Los vehículos autobomba rural pesada (BRP) tienen una capacidad de 4.000 litros de agua | Toni Escobar

Viernes. Pasan unos minutos de las 17 horas. La temperatura ronda los 34 grados en Eivissa. Desde el mediodía se ha levantado algo de viento. Sopla con algo más de fuerza en la zona norte de la isla. El 112 recibe una alerta. Se ha desatado un incendio entre Sant Joan y Sant Miquel, en las proximidades de Can Escandell.

Inmediatamente, el parque de Bomberos de Eivissa activa el protocolo de Incendio Forestal y desplaza a la zona una primera unidad. Un cabo y cinco bomberos que se trasladan en un vehículo BRP rural pesado con una capacidad de 4.000 litros de agua apoyado por un nodriza que suma otros 8.000 litros de agua para combatir la llamas.

Paralelamente, el Instituto Balear de la Naturaleza (Ibanat), moviliza una primera brigada aerotransportada en helicóptero. Nueve brigadistas se suman a la dotación de los bomberos de Eivissa. En descender del aparato, acoplan el bambi-bucket, un cono gigante de agua colgado de un cable.

Sobre el terreno, la llamas avanzan a gran velocidad devorando toda la naturaleza que se encuentran a su paso. La situación es extrema. Un terreno seco y con mucho rastrojo abandonado es un factor añadido a la fatídica´Regla de los 30´.

Peligros

Esta situación se da cuando se cumplen los tres parámetros que hacen más peligroso un incendio: más de 30 grados de temperatura, rachas de viento de más de 30 km/h y menos del 30% de humedad.

Los equipos de extinción se enfrentan a un incendio perfecto, un campo convertido en polvorín sin puertas. En cuestión de minutos, la zona del incendio forestal se ha convertido en un avispero. Los medios aéreos ya se han multiplicado. Los helicópteros sobrevuelan las llamas y arrojan el agua en el camino de propagación para detener el frente del fuego. Los aviones Airtractor descargan 3.500 litros de agua.

Los trabajos se coordinan desde el Puesto de Mando Avanzado (PMA). Se decreta el Nivel 1 por su cercanía a viviendas y afectación de infraestructuras. El panorama es desolador pero el sargento Miguel Sevilla ya se ha visto en más de una como esta. Lleva 31 años en el parque de Bomberos de Eivissa. Desde el 94 está al frente. Bajo su responsabilidad, 30 bomberos, 7 cabos, un mecánico y dos auxiliares.

A media tarde todos los efectivos terrestres luchan contra el fuego mano a mano con las brigadas del Ibanat y algunos vecinos de la zona. Sobre ellos, tres aviones y dos helicópteros no cesan de lanzar agua.

En esta lucha contra el fuego todos juegan un papel importante y también infraestructuras como los depósitos antiincendios. El viernes, la instalación de Can Garrovers abasteció de agua a los medios aéreos. El de Can Garrovers es el tercero instalado por la Asociación de Propietarios Forestales.

Estas infraestructuras son un plus, pero para garantizar una respuesta rápida que minimice los daños en una isla de 542 km2 hace falta algo más. El sargento Sevilla cree que lo más operativo sería la creación de un subparque que habría que localizarlo en las afueras de Santa Eulària. «El tiempo de llegada a las emergencias del norte es fundamental para que un incendio no pase a mayores».

El viernes, después de cinco horas de lucha contra el fuego y los elementos, los equipos de extinción pusieron cerco al fuego que devastó más de quince hectáreas.