La reducción de la rotonda proyectada permite realizar trabajos a apenas tres metros de la cueva, cuya entrada a ras de suelo apenas mide 70 cm.

Nadie estaba avisado cuando se iniciaron las obras de reforma de la carretera de Sant Joan, que tuvieron que paralizarse in extremis al conocerse que el proyecto afectaba a una zona donde habita una especie protegida.

Se trata de un grupo de murciélagos de herradura (Rhinolophus hipposideros), que habitan justo donde debía construirse la rotonda a Portinatx.

De hecho, la maquinaria estuvo muy cerca de acabar con la cueva que les da cobijo. Así lo delatan las marcas en el desvío a Portinatx, donde es notoria la acción de las excavadoras en el inicio del Puig de s’Ullastre, huellas también visibles en el asfalto, a apenas tres metros de la entrada de la citada cueva.

Modificación

Fue la Conselleria de Medi Ambient del Govern la que alertó en enero de la existencia y protección de este enclave, provocando la paralización de las obras en este punto, aunque en el resto del trazado de la carretera los operarios siguieron trabajando según lo previsto.

Esta inesperada noticia obligó a modificar el proyecto –previamente aprobado con los preceptivos informes favorables de Medi Ambient, que datan de la anterior legislatura– logrando mantener la rotonda como solución al desvío a Portinatx, pero reduciendo considerablemente sus dimensiones para evitar que afectara a la cueva.

Así, una rotonda que debía ocupar 48 metros quedó en «una glorieta de carácter urbano» –como definía textualmente el Consell la alternativa propuesta– de entre 28 y 30 metros.

Operarios

El pasado fin de semana los operarios proseguían los trabajos a apenas un centenar de metros en dirección al núcleo urbano de Sant Joan.

«Es el primer sábado que trabajamos», comentaba uno de los obreros, que detallaba que se encontraban realizando labores de mantenimiento de la maquinaria pesada, además de retirar algunas ramas de pino de ambos lados de la carretera con un vehículo tipo grúa.

Entre risas y algo de sorna, manifestaban su incredulidad acerca de la existencia de los quirópteros. «La cueva está protegida y se debe respetar, eso lo tenemos claro», decía uno de ellos en referencia a las instrucciones recibidas.