Los niños participantes en esta ‘escola d’estiu’ del centro hípico de Can Mayans disfrutan durante dos meses en contacto con todo tipo de animales y en constante contacto directo con la naturaleza.

Juan Pablo, Andrea, Julia, Carla, Elena, Sayoa, Ainhoa, Aura, Lia, Cayetana, María, Silvia, Pablo o las dos Lucías, posiblemente no olvidarán el verano que están pasando en el centro hípico Can Mayans, situado justo al lado de la Granja Santa Gertrudis. Y es que hoy por hoy no son muchos los niños que tienen la suerte de poder disfrutar durante dos meses de actividades relacionadas con la naturaleza y con los animales.

Por ello, no es extraño que los 17 participantes, todos con edades que oscilan entre los 4 y los 14 años, estén literalmente alucinados con lo que ven en su día a día en esta escola d’estiu. «Empezamos hace poco y desde entonces ha sido genial porque hemos dado paseos a caballo, nos han enseñado que en la granja viven vacas para leche y para carne, hemos hecho manualidades, juegos como la araña, el pañuelo y el tesoro, y ahora construiremos cabañas en el campo», comentaban emocionados ayer uno tras otro sus experiencias en este campamento.

Encantados con los caballos

De todas estas actividades las preferidas son las que tienen que ver con los caballos. Según explicó Óscar Cañizares, miembro de la organización, los niños les dan de comer, los cepillan, les revisan las herraduras y los ponen a punto antes de comenzar su excursión diaria. Con ello consiguen «que aprendan a cuidar a los animales, les cojan cariño y los traten como uno más de la familia». Además, han conseguido que se sepan de memoria los nombres de sus compañeros de juegos. «Tenemos a Mister D, Nube, Rexi, Black, Flamenco, Candy, Jamaica, Napoleón, Macarena, Mora, Fantasía, Maxi, Malone, Faraona, Aramis, Kaba, Pouser, Zafira y La Blanca», repasan con una facilidad asombrosa mientras les tocan y les abrazan el lomo.

Pero éstos no son los únicos nombres que han aprendido en este tiempo. Los niños están encantados con Lolita, una pony que aguanta con mucha paciencia los juegos antes de salir en la foto, y una vaca, que no tiene nombre pero que estos pequeños jinetes han bautizado como Dálmata, «porque tiene los mismos colores y manchas que los perros».

Una muestra más de que esta escola d’estiu es diferente. Aquí se huye del asfalto y se opta por la naturaleza. Ni bueno ni malo, simplemente diferente.