Patrizia Longarini, en su casa rodeada de sus siete perros. De izquierda a derecha, Tío, Paco, Sascha, Rochy, Lucas, Johnny y Tyffany.

Patrizia Longarini (Roma, 1962), compagina su timidez cuando se enfrenta a un periodista con una sonrisa constante. Esta fotógrafa, de profesión y vocación, que comenzó a trabajar con 14 años, transmite buen rollo. Desde que un día, cuando estaba de vacaciones con unos amigos, decidió que iba a cambiar de vida y que su lugar en el mundo estaba en Eivissa vive en una maravillosa casa en la carretera que une Sant Rafel con Santa Gertrudis rodeada de paz, multitud de obras de arte de todo tipo y sobre todo, sus siete perros, Tío, Paco, Sascha, Lucas, Jhonny, Rochy y Tiffany. Aquel cambio tuvo lugar en 2007 y desde entonces se ha convertido en una de las galeristas más importantes y respetadas de Eivissa gracias a P|ART, un lugar en Ca Na Negreta donde se han programado espectaculares muestras colectivas. La última Jardín del Edén, inaugurada el pasado 4 de abril.

—¿Cómo acaba viviendo en Eivissa una fotógrafa de tanto prestigio y que ha viajado por todo el mundo?
—Por un flechazo auténtico. Aún lo recuerdo como si fuera ayer. Fue en el año 2007 cuando vine a pasar unos días de vacaciones con unos amigos. Surgió algo en mi interior y ese algo me dijo que ya no me movería.

—Por aquel entonces vivía en París. ¿No fue un cambio muy grande?
—Realmente sí. Llevaba 12 años viviendo en esa ciudad pero no sé que se movió en mi interior para cambiar. Hay quien dice que la isla no tiene término medio, o te echa o te acoge, y yo tuve la suerte de lo último.

—¿Y como se hizo galerista?
—Desde hacía mucho tiempo tenía el sueño de abrir algo mío, pero nunca pensé que fuera una galería. Pero luego, tras hablar con mucha gente, encontrar el lugar idóneo e insistir hasta en siete ocasiones a la dueña pude poner en marcha P|ART en Ca Na Negreta. Mi primera muestra fue sobre mis siete perros y después, casi sin darnos cuenta todo ha ido creciendo hasta ser lo que es ahora. Una locura.

—¿Qué le mueve como dueña de una galería?
—Principalmente mostrar el talento de otras personas. Intentar ayudarles a que salgan adelante o que, por lo menos alguien pueda ver su obra. Y creo que para eso, Eivissa es el lugar perfecto y que se merece mucho más de lo que tiene.

—¿Se considera una mecenas?
—Lo intento a mi manera. No puedo competir con museos ni grandes instituciones pero si puedo aportar mi granito de arena para echar una mano a los artistas más desconocidos. Prefiero invertir en un artista antes que comprarme una camiseta.

—Pero no corren los mejores tiempos para ser mecenas de nada...
—No corren buenos tiempos para nada, pero no podemos darnos por vencidos. Yo le puedo asegurar que seguiré apoyando en todo lo que pueda porque no me parece justo todo el talento que se pierde por faltas de oportunidades.

—¿En qué se basa para apoyar a un artista?
—Cuando elijo a alguien para mi galería lo que busco es que sea alegre y que su obra me haga sentirme bien, que no me cree desasosiego. No van conmigo los esqueletos ni los muertos.

—Ahora que es galerista. ¿Dejará la fotografía?
—Ni hablar. Nada de nada. Sin ella me muero. Empecé con 14 años y casi desde entonces no he parado, sobre todo haciendo fotografía de estudio. La fotografía es mi vida y lo será toda la vida.

—¿Entonces la volveremos a ver cámara en mano dentro de poco?
—Bueno en los últimos tiempos me ha vuelto a atrapar el gusanillo. Y además, Chelo García Cortes se ha empeñado en que recupere una sesión que hice en 1997 sobre la tauromaquia. Veremos.