Marta Díaz, llega puntual a su cita. Lo hace vistiendo un bonito vestido azul marino, unos zapatos marrón claro, un maxibolso violeta y collar, pendientes y anillo de una de sus joyeras fetiche, la ibicenca Elisa Pomar. Llega «un poco nerviosa» por una reunión previa pero es sentarse con nosotros, pedir un te verde que casi no prueba, y empezar a contar anécdota tras anécdota acompañadas de mil y una sonrisas.

Estamos en Sa Calma, en Marina Ibiza, disfrutando de un caluroso y soleado día del veranillo de San Martín y de unas impresionantes vistas a Dalt Vila. Díaz nos ha citado aquí porque se trata de un lugar fetiche para ella desde que pisó por primera vez Eivissa procedente de Barcelona en el año 1990. Hace veinticinco años de aquello, pero se enamoró tanto del lugar que desde que construyeron esta cafetería acude siempre que puede para tomar algo con amigos o simplemente relajarse y reflexionar cuando su apretada agenda se lo permite.

Algo que no es fácil. Nuestra Sardina Negra de esta semana es la consellera de Interior, Comercio, Industria y Relaciones Institucionales, cargo que compagina con el de Secretaria de Organización de la Federación Socialista de Eivissa (FSE-PSOE). Pero esta mujer, de 49 años, la mayor de ocho hermanos de una familia humilde de Barcelona y que siempre fue «poco traviesa, responsable y buena estudiante», no es de esas personas que llegan a la política sin una trayectoria profesional previa.

Gracias a su «constancia» y a sus horas de estudio por las noches, el único momento en el que la tranquilidad llegaba a su casa, tiene un impresionante curriculum. Marta Díaz, es licenciada en Derecho por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), especialista en Derecho Local por la Universitat de les Illes Balears (UIB) y experta en Dirección Pública Local por el Instituto Nacional de Administración Pública (INAP). En nuestra isla ha sido Jueza Sustituta en los seis juzgados de Primera Instancia, en los dos de lo Penal y en el de lo Social de Eivissa desde febrero de 1994 a septiembre de 2002, y ha ocupado distintos cargos en el Consell d’Eivissa, entre ellos el de responsable de los departamentos de Recursos Humanos, Asesoría Jurídica, Cultura y Patrimonio. Y por si fuera poco, también fue Directora General de Justicia del Govern balear de octubre de 2009 a junio de 2011. Casi nada.

—Vaya curriculum. ¿De dónde sacó el tiempo siendo la mayor de ocho hermanos?
—Realmente no lo se. Tal vez porque siempre fui la más responsable. Tanto que siempre me acuerdo de un día, cuando nos estábamos peleando todos los hermanos en la cama de mi madre, y ella llegó y muy seria me dijo. «Pero Marta, hija mía, ¿tu también?». Fíjate como sería para que dijera eso (risas).

—Nació y estudió en Barcelona pero siempre se ha confesado una enamorada de Eivissa. ¿Cómo fue ese flechazo?
—Gracias a Toni Riera, un compañero vuestro. Le conocí cuando estudiabamos juntos en la Facultad de Derecho de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y fue él quien, en 1990 me invitó a venir. Y fue pisar Eivissa y Formentera y enamorarme.

—Además, tuvo la suerte de encontrar trabajo.
—Pues sí, dos años después. Tal vez fue el destino porque yo nunca quise estudiar Derecho. Mi primera opción siempre fue hacer Ciencias Políticas, porque desde pequeña siempre me había encantado este campo. De hecho, ahora pienso que tal vez era un poco rara al recordar que me tragaba los debates parlamentarios que ponían en la televisión junto a mi padre, mientras otras chicas de mi edad tenían otras aficiones...

—Entonces. ¿Cómo acaba de jueza?
—Por una suma de circunstancias. Primero que no había Ciencias Políticas en la Autònoma y después porque cuando terminé de estudiar, al prepararme para Judicaturas Toni me convenció para que viniera a Eivissa. Me lie la manta a la cabeza y todo fue rodado. Conocí al actual Juez Decano de Eivissa, Juan Carlos Torres, y a un abogado llamado Francisco José Sarabia, y los dos me ayudaron mucho y me dijeron que hacía falta jueces sustitutos. El caso es que yo presenté mi fotocopia del título y de mi DNI el último día del plazo y cuando no me lo esperaba, al día siguiente me llamaron para decirme que tenía que ir a Palma a tomar posesión de la plaza. Casi me caigo de la silla. No me lo creía.

—¿Así, de pronto?
—(risas). Ya ves. Increíble. Todavía me acuerdo de los nervios que pasé el día de mi primer juicio. Quedamos a las doce del mediodía en una conocida cafetería y casi estaba más nerviosa yo que el detenido al que tenía que atender. Afortunadamente tenía a mi lado a Sarabia. Él ha sido una de las personas que más me ha ayudado siempre

—El caso es que superó con nota la prueba e hizo carrera como jueza sustituta...
—(risas). Se puede decir que sí. Poco a poco conseguimos muchas cosas como terminar con el colapso que había en algunos juzgados. Incluso, recibí dos cartas de felicitación que aún guardo con mucho cariño. Eso sí, era un tiempo en el que trabajaba mucho, mañana, tarde y noche, e incluso tenía broncas con mi pareja de entonces que me quería retirar y eso me ofendía mucho.

—¿Sólo trabajaba? No me puedo creer que una chica joven y guapa como usted no se divirtiera.
—(risas). Muchas gracias. Aquella era otra Eivissa. La noche era muy diferente. Sólo había dos discotecas, Pacha y Ku, ahora Privilege, pero de todos modos yo prefería los bares del puerto, donde podías encontrarte a gente con un tutu, un tanga o un taparrabos por la noche. Recuerdo que me encantaba ir a La Tierra, al Lolas, y sobre todo a un pub de unas amigas argentinas que se llamaba El escondite y en donde te podías encontrar a gente del mundo del derecho disfrazadas en cualquier época del año. En ese sitio pasé grandes noches.

—Con el paso del tiempo trabajando en el Consell, ¿se ha encontrado a alguien al que ha juzgado?
—En alguna ocasión. Todavía me acuerdo de un trabajador de otra sede que durante un tiempo cuando nos cruzábamos me miraba fijamente. Yo tengo buena memoria y me sonaba de algo, pero no lo acababa de asociar hasta que un día rompió su miedo y se me acercó. Afortunadamente estaba agradecido porque había sido un tema de lo social donde le había dado la razón.

—Ahora que es política. ¿Qué es más difícil, un juicio o un pleno del Consell?
—(risas). Hombre, un juicio sin duda. Aunque también ha habido plenos en los que he pensado... ¡¡Madre mía!! ¿¿Pero qué es esto?? Pero bueno, al final, como todo en esta vida, lo importante es aplicar el sentido común.

—Con todas las áreas que abarca. ¿Con cual se queda?
—Con todas. Cada una tiene un hueco en mi corazoncito. Soy una persona muy feliz haciendo el trabajo que hago, teniendo la pareja que tengo y viviendo donde vivo. Y eso que le dedico muchas horas, más de lo que la gente se cree. Y es que hay muchos, entre ellos compañeros suyos de profesión, que se piensan que sólo trabajamos hasta las tres.

—Parece que lo de la sonrisa y la felicidad se pega, viendo también a su antecesor en el cargo, Vicent Roig. Van a poner el listón muy alto al que venga detrás.
—(risas) Puede ser. Pero es la pura verdad por más que también tratemos temas que nos dan mucho dolor de cabeza como el tema de la lista de espera para pasar la ITV.

—Viéndola, ¿es entonces usted el contrapunto a la seriedad de Vicent Torres y Viviana de Sans?
—No hombre. El president del Consell es más simpático y divertido de lo que muchos creen. Sin embargo, sus mayores virtudes son otras. Es una de las personas más equilibradas, sensatas y con mayor sentido común que he conocido. No se altera con facilidad y en este sentido para mí es un ejemplo a seguir, cuando me pide prudentemente que me calme cuando estamos en los plenos. Y Viviana también es una persona por conocer y descubrir.

—¿A su felicidad en el puesto también ayuda que trabaja con la moda Adlib?
—(risas). Por supuesto. La moda me encanta y más si es la que se hace en Eivissa. La he vestido casi desde el primer día que vine a Eivissa e, incluso, en un viaje a Cuba, en julio de 1996, querían comprarme un modelo que llevaba de Charo Ruiz. Me lo cambiaban por cualquier cosa de una farmacia antigua y preciosa que tenía la dueña. Pero al final me mantuve firme y no accedí.

—Afortunadamente, ahora con usted y antes con Vicent Roig, tiene buenos embajadores. ¿Cómo fue en la gala del Dedal de Oro en Madrid?
—Se lo merecen. Yo siempre he sido y seré una firme defensora y una gran seguidora de todos nuestros diseñadores. Y la gala fue fenomenal. Fue una magnífica promoción para toda nuestra moda y un reconocimiento a todo el trabajo que se hace aquí.

—¿Es cierto que el presentador alabó el vestido que usted llevaba?
—(risas). Sí, pero no fui la única. Marisa Jara llevaba uno de Charo Ruiz y sinceramente, le quedaba mucho mejor que a mí.

—¿Se considera una ‘fashion victim’?
—(risas). No, no tanto. Pero si es cierto que me encanta la moda y estoy muy atenta a las últimas tendencias.

—¿Es muy grande su armario? ¿O esta es una pregunta de secreto de sumario?
—El de mi casa no tanto. Vivo aquí al lado, junto a Marina Ibiza, en un piso de 60 metros cuadrados y aunque está muy bonito y me gusta mucho, da para lo que da. Eso sí, mis amigos se quedan alucinados con mi trastero de 80 metros cuadrados donde tengo guardada y ordenada perfectamente parte mi ropa, colgada de baldas. Es mi pequeño gran tesoro.

—¿Y zapatos tiene muchos?
—También tengo muchos. Nunca quise tener hijos después de ver a mi madre esclavizada con ocho críos así que, en la medida de lo posible, lo que puedo de mi sueldo me lo gasto en algún capricho.

—Y la última pregunta es un encargo. ¿Cúal es su secreto para conservarse tan bien?
—Genética. Soy muy afortunada porque mi padre era delgado y porque mi madre también se conserva muy bien. Nunca me gustó mucho el deporte ni hacer gimnasia. De hecho, el año pasado me apunte a un gimnasio con una cuota anual y sólo fui dos días.