Santiago Marí Torres, en el Ayuntamiento de Sant Joan, situado a la entrada del pueblo en un entorno natural privilegiado. | Toni Escobar

Santiago Marí Torres (Sant Llorenç, 1977) afronta su segunda legislatura al frente de la concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Sant Joan desde que Antoni Marí, Carraca, llegara un día, le mirara a los ojos y le convenciera inmediatamente. Un trabajo que este profesor de secundaria del Instituto Balafia, padre de tres hijos y sonrisa permanente, compagina además con el de concejal de Educación, Patrimonio y, desde hace apenas unos meses también Deportes. Santi, como le conoce todo el mundo en el municipio, mantiene «intacta» su ilusión por seguir viendo como su municipio sigue creciendo y mejorando a nivel cultural y patrimonial. Y eso que ni el mismo puede explicar de donde saca el tiempo para poder abarcar tantas cosas.

—¿Cómo llevan las obras? Me ha costado un mundo llegar a la entrevista...
—Ahí vamos. No le voy a engañar que es una locura que tenemos que vivir todos los días los habitantes de Sant Joan y todos aquellos que quieren venir a vernos. Además estos días de lluvias ha sido muy complicado y hasta peligroso.

—¿Saben algún plazo para terminarlas?
—De momento no. Lo único que le pido al Consell d’Eivissa que, dentro de lo posible, se den la mayor prisa posible para que puedan estar terminadas antes de que llegue el próximo verano. Mientras, yo lo único que puedo hacer es pedir paciencia a todos los que sufren diariamente las obras porque son unos trabajos que son muy necesarias para nuestra localidad.

—¿Les está haciendo daño a nivel económico? ¿Notan si la gente deja de venir?
—Un poco. Es cierto que la gente se desanima al ver tanto lío pero yo soy de los que piensa que si algo te interesa de verdad al final haces lo posible por venir a vernos.

—En este sentido, hay quien dice que Sant Joan está un poco olvidado a nivel cultural al estar tan lejos de Eivissa. ¿Esto es así?
—En absoluto. Es cierto que tenemos el presupuesto y las infraestructuras que tenemos y contra eso no podemos luchar pero hacemos todo lo que tenemos en nuestra mano para seguir creciendo a través de actividades que resulten atractivas para todos los públicos y edades. Además, tenemos la suerte de contar siempre con el increíble apoyo de las asociaciones de vecinos, de las collas del ball pagès del municipio y de las asociaciones sin ánimo de lucro. Todos ellos son un gran apoyo para nosotros y les debemos mucho.

—¿Y la figura de Antoni Marí, Carraca, también ayuda? Lo digo porque lleva tantos años y es muy querido...
—(risas) Por supuesto. Sin él no podríamos hacer nada. Él es el verdadero referente del Ayuntamiento de Sant Joan y gracias a su carácter y experiencia todo es mucho más fácil. Su forma de relacionarse con la gente ayuda muchísimo. Carraca es increíble, no creo que haya nadie como él.

—¿Esa cercanía es otra forma de hacer política?
—No es hacer política, no es fingir nada, simplemente se es o no se es. Y yo creo que su forma de ser nos la ha transmitido también a nosotros los concejales, quienes, en la medida de lo posible, intentamos imitarle. Un alcalde o un concejal tiene que estar al lado de sus ciudadanos, escuchándoles, y atendiendo sus demandas. Todos somos personas y vivimos en el mismo muncipio.

—Volviendo al tema de cultura. ¿Qué déficits tiene y que hay que mejorar en Sant Joan?
—En todos los municipios siempre hay cosas que mejorar. No podemos ser conformistas. Nosotros principalmente llevamos tiempo luchando por tener un espacio cultural propio que nos permita hacer actividades como exposiciones, conciertos u obras de teatro. Pero, mientras eso llega, intentamos adaptarnos lo mejor que podemos reutilizando espacios que nos ceden en otros sitios como en Sa Cala o el antiguo comedor del colegio de Sant Joan, que nos lo prestan para hacer obras de teatro a pequeña escala.

—No me negará que esta falta de espacio es un problema. ¿Corren el riesgo de quedarse atrás con respecto a otros municipios como Eivissa, Santa Eulària o, incluso, Sant Josep ahora cuando abran Can Jeroni?
—Somos conscientes de ello y por ello insistimos en conseguir ese espacio propio, pero no es fácil. Aún así, tampoco tenemos tanto presupuesto con otros municipios. Por eso estoy convencido que nuestro hueco, tiene que se otro. Tenemos que apostar, como hasta ahora, por las collas de ball pagès, por los actos relacionados con nuestras tradiciones o por nuestra biblioteca, donde se trabaja mucho y bien con los niños y jóvenes organizando cuentacuentos y espacios de lectura.

—Uno de sus puntos fuertes en su anterior legislatura eran los Dies Musicals. ¿Como está el tema? ¿Se volverán a repetir?
—A nosotros nos encantaría que se repitieran porque era una de las actividades que más gente atraía a Sant Joan por las noches. Además, era muy importante porque se daba un gran impulso a jóvenes formaciones de la isla que lo necesitan. Sin embargo, desgraciadamente, no es cosa nuestra. Es un tema que gestiona el Consell d’Eivissa y de momento todo está muy parado. De hecho yo, a día de hoy, personalmente nadie se ha dirigido a mí para comunicarme si se van a repetir o no.

—Siempre les quedará el mercadillo de los domingos que se ha convertido en un referente en la isla.
—(risas). Si la verdad que sí. Parece mentira que algo que empezó de forma pequeña hace unos años se haya convertido en una cita obligada para muchos ibicencos y turistas cada domingo.

—¿Cual es su secreto?
—Fundamentalmente que ofrece un tipo de productos que no hay en otros lados. Sus puestos ofrecen más artesanía y alimentación ecológica que otros y eso al final se convierte en un hecho diferenciador. Además, ofrece música en directo y está en un entorno privilegiado por lo que mucha gente aprovecha, desayuna, mira, compra algo y luego si eso se da un paseo. Un todo incluido vamos.

—Cada vez crece más. ¿No corre el riesgo de morir de éxito?
—Como todos. Por eso hay que regularlo. Desde el Ayuntamiento somos conscientes de que hemos llegado al máximo de lo que podemos aspirar, fundamentalmente porque no tenemos espacio para más puestos. Además, tenemos que regular un poco los puestos que vienen para que no acabe perdiendo el encanto que le ha convertido en un referente. No podemos permitir que por querer abarcar mucho se nos vaya de las manos.

—¿De qué está mas orgulloso Santiago Marí Torres de su gestión a lo largo de todos estos años?
—De muchas cosas. Me costaría quedarme con una en concreto. Sin embargo, si estoy orgulloso de todo lo estamos haciendo por promocionar actividades culturales sobre todo a nivel de tradiciones de nuestra tierra. Creo que si de algo se puede estar orgulloso es del apoyo que intentamos dar a nuestras collas y asociaciones de vecinos para que no se pierda todo lo relacionado con nuestras raíces. Repito que sin ellos aunque la gente no se de cuenta, no podríamos hacer prácticamente nada, sobre todo a la hora de organizar los programas de fiestas patronales.

—¿Y a nivel de patrimonio? ¿Cómo está la situación?
—Es un área en el que siempre hay cosas que hacer y siempre se está trabajando. Y más en una localidad como Sant Joan que aunque pequeña, tiene sus peculiaridades.

—Fundamentalmente en las casas y el ámbito de la iglesia ¿no?
—Exactamente. Por eso ya hemos aprobado para poner definitivamente y casi inmediatamente la Comisión Municipal de Patrimonio. Será muy importante porque nos permitirá poner en marcha una serie de expedientes que tenemos pendientes sin tener que ir al Consell d’Eivissa. Tenga en cuenta que todas las viviendas que están en el radio de la iglesia están afectadas por Patrimonio y eso supone que, cualquier vecino que quiere hacer una reforma en su casa, tiene que atenerse a unos parámetros concretos.

—¿Y eso no es mucha locura?
—(risas). Un poco. No es fácil pero los vecinos lo entienden y no dan muchos problemas generalmente. Todos son conscientes de que viven en un pueblo muy bonito, que su buena imagen se debe fundamentalmente a su composición, y eso hay que cuidarlo. No podemos construir de cualquier manera. Eso ya le digo que no. De ninguna manera dejaremos que el pueblo se convierta en un Benidorm.