, pero tal vez todo se deba a que es una actividad que puede empezar a practicar cualquier persona sin límite de edad ni discriminación de género, y que luego, una vez que has dado tus primeros pasos, es sumamente adictivo», asegura esta profesora.

Además, a esto se une «la satisfacción» de poder crear casi cualquier cosa con tus manos. «Si nos paramos a pensar seguramente sale más barato comprar ropa en algunas tiendas pero no hay nada más gratificante que coser tu misma una bufanda, un jersey, un gorro, unos guantes e, incluso, crear originales botes para guardar lapiceros o pequeños cojines para mascotas con la técnica del ‘trapillo’, consistente en tejer telas de sobras de fábricas de ropa», asegura.

Y por último, el ganchillo permite relajar la mente y además, ayuda a relacionarse con otras personas «lejos de las nuevas tecnologías y de los teléfonos móviles». «El hecho de estar concentrado para pasar bien los puntos con la aguja sin que se escape ninguno favorece que la mente descanse y que podamos evadirnos durante unas horas de todo el estrés que llevamos en nuestra vida diaria y además, como de momento no hay ninguna aplicación en los teléfonos móviles para hacer ganchillo, no hay más remedio que estar juntos y hablar con los que tienes al lado», bromea la catalana.

Tal vez por todo ello, Alba Esteva está «realmente encantada» pudiendo vivir de lo que es su pasión. Además de tener su marca, escribe sobre el tema en su blog, albaesteva.blogspot.com, y no para de impartir cursos en Eivissa. La mayoría son los sábados en S’Hortet Vert, en Sant Jordi, salvo mañana que estará de 10,30 a 13,30 horas en Chuladas Factory (Bisbe Carrasco 8, Vila). Además, el lunes dará su primer curso de iniciación en Sant Antoni, en la Academia Jumping Clay, de 10,00 a 13,00 horas. E incluso, ha puesto en marcha unos curiosos ‘kits ganchilleros’ que incluyen todo lo necesario para hacer una pieza, desde el ovillo de lana, el ganchillo y un patrón.