De izquierda a derecha, los amarristas Jorge González, Pablo Jiménez y José Deprit denuncian su situación en Periódico de Ibiza y Formentera. Foto: RUBÉN J. PALOMO

«Si hubiera más amarres a precios razonables, el puerto se llenaría de vida». Con esta reivindicación ha manifestado su malestar la Asociación de Titulares de Puestos de Amarre Can Pou con el nuevo concurso para la explotación de los Muelles de Poniente del puerto de Vila, prevista para mediados de enero, que amenaza con disparar los precios en beneficio de las grandes fortunas.

El colectivo, formado por residentes que, en su mayoría, posee amarres de base desde hace más de 20 años, denuncia que la Autoritat Portuària, dependiente del Gobierno central, «está vendiendo todo al mejor postor» y que, desde hace ocho años, cuando dejó en manos privadas la explotación del pantalán, «ya no contempla que los ibicencos tengan un amarre social». Actualmente hay 78 amarres en este sector, comprendido entre es Martell y el muelle de las barcas de Formentera, de los que 55 son amarres de base.

Ya en la última licitación, los patrones de estas pequeñas embarcaciones (de hasta 13-14 metros de eslora) afrontaron una subida de hasta el 25% en el precio de sus amarres, pero ahora el pliego del nuevo concurso no incluye cláusulas que limiten el coste, por lo que manifiestan una «incertidumbre tremenda» sobre su futuro y el del puerto.

José Deprit, Pablo Jiménez y Jorge González forman parte de esta asociación. Pagan una media de 350 euros mensuales por su amarre. En el caso de Pablo Jiménez, que posee un modesto velero y dedica parte de su tiempo a enseñar a navegar, abona 1.200 euros al año en concepto de luz –que no necesita– y agua.

Aunque han presentado un recurso para anular el concurso, se muestran escépticos ante la respuesta de la Autoritat Portuària de Balears, a pesar de que admiten cierta «sensibilidad» del actual presidente, Joan Gual de Torrella. «Es sensible a nuestro problema, pero la política a nivel estatal es de sacar la máxima rentabilidad a los puertos», lamentan.

Los amarristas de Can Pou solicitan que no se encarezcan los precios, «porque es una manera de echarnos», replica Jorge González. Sin embargo, todo apunta en esa dirección, dado que de los 20 puntos con que se valora a las empresas que concurran, «tan solo dos suman a los amarristas de base mientras que siete van a quien más dinero pone».

Futuro incierto

La explotación de los muelles será ahora de dos años prorrogable por un año más, y desde la asociación sospechan que se ha fijado este plazo mientras se finaliza el proyecto de remodelación del puerto, que prevé el desplazamiento de las barcas de Formentera al muelle sur. «Quedará todo el espejo del agua libre, un pastel muy goloso para estar Eivissa como está, en la cresta de la ola. El puerto de Eivissa se va a quedar sin vida ocho meses al año y en tres años se abre otra subasta y puede subir el precio hasta lo inimaginable», denuncia Deprit, quien cree que si la APB «tiene voluntad», aún puede incluirlos en sus planes.

En definitiva, los amarristas locales piden que se deje una parte del puerto «para la gente de la isla y con precios razonables», como ocurre, apuntan, en cualquier muelle europeo.