Pau Donés.

Pau Donés Cirera (Montanuy, Huesca, 11 de octubre de 1966) se crió en Barcelona y comenzó su andadura musical con 12 años cuando tuvo su primera guitarra. A los 15, con su hermano Marc, que tocaba la batería, forma J. & Co. Band, y más tarde, Dentaduras Postizas mientras trabaja en una agencia de publicidad. Con el paso del tiempo creó la formación Jarabe de Palo, actualmente compuesta por David Muñoz, Jordi Vericat, Alex Tenas, Jimmy Jenks Jiménez y Jaime Burgos, y con la que en 1997 pegaron el pelotazo con La Flaca, tema mundialmente conocido por un anuncio de Ducados para la campaña Carácter Latino. Desde entonces, este cantante con casa en las Pitiüses desde hace 15 años, ha grabado nueve discos y se ha convertido en un referente. Tras tocar en 1998 en la inauguración del Recinto Ferial, esta noche vuelve a Eivissa dentro del Ibiza Roots. Será desde las 20.00 horas en el Baluard de Sant Llúcia junto a la cubana Diana Fuentes.

—Veinte años al pie del cañón... ¿Cuál es su secreto?

—Diría que las canciones y el buen hacer en el escenario. Como en todas las profesiones, hay quien subsiste al paso del tiempo y quien no. Los que subsisten suele ser porque lo hacen bien.

—¿Y a ustedes les ha tratado bien el paso del tiempo?

—Pienso que sí. El año pasado Santana lanzó su último disco y un single fue su propia version de La Flaca cantada por Juanes. Eso no ocurre si detrás de esa canción no hay cierto talento.

—¿Han cambiado mucho?

—Sí. Ahora vivimos un momento muy popero, muy mediocre, en donde el mainstream está dominado por la música de baile de dudosa calidad. Es música hecha a base de formulas matemáticas, sin mensaje.

—¿Y ustedes están fuera de eso?

—Sí. Y creo que nos va bien.

—No han parado de componer éxitos. La Flaca, Agua, Depende, Grita, Bonito... forman parte de una amplia generación de españoles... ¿Con cual se queda?

El lado oscuro, Déjame vivir, Me gusta como eres... Todas son canciones hechas desde el corazón, ‘a mano’, combinando emoción, melodía y poesía. Seguramente yo añadiría algunas que no fueron tan populares como sus hermanitas, pero no menos bellas.

—Leí en unas declaraciones suyas que hace sus canciones pensando en la gente que las va a escuchar ¿Qué se le pasó por la cabeza con La Flaca?

—Pido disculpas en nombre del periodista que escribió esa barbaridad, porque es lo contrario. Yo escribo canciones para mí, por necesidad de expresar y compartir ideas, sentimientos, emociones. Otra cosa es que luego esas canciones conecten o no con el público.

—En su último trabajo presentaron Somos, pegadiza y crítica ¿Es tiempo de protestar con la música?

—Si la música no emociona, no reivindica o no conmueve, ¿para qué sirve?. Cuando visito la isla voy a Amnesia a visitar a mi amigo Martí. Ese día bailo y salto como loco, con 5.000 más que, como yo, al día siguiente, no tendremos ni puta idea de las canciones que escuchamos ayer. Solo recordaremos bases programadas y alguien gritando «Yeeeh, I feel high, I touch the sky…» o algo así. Este no es mi proyecto. La música, en lo posible, que te llegue al corazón.

—Ha colaborado con medio mundo y en su último trabajo casi presentó a La Duende, Gaylonia o Ximena Sariñana. Y en Eivissa toca con Diana Fuentes ¿Es un descubridor de talentos?

—Para nada. Me gusta compartir música con artistas por encima de cualquier otra consideración. Alanis Morissette, Sabina, Celia Cruz, Pavarotti,…son algunos con los que colaboramos también y que hicieron de nuestras canciones canciones mucho mejores.

—¿Ahora hacia donde va Jarabe de Palo?

—Llevamos 54 conciertos por todo el mundo así que sólo pienso en… ¡vacaciones!. Pero tenemos un par de conciertos en Roma y Cerdeña y en octubre volveremos a la carga en Perú, Panamá, Puerto Rico y Estados Unidos con treinta y tantos más.

—¿Cómo celebrarán 20 años en la música?

—Como se merece. Con un nuevo proyecto, 50 Palos. Y es que además cumplo 50 años.

—¿Por qué lleva tatuada una raspa de sardina?

—(risas) Porque el kilo de sardinas apenas llega a los 2 euros, y en la música, antes de que la cosa funcione, se comen muchas sardinas, y no precisamente por su delicado sabor.