La procesión de la imagen de Santa María de las Nieves sirvió para que todos los ciudadanos, creyentes o no, pudieran admirar la majestuosidad de la patrona de Eivissa en su camino hasta la Catedral, en Dalt Vila. | Dani Manau

Anoche culminó el triduo –celebraciones católicas de tres días de duración– que se inició el viernes en honor a Santa María de las Nieves. Como en los días anteriores, la iglesia de la Santa Cruz acogió un oficio religioso que, en esta ocasión, fue presidido por el obispo de las Pitiüses, Vicente Juan Segura.

Tanto el interior como el exterior del templo se llenaron de feligreses que quisieron demostrar su devoción por la patrona de Eivissa en un acto que no contó, como ya se había anunciado, con la presencia de las autoridades locales.

Tras la eucaristía, durante la cual los abanicos tuvieron que batir a marchas forzadas ante el sofocante calor, las siete cofradías de Eivissa, a las que también se unió la de Nuestra Señora de la Esperanza de Santa Eulària, sacaron la imagen de la Virgen para que protagonizara por segundo año una procesión que la llevaría hasta la Catedral.

Los cofrades tuvieron que emplearse a fondo para que la imagen, de notoria altura, saliera por la puerta de la iglesia, agachándose todos ellos hasta prácticamente el suelo. Una vez erguida de nuevo la imagen, los presentes estallaron en una sonora ovación. Acto seguido, empezaron a sonar las notas del himno español a cargo de una cincuentena de intérpretes de la Agrupación Musical del Santo Cristo Yaciente.

Se inició así la procesión, encabezada por la cruz de la parroquia, las banderas y estandartes de las múltiples parroquias ibicencas que se sumaron a la comitiva. Les seguían los cofrades con la imagen, las autoridades religiosas, la mencionada banda musical y el resto de creyentes. A paso lento, y teniendo que sortear algún nuevo obstáculo por la altura de la imagen, la procesión avanzó hasta llegar a la Catedral en una solemne celebración que se instauró hace un año.