A las 8 de la mañana de ayer varios operarios retiraron las vallas de acceso al servicio de urgencias, abriendo las puertas al tránsito de las primeras ambulancias y al paso de los primeros pacientes. Una hora después empezaba el movimiento de camillas por los pasillos del antiguo y del nuevo Can Misses, que pasa de tener 195 camas de hospitalización a 273 (el 60% individuales). De esta forma, se ponía en marcha el operativo de los equipos de traslado que permitirían inaugurar un 9 de marzo de 2015 las áreas de hospitalización, urgencias y quirúrgica del nuevo hospital, que empezó a funcionar hace ocho meses, el pasado 7 de julio con la apertura de consultas externas. Desde entonces, el traslado ha sido progresivo hasta finalizarlo ayer con la parte más importante de un hospital: los pacientes.

Último nacimiento, primera paciente

Aunque los primeros en estrenar las habitaciones fueron pacientes de urgencias, la primera en ser trasladada de los que ya estaban ingresados fue Andrea Cupillar, de 24 años y de Zaragoza, que con una enorme sonrisa no tuvo problemas en presentar ante los medios de comunicación a su primer hijo, Mario (3,3 kilos y 52 cm), que ya ha pasado a la historia al ser el último bebé nacido en el antiguo Can Misses, tras nacer el domingo a las 15,24 horas. «Estamos un poco nerviosos por el efecto mediático, pero contentos por ser los últimos y los primeros», explicó Andrea, junto a su pareja, Francisco (de 31 años y de Málaga), que explicaron que el parto fue un «poquito largo», pero que todo fue «bien» y que, por suerte, de momento, el niño «es tranquilo». Respecto a las instalaciones, Andrea dijo que es un hospital «muy chulo» e incluso bromeó diciendo que se quedarían más días porque «se está muy bien».

El antiguo hospital, vacío

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A medida que se llenaba el nuevo hospital, el viejo quedaba desolado con las últimas cajas esperando la mudanza. El área de pediatría fue una de las primeras en quedar vacías, ya que solo tuvieron que desplazar a tres pacientes — «sin ningún trauma, ni problemas»—, mientras que los otros dos que había recibieron el alta. Entre el personal, la ilusión del nuevo espacio de trabajo contrastaba con la nostalgia de abandonar el viejo, aunque tal como se encargó de recordar el pediatra Joan García, «es más por el afecto y los recuerdos que por el edificio». García, que fue el último en abandonar su área, recordó que el servicio de pediatría era el más nuevo que había, ya que hacía diez años que lo reformaron, no obstante, apuntó que «las nuevas instalaciones lo superan, con más iluminación y más espacio para los pacientes».

Más complejo fue el traslado de los pacientes de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), que empezó a desplazar camillas a las 09,15 horas. A las doce del mediodía ya habían llevado al nuevo centro a seis de los siete ingresados en esta área, del menos grave al más grave. Tal como explicó la supervisora de la UCI, Manuela Vila, se retrasó el traslado del séptimo «dada su inestabilidad», por lo que se quedó con un equipo formado por un médico, dos enfermeras, una auxiliar y un celador, hasta que a las 13,45 horas se pudo llevar a cabo el cambio. «Llevamos varios días trabajando para asegurar la seguridad del paciente, hicimos también un simulacro y todo se ha cumplido como estaba previsto», añadió.

Una nueva era

Desde ayer los ciudadanos de Eivissa ya tienen a su servicio el nuevo hospital, que con 46.843 metros cuadrados, duplica al antiguo y gana en luminosidad y comodidad. Dejan atrás las instalaciones maltrechas de un hospital que cumplía 30 años para adentrarse en uno, que por su amplitud y avance tecnológico, muchos catalogaban «del siglo XXI». Falta poner en marcha la radioterapia.