En Sant Carles. Joshua Weelink se crió en esta pequeña localidad y en su pequeña iglesia actúa siempre que puede para sus vecinos.

La historia del prestigioso músico holandés Joshua Weelink podría ser la de un hijo pródigo que regresa a casa después de varias décadas en su país natal. Y es que esto es lo que hizo el 13 de enero de 2014 este virtuoso de la guitarra clásica que llegó a Sant Carles en 1979 cuando tenía ocho años y siempre se ha considerado un ibicenco de adopción.

Eso sí, regresó acompañado de su inseparable guitarra, un instrumento que ha marcado su vida desde que le regalaron la primera con once años, después de descubrir la música «al fallecer John Lennon». Sin embargo, y según explica el propio Weelink con una gran sonrisa, aunque fue aprendiendo de forma completamente autodidacta, en aquellos tiempos «no quería saber nada de guitarra clásica» puesto «era un enamorado» del rock que se escuchaba en la isla gracias a sus padres, de ideología hippy.

Con el paso de los años sus gustos fueron variando hacia el rock algo más duro, «aprendiendo con algunos de los mejores guitarristas de la época en Eivissa», hasta que en 1994 decidió dar un paso más y marcharse a su Holanda natal para estudiar en el conservatorio de Música de Arnhem en los Países Bajos. Allí, contra todo pronóstico, este joven «con alma rebelde al que no le gustaba nada estudiar» acabó enamorándose de la guitarra clásica gracias a profesores que marcaron su vida, como Frans van Gurp, Lydia Kennedy o los maestros Eliot Fisk, Mario Ulloa o Michael Troster, de los que tuvo «el enorme privilegio» de recibir clases magistrales.

Finalmente, en 1999 se licenció en Guitarra Clásica y acabó el Máster de Especialista en Guitarra Clásica, lo que le permitió establecerse en Holanda para ser docente de esta especialidad y actuar en distintas formaciones de repertorios muy variados, desde rock a composiciones clásicas pasando por el jazz y el soul. Sin embargo, Weelink asegura que, aunque vivía bien y de forma desahogada, en todo momento «me faltaba algo que siempre me dio Eivissa y no tenía mi país natal».

Y así, ni corto ni perezoso, regresó a Eivissa para poner en marcha un proyecto ambicioso, pero también muy atractivo, recorrer con su guitarra clásica todos las iglesias de Balears. «Sé que es algo complicado porque hay muchos templos en las cuatro islas y porque hay que pedir muchos permisos, pero creo que es algo que no se ha hecho nunca y que puede ser una magnífica oportunidad para ofrecer otro tipo de música fuera del circuito comercial en entornos tan privilegiados como las iglesias», confirmó el guitarrista holandés a este periódico.

Agenda muy apretada

De momento no le va nada mal y, poco a poco, se ha ido convirtiendo en un nombre habitual de las agendas culturales de Eivissa tras participar en el XXI Festival Internacional de Música de Eivissa 2015 y actuar el 22 de agosto en la iglesia de Sant Carles, el 20 de septiembre en Sant Joan y el 4 de octubre en el Puig de Missa de Santa Eulària.

Ahora, tras cuadrar fechas, el sábado 17 a las 20.00 horas actuará en la iglesia de Sant Carles con un concierto gratuito, donde ofrecerá un repertorio compuesto de Preludio Fuga Alegro Bwv 998 en Mi bemol, del compositor Johann Sebastian Bach; Grand ouverture en La, de Mauro Guiliani; Sonata en Re Opus 61, de Joaquin Turina; y Sonata, Fandangos y Boleros y Sarabanda, de Scriabin; y La Toccata de Pasquini, de Leo Bouwer. Y el sábado 24 a las 19.30 horas estará en Sant Miquel con un repertorio que incluye Chaconne en re minor, ultimo movimiento de la segunda partita de violin Bwv 1004, de Johan Sebastian Bach; Nocturnal after John Dowland, basada en el poema Come heavy sleep, de Benjamin Britten; y Sonata, de Alberto Ginastera.

No hay duda, el holandés, hijo pródigo de Eivissa ha regresado y, además, para quedarse.