«Ya desde pequeñita me gustaba mucho la moda, me encantaban los zapatos, los trapitos...». Así comienza la historia de Ángela Martí, una mallorquina que desde temprana edad dejó su isla para estudiar primero en Madrid y después a Londres. Sin embargo, antes de irse de Mallorca ya le llamó la atención la arraigada tradición que había a la piel y quizá fue ahí cuando empezó a despertársele el gusanillo.

«Estuve hasta los 14 años en Mallorca, después estudié cuatro años en Madrid y cuando terminé no tenía ni idea de lo que quería hacer». Fue entonces cuando pensó que cambiar de aires, de nuevo, podría orientarla en su camino. Estuvo un año en Londres, perfeccionando el inglés y pensando en qué estudiaría, pasando por campos tan alternativos como psicología, veterinaria... pero poco a poco fue encontrando en la capital británica su respuesta. «Me di cuenta de que me atraía mucho la moda y me fijaba mucho en los escaparates. Empecé a barajar opciones como interiorismo... o algo de estética que era lo que me llamaba».

Empezó entonces a estudiar en la Escuela Internacional de Diseño de Zapatos e hizo un curso en Bellas Artes donde aprendió a diseñar calzado, pero se interesó más por una de las clases que tenía de diseño de bolsos. Entonces, y cuando estaba casi terminando el curso en Londres, viajó a Eivissa y visitó Formentera y se enamoró de las Pitiusas. «Me pareció muy especial ver el trabajo que hacían, de hecho, en una tienda de Dalt Vila de calzados te medían los pies, el puente, te ajustaban las tiras... yo que estaba acostumbrada a Londres donde todo era moderno y de fábrica. Me pareció muy especial ver un trabajo así».

Por eso, tras ese verano regresó a la capital británica pero con la cabeza puesta en Eivissa y pensando en volver. «Mi intención era aprender, ponerme con algún artesano que me enseñara este oficio de trabajar la piel porque me gustaba mucho la artesanía».

Así, con apenas 22 años aterrizó en la Isla Blanca con la idea de pasar un mes que se fueron alargando hasta convertirse en años. «Yo venía en realidad para un mes porque, de hecho, ya me había matriculado para hacer un curso de diseño gráfico en Mallorca», llevaba entonces 8 años fuera de su casa y le apetecía volver, pero Eivissa le hizo cambiar sus planes.

Llegada a Eivissa

«Me cautivó el mundo de la artesanía ibicenca. Aquí en la isla hay bastantes artesanos que trabajan a mano, algo que yo no había visto nunca en Inglaterra donde vivía, ni siquiera en Mallorca, porque aunque hay mucha producción de piel también hay grandes empresas que no tienen esa tradición que tenemos aquí de trabajar a mano». Al final iba posponiendo su vuelta hasta que decidió quedarse indefinidamente y buscar casa.

«Me quedé un mes con un artesano que me estaba enseñando, haciendo prácticas con él y al mes dije me quedo otro mes, fueron pasando los meses y al final decidí quedarme».

Estuvo trabajando con un artesano un tiempo y después de taller en taller durante la temporada de verano, hasta que se atrevió por su cuenta. «Al cabo de un año de haber llegado a la isla ya empecé a vender sola, puse un puesto en la Marina y empecé a vender en alguna tienda poco a poco», de esto hace ya 19 años.

Cuenta que en esa época apenas había competencia, en comparación a la actualidad, y que ella enseguida supo hacerse un hueco. «Conecté muy bien con el público italiano porque se llevaban mucho los remaches y yo hacía cinturones y brazaletes llenos de remaches. Luego saqué un diseño que se vendía muy bien, pues en aquella época era cuando empezaba a darse la moda japonesa y empecé con diseños, las puntas y unos logotipos japoneses». Tenía entonces bandoleras sencillas y algún bolso con diseños clásicos que aún conserva, entre ellos el de ‘cartero’ que no pasa de moda.

«Entre mis diseños más característicos está el capazo, lo vendo muy bien en varias tiendas en Eivissa, Formentera y Barcelona y es el que más me caracteriza como diseñadora y es básicamente el capazo clásico de paja hecho de piel, que es un poco lo que el turista o la gente que viene de fuera busca aquí». En este sentido asegura que sus bolsos son de cuero y cosidos a mano con hilo encerado, por lo que pueden durarte de 20 a 30 años, «envejecen contigo, se van moldeando y van cogiendo vida con el uso».

Hubo un tiempo que estuvo desconectada, tuvo a sus dos hijas y decidió bajar el ritmo de trabajo para dedicarse a ellas. Sin embargo, tras esos cinco años de parón, cuando volvió a reincorporarse al mundo laboral no pensó en la artesanía o los bolsos. Estuvo trabajando en diferentes puestos, en el Ayuntamiento, en una oficina de Atención al Ciudadano... «se me había olvidado cuál era mi oficio y simplemente no me lo planteaba como una opción».

Pero luego volvió a apostar por ello y se puso de nuevo en un taller en Ses Feixes con un amigo. «Volví a comenzar dejando algún cinturón en alguna tienda para enseñar mi trabajo y así empecé a tener clientes. También les enseñé algún bolso y poco a poco fui afianzando clientela en varios negocios». Los clientes y los pedidos directos han ido en aumento desde que se reincorporó hace ya 10 años. El mismo tiempo, de hecho, que lleva con un puesto en el famoso mercadillo de Las Dalias, donde triunfan sus productos por ser artesanía hecha a mano y en la isla. «Empecé los lunes, luego me dieron los martes y después los sábados. Tengo suerte porque mis productos se venden muy bien, están hechos aquí, son productos nobles y los clientes los aprecian».

Hay bastante gente que trabaja a mano, según indica, pero no escasea el trabajo. «Tengo bastantes colegas y la verdad es que hay un público grande porque hay mucha fama de piel en Eivissa y atrae a mucha gente, por lo que hay trabajo para todos».

Feria de París

Ahora está contenta porque sus contactos se extienden incluso fuera de España y poco a poco la gente ha empezado a buscarla a ella porque reconocen sus diseños. «Tengo además una tienda online (angelamarti.bigcartel.com) que estoy actualizando y a través de ella me hacen pedidos». Reconoce que aprende mucho de los clientes y de las sugerencias que ellos le hacen. «Yo trabajo mucho también con los clientes porque me indican cómo lo quieren y con el cliente aprendo mucho, sus ideas me dan ideas a mí». A partir de eso, va modificando patrones y adaptándose a lo que busca la gente porque al final «mi objetivo es hacer bolsos que sean prácticos para cada día, bolsos que no pasen de moda, son clásicos que voy reinventando».

Ángela Martí siempre ha creado sus propios diseños y, a pesar de tener algunos consagrados, le gusta innovar y sacar nuevas colecciones. «Cada año voy sacando otros bolsos, voy investigando y comprando telas diferentes porque me gusta incorporar nuevos diseños». Precisamente con ellos se va a probar suerte a una feria en París el próximo mes de enero, «estoy perfeccionando y retocando patrones, esta será una buena manera de darme a conocer al público, un escaparate donde presentar mi colección», y una buena oportunidad, también, para que los de fuera conozcan la moda de bolsos que triunfa en Eivissa.